La baronesa Fabienne Claire Nothomb tuvo una epifanía familiar a los tres años. Su padre le habló de Jesús y pronto el personaje se transformó en un superhéroe que la acompañaría toda su vida. Entonces no sabía que sería escritora, pero tenía la íntima convicción de que escribiría algo sobre esa figura heroica. La niña, la adolescente, la joven se fue desplazando por el mundo al compás de los destinos diplomáticos paternos: Japón, China, Estados Unidos, Laos, Birmania y Bangladés, entre otros. En 1992 publicó la novela Higiene del asesino, en la que relata la muerte de su hermano en una pelea callejera, y comenzó el fenómeno literario como Amélie Nothomb, autora fetiche del sello independiente francés Albin Michel. “La crucifixión de Jesús no ha servido para nada. Jesús sabe que su dolor se va a utilizar y va a hacer daño a la humanidad y aún así somete su cuerpo a esa cosa tan horrible. Sólo sé que fue un sacrificio horroroso y un despilfarro monstruoso”, dice la escritora belga sobre su última novela Sed, publicada por Anagrama, en la que se pone en la piel de Cristo para narrar en primera persona el tormento de la crucifixión.
El enigma del mal
“Siempre supe que me condenarían a muerte”, confiesa Jesús al comienzo de la magnífica novela Sed, que llegará a las librerías del país a fines de febrero. Esta certeza sucede durante el juicio ante Poncio Pilatos, al que define como “una parodia de justicia”. Cada uno de los beneficiarios de los milagros testificó en su contra: el antiguo ciego se quejó de lo feo que era el mundo; el antiguo leproso declaró que nadie le daba limosna; la madre de un niño al que había curado llegó a acusarlo de haberle arruinado la vida. “El enigma del mal no es nada comparado con el de la mediocridad (…) Disfrutaban comportándose como miserables en mi presencia. Su única decepción fue que mi sufrimiento no se notara más. No porque quisiera negarles ese placer, sino porque mi sorpresa superaba con creces mi indignación”, reflexiona Jesús, que en la versión de Nothomb afirma que “tener cuerpo es lo mejor que te puede pasar”.
Sed, o el Evangelio según Nothomb, está escrita con una maravillosa condensación del lenguaje, como si apelara a la precisión de la poesía para contener ese monólogo de Jesús. “La piel es lo más profundo que hay en el hombre”, dice Jesús, que reproduce una frase textual de Paul Válery, sin nombrarlo. “Soy como los demás, tengo miedo a morir”, agrega el protagonista de la novela de la escritora belga, una autora a la que el humor y la ironía le sientan bien. “El único evangelista que ha manifestado un talento de escritor digno de ese nombre es Juan. Precisamente por eso su palabra es la menos fiable. ‘El que bebe de esta agua nunca volverá a tener sed’: nunca dije nada parecido, habría sido un contrasentido”, argumenta Jesús.
Subir a la cruz
Desde Barcelona, Nothomb, vestida de negro para no defraudar el estilo neogótico que le imprimen los modelos de su diseñador favorito, el japonés Yohji Yamamoto, pero sin los sombreros que suele usar, recuerda que Sed le llevó 50 años de premeditación. “Yo no quería escribir la historia de Jesucristo, eso ya lo han escrito muchas veces. Lo que quería escribir era la historia de la cruz y eso es lo que plantea un problema porque es esta cruz lo más difícil”, cuenta la autora de El sabotaje amoroso, Estupor y temblores, Cosmética del enemigo, Biografía del hambre y La nostalgia feliz, entre otras novelas. “Me pareció algo evidente escribir en primera persona, no porque yo me tome por Jesús sino porque para aceptar la crucifixión tenía que tener como una cámara, es decir estar adentro, y esto lleva a la primera persona del singular”, explica Nothomb y reconoce que quizá fue la más dura de todas las novelas que escribió. “Cada mañana cuando me levantaba pensaba: ahora tienes que volver a subir a la cruz”.
Nothomb –-que leyó todos los Evangelios para escribir Sed-- cuestiona “algunas lagunas” que encontró desde su “humilde” punto de vista. “A los evangelios les falta el cuerpo; la crucifixión, precisamente, es el cuerpo, por lo que intenté escribir el evangelio del cuerpo y de ahí el título Sed, que es la unión entre el cuerpo y el espíritu”, plantea la escritora y aclara que su novela no es un libro religioso. “Un día alguien sostendrá que nadie es irremplazable. Yo pregono lo contrario. El amor que me consume afirma que todo el mundo es irremplazable. Es terrible saber de antemano que mi suplicio no sirve para nada”, afirma el Cristo nothombiano.
En Francia y en Bélgica muchos creyentes han puesto el grito en el cielo y han acusado a la escritora belga de haber escrito un libro “blasfemo” cuando para ella es “la novela de una persona que acepta un dolor infame”. Pero entre los creyentes hay discrepancias. “El Vaticano fue muy tibio. Después, algunos curas me escribieron insultándome; no eran las primeras cartas que recibía con insultos, pero sí las primeras de religiosos. Son unas cartas admirables”, exclama entusiasmada por lo que puede generar una novela de apenas 123 páginas. “También he recibido cartas de curas jóvenes que me agradecían el libro. La iglesia joven es favorable al libro y la vieja iglesia es bastante tibia, para no decir insultante”, compara la escritora que integra desde 2015 la Real Academia de la Lengua y la Literatura Francesa de Bélgica, y que en 2021 ganó el Premio Renadout por Premier sang, novela también en primera persona, en la que se mete en la piel de su padre Patrick, que murió en marzo de 2020.
“Lo único que sabemos es que Jesús existió, lo que no se sabe es si fue hijo de Dios o no -advierte Nothomb-. Me parece más interesante pensar en él no como hijo de Dios, porque entonces Jesús es cualquier persona que un buen día, no se sabe por qué, decidió ser Jesús, es decir, estar disponible para los demás, cosa que todos podemos hacer, pero que es invivible”. La escritora belga se sube a la cruz para mostrar un Cristo mundano y con miedo a la muerte. “Mientras estás vestido, eres alguien. Ahora no soy nadie. Ya no soy nada. Dentro de mi cabeza, una vocecita me susurra: ‘Te han dejado tu paño. Podría ser peor’. Toda la condición humana se resume así: podría ser peor”, observa el Jesús de Sed.
Descubrir el sufrimiento
A la escritora belga le interesan las paradojas de la versión canónica de los Evangelios. “El evangelio dice ama a tu prójimo como te amas a ti mismo, pero Jesús acepta ser crucificado y esto es el mayor sufrimiento que pueda padecer una persona, por lo que quien acepta esto es una persona que no se quiere. Hay una paradoja con la frase de amar al prójimo. De hecho es esta frase la que hizo que enfermara cuando leía los evangelios. A los 12 años descubrí el sufrimiento y ahí se planteó el problema porque Jesús se ofrece al sufrimiento y la iglesia lo glorifica y yo me pregunto por qué el sufrimiento se tiene que ver como una redención, como una cosa que se glorifica. Al escribir Sed empiezo a encontrar un principio de respuesta”, admite Nothomb.
La última palabra de Sed es soledad. “La pandemia es la enfermedad de la soledad. No sé cómo se habrá vivido en América Latina, pero para mí, que estuve encerrada en mi piso en París, escribiendo, fue sinónimo de una larga soledad”. En cuanto a otras obras centradas en la figura de Jesús, Nothomb califica de “obra maestra” a La última tentación de Cristo, de Martin Scorsese, basada en la novela del escritor griego Nikos Kazantzakis. “En la película Jesús puede escoger entre una vida normal y la crucifixión; se casa con María Magdalena y tiene hijos, es decir que puede optar por una vida ordinaria. En mi libro también está presente ese amor, pero quizá sea menos central que el tema del sufrimiento”, analiza y destaca que la obra “más extraordinaria” es El Evangelio según Jesucristo, de José Saramago. “Nunca se escribió algo tan duro sobre Jesús; Saramago narra la crucifixión de una manera sofocante, quita la posibilidad de respirar y en comparación mi Sed es una novela adorable. Lo que sorprende es que este tema inspira y ha inspirado desde siempre. Y seguramente seguirá inspirando”.
Un Judas cerca
No encuentra algo similar a la cruz de Cristo en nuestros días. “No veo un equivalente físico. La crucifixión era la pena de muerte más infame. Incluso si pensamos en las decapitaciones que hacen los terroristas, son horribles, pero son más rápidas. La crucifixión es eterna”, distingue Nothomb y comenta que a su padre (que llegó a leer el libro antes de su muerte) y a su madre les gustó Sed. Pero para el resto de los Nothomb, una familia católica y tradicional de Bélgica, fue más difícil aceptar el contenido de la novela. “Yo no tengo la sensación de haber sido blasfematoria. Jesús tiene relaciones sexuales con una mujer, considera que la crucifixión ha sido un error y esto es lo que algunas personas han considerado que era blasfemo -precisa-. A mi familia no le gustó el libro, pero tampoco pasó nada más. En cambio sí recibí cartas de otros católicos que eran auténticos insultos y para mí es un misterio cómo una persona que dice pertenecer a una religión que promueve el amor al prójimo escribe cosas tan odiosas”.
El Cristo nothombiano sabe que Judas lo va a traicionar. “Amarlo tenía algo de reto y eso me hacía amarlo todavía más. No porque me gusten los amores difíciles, al contrario, sino porque con él ese añadido resultaba indispensable”, se lee en una parte de Sed. “Me inspiré en alguien que quiero y que está muy cerca de mí, pero esta persona no se reconoció en Judas -revela la escritora belga-. Cuando tuve que idear el personaje de Judas pensé: quién está cerca de mí que se parezca a él. Todos tenemos un Judas cerca, no un Judas en el sentido de que nos traicionará, sino en el sentido de que nadie entiende por qué esta persona es nuestro amigo”.
El Jesús de Nothomb se rebela contra el martirio que está sufriendo: “Esta crucifixión es un error. El proyecto de mi padre consistía en demostrar hasta dónde se podía llegar por amor. Ojalá no fuera una idea estúpida, un simple gesto superfluo. Por desgracia, es espantosamente nociva. A causa de mi estúpido ejemplo muchas teorías humanas elegirán el martirio. ¡Y si solo fuera eso! Incluso aquellos que posean la sabiduría de optar por una vida sencilla serán contaminados. Porque lo que mi padre me está infligiendo demuestra un desprecio por el cuerpo tan profundo que siempre dejará alguna huella”.
Cuerpo presente
Escribir es como respirar para Nothomb. Si no escribe, la invade la sensación de que su vida está en peligro. Por eso escribe tres o cuatro novelas por año, aunque solo publique una. Ese material de descarte, ha asegurado en más de una entrevista, no será publicado después de su muerte. “Virginia Woolf dijo que las cosas no pasan hasta que las escribimos. Yo escribo para entender”, confirma la escritora belga que prefiere al Jesús que está sufriendo y “no el de los milagros”. “Jesús empieza a sufrir porque es alguien que no es comprendido. Una de las cosas que más se le reprocha son los milagros. En el juicio vemos la ingratitud de los seres humanos cuando se les regala algo potente como un milagro”.
El Jesús de Sed ama, odia, teme, sufre, contradice enseñanzas (“ama a tu prójimo como a ti mismo”) y no cree en el diablo: “Creer en él no sirve de nada. Ya hay suficiente mal en el planeta, no es necesario añadir otra capa”. A Nothomb le interesa pensar a Cristo como alguien cualquiera. “Si Jesús tiene un origen diferente, es muy fácil decir que está por encima, no tiene las mismas cartas. Si Jesucristo es igual que nosotros podemos vivir la misma vida, por supuesto cambiando algunos detalles. No hace falta que acabemos en la cruz -ironiza-. Pero lo más difícil es la presencia. Siempre es muy difícil estar aquí y ahora, estamos pensando en la cena, en qué falta. Lo difícil es estar presente y eso es lo más espiritual que podemos hacer”.