Sátira en versión PDF
@humoristarudy

¿Cómo le va, lector? ¿Lo sorprende, tal vez lo aburre, que todos los sábados del año, vacaciones incluidas, comencemos esta columna con la misma pregunta? Bueno, discúlpenos, de todas maneras, la pregunta puede ser siempre la misma, pero la respuesta, obviamente, no.
Digamos que hay semanas en las que usted estará “más contento que CEO de multinacional después del 10 de diciembre”, pero otras, estará “temblando como empresario Pyme cada vez que se llega una nueva boleta de luz”. Puede estar “más sano que argentino menor de 72 años, que según el Director de PAMI, hasta esa edad nadie se enferma”, o “enfermo de tal manera que va a necesitar comer lomo” como determinó nuestro dirigente ruralista, que de medicina sabe un montonazo.
Usted puede estar afectado por situaciones estrictamente personales, y hacer una terapia profunda que lo ayude a resolverlas, o bien decidir que la culpa la tiene el vecino, a quien quizás ni siquiera conoce, o, justamente, porque no lo conoce, es la persona indicada para depositarle las culpas. 
Si lo que acabo de escribir le resulta raro, piense que en general uno deposita la plata en un banco, a quien no conoce. Quiero decir, quizás conozca al empleado, con mucha suerte al gerente, pero  ¿Sabe usted de verdad dónde está su plata? 
Porque en el 2001, por ejemplo, decidieron que “donde estaba, no está más”, y usted podía golpear y golpear cacerolas, que no iba a conseguir ni un guiso. Mucho menos un peso. Ni que hablar de un dólar, que era su equivalente, en los sueños aspiracionales de la Argentina primermundista que ¿supimos? conseguir.
Bueno, si uno es capaz de poner su dinero “confiando” pero sin saber en verdad donde está, es mas fácil aun depositar las culpas.
Porque está bueno saber donde están, pero, de últimas, las culpas, si se pierden, se pierden, no pasa nada. 
Es absolutamente inimaginable una manifestación de clase media, golpeando cacerolas, al grito de  “¡Quiero mis culpas!” en la puerta de los bancos, 
Tampoco va a pasar que el gobierno, sensibilizado , o simplemente buscando los votos, saque “Culpibonos” y le de a cada uno una culpa que puede ir cobrando, año a año, incluso un poquito mas de culpa que la que depositó. Mucho menos, que haya “ Fondos Culpex”, que, carroñeramente, se adueñen de la culpa de los argentinos y exijan, años mas tarde, el doble o el triple de culpa que la que recibieron.
No lector, eso no pasa. Por eso, la culpa es fácil de depositar en el vecino, y cuanto menos uno lo conozca, más fácil. Total, si se la lleva al extranjero, mejor.
Entonces, hay una tendencia humana a decir que “la culpa es del otro”, alguna vez reseñada en un brillante texto de Santiago Varela, publicado en este mismo diario. Refleja lo que somos, o lo que no queremos ser, pero igualmente terminamos siendo.
No es casual que en nuestro idioma se use la expresión “echar la culpa”. Justamente, la culpa ¡ se echa!. Cada uno en su momento, dirá ”¡Fuera, culpa, fuera!”  “¡Andate y no vuelvas, quedate con el vecino, que aunque no lo conozco,  te va a tratar mejor que yo!”
Este sentimiento, no se si universal, pero al menos masivo, es captado maravillosamente por los psicópatas, que se parecen a los plazos fijos, porque te sacan un poquito para después devolverte más. 
También por los psicoanalistas, que tratan de que uno la elabore, para evitar ese “conflicto de medianeras” que podría darse si cada uno le tira la culpa a su vecino, y éste, a su vez, se la vuelve a tirar a uno, y así. Y también por algunos políticos.
 ¿Qué hacen esos políticos con la culpa? Votos, hacen votos. Pero no son votos de pobreza, ni mucho menos de castidad. Son votos, nomás. Se colocan de intermediarios, a la manera de los bancos, y dicen algo así: “A cambio de tu voto, yo te digo quien tiene la culpa de todo lo que te pasa”
Ojo, no estoy diciendo que todos hagan esto. Hay quienes utilizan el pode que les da la representación para mejorarle la vida a la gente. Pero esta es una columna de humor, y el humor no suele pasar por los que hacen las cosas lo mejor posible, sino por los otros.
Bueno, si usted le da el voto a un político “a cambio de que se haga cargo de la culpa”, él, o ella, como son gente equitativa, se va a quedar solamente con una parte, la del voto, y la culpa, se la a va a obsequiar a otro: A su rival, su antecesor, el país limítrofe ( quie es como su vecino, repite a gran escala lo que usted mismo hacía a pequeña), o un grupo social, étnico, etario, ideológico, profesional, religioso, genérico o numérico que venga al caso
Entonces, la culpa la van a tener los extranjeros, los negros ( cuando es para culparlos, nadie los llama-afrodescendientes, lo que por otra parte, sería cínico), los judíos, los árabes, los latinos, los pobres, los jóvenes, las mujeres,  los desocupados, los marginados. 
Una mujer joven, marginada, negra, extranjera, pobre, joven, mitad judía mitad árabe, proveniente de un país latino, estaría en serios problemas en gran parte del mundo.  ¿Y por que? Simplemente porque “no sos vos, es tu vecina”
Los EE UU son especialistas en el tema: si de algo saben, es de marginar. Y de incluir. Y de hacer las dos cosas a la vez. A algunos los incluye adentro, a otros, afuera.  Les encanta la grandeza de su país. A veces, para que su país sea más grande, invaden otros. Otras veces, para que parezca mas grande echan gente, así les da la sensación de “más metros cuadrados pro habitante”
Ellos pueden elegir a un presidente afrodescendiente, siempre que esa cualidad no se le note demasiado, ni nada. Digamos, si sabe disimularlo y actúa como si fuera “ blanco anglosajon y protestante” (WASP en su propia manía de encontrar siglas para todos). También podrían votar a una mujer, siempre que ella, también, sepa disimular su condición de tal.
Pero si alguien les ofrece “Agrandar el país, echar la culpa del otro lado de la frontera, y además, una capucha blanca de regalo, imitando al “globo amarillo” nacional, la tentación es excesiva. 
¡Van, y lo votan! Contra todas las encuestas y las elucubraciones. Contra todos los pronósticos y los diagnósticos. 
Contradiciendo vaya a saber uno cuantas apreciaciones del DSM 5 (el manual oficial para determinar trastornos de la mente), ¡ van, y lo votan! 
De eso, lector, trata este suplemento.
Hasta el sábado que viene.