Hace dos meses exactos, en la previa de la final de la Copa Argentina ante Talleres de Córdoba, desde este mismo espacio se hacía referencia la cultura autodestructiva que desde hace tiempo impera en Boca y que le impide disfrutar hasta de los momentos más felices. Los hechos del viernes pasado, iniciados por las declaraciones desafiantes de Ramón "Wanchope" Abila en las redes sociales y respondidos a través de la televisión por Juan Román Riquelme, el vice 1º de la institución y titular del Consejo de Fútbol de la institución, no han hecho otra cosa que ratificarla. "Boca juega en contra de si mismo", fue el título de aquel comentario. También podría ser el título de este.
En verdad, los tiras y aflojes entre los dirigentes y los jugadores vienen desde el fondo de la historia. Pero en Boca adquieren características dramáticas. Acaso por la amplificación interesada que ejerce un vasto aparato de prensa que debe pasar muchas horas diarias al aire hablando de Boca aunque poco y nada haya que decir. Es posible que los modos del Consejo de Fútbol no sean los más amables y que el diálogo con los futbolistas y los representantes no sea el más fluído. Pero llaman la atención dos aspectos: lo mucho que cuesta en Boca mantener reserva sobre cualquier tema de mediano interés y lo sencillo que les resulta a jugadores y empresarios llegar a los medios y apuntarle a esa mesa que lidera Riquelme y que también integran Jorge Bermúdez, Raúl Cascini y Marcelo Delgado.
Podrá decirse que Boca es Boca y que hay millones de hinchas en todo el país deseosos de estar al tanto de sus novedades. Pero River es River, también tiene millones de hinchas ansiosos y no sucede eso. De hecho, dos jugadores del plantel, Fabricio Angileri y Benjamín Rollheiser, se les plantaron al presidente Jorge Brito y al técnico Marcelo Gallardo y se negaron a renovar sus contratos con la idea de quedar libres con el pase en su poder. Y no se armó tanto escándalo. Se lo tomó como un hecho normal en la negociación de un club con sus futbolistas y no se les escuchó la voz en queja a sus representantes, Pascual Lezcano y Carlos Espinoza. Todo lo contrario de lo que acontece en Boca, donde es común que a través de los medios, los representantes le metan presión al club. Fernando Hidalgo lo viene haciendo sin tapujos en el caso de Cristian Pavón y Adrián Ruocco lo hizo el viernes en respaldo de "Wanchope"Abila.
Tal vez en River manejen estos temas con mayor delicadeza o haya una cultura de la discreción más desarrollada que en Boca. Pero lo mismo que se naturaliza en los pasillos del Monumental, se convierte en un caos cuando sucede en la Bombonera. Y mucho más desde que Riquelme se hizo cargo del fútbol xeneize. Hay sectores poderosos de la política interna y del país y algunos del periodismo que todos los días le inventan una crisis a Boca. Suponen que cuanto peor le vaya al último gran ídolo azul y oro, cuanto más se lo desgaste, mejor les irá a ellos. Y actúan en consecuencia. Está a la vista de todos.