Por supuesto, cada quien tiene su inventario personal, que agregará o quitará títulos por gusto, por vivencia personal o porque sí nomás. Pero aquí se ofrece un paseo por doce discos esenciales de Luis Alberto Spinetta, una cartografía musical para entender qué clase de artista perdió la Argentina en 2012.

* Almendra (1970). El big bang. "Muchacha (ojos de papel)" fue el hit del que Spinetta renegó mucho tiempo, pero también la puerta de entrada a un disco sublime, músicos jovencísimos capaces de profundidades como "Laura va", "Color humano", "Figuración" o "Fermín". La huella iniciada por Litto Nebbia, Moris y Javier Martínez para algo que aún no se llamaba "rock argentino" se convertía en surco imposible de borrar.


* Pescado 2 (1972). Expansivo y multifacético, el disco despedida de Pescado Rabioso (al borde de la separación cuando el álbum llegó a la calle) abarca rockitos como "Nena boba", vómitos eléctricos como "Hola, pequeño ser!" y "Sombra de la noche negra", momentos de belleza oscura como "Credulidad", perlas telegrámicas como "La cereza del zar" y catedrales de sonido como "Aguas claras de Olimpos".


* Artaud (1973). Primer exponente del paquete de discos "solista-solista" de Luis que integran también Kamikaze, Mondo di Cromo (1983), Privé y Fuego Gris (1993). Firmado por Pescado Rabioso por cuestiones contractuales, el album de tapa deforme incluye la "Cantata de puentes amarillos", "Bajan" y "Todas las hojas son del viento". páginas ineludibles del Flaco.

* Durazno sangrando (1975). A Invisible se lo recomienda en bloque, como trío o con Tomás Gubitsch en El jardín de los presentes, con ese aire de música tocada en el espacio exterior que tan buenos frutos dio años después al Radiohead de OK Computer. Pero su segundo disco tiene algo de película, de continuidad conceptual (quizás por su inspiración en El secreto de la flor de oro, libro taoísta traducido por Richard Wilhelm con comentarios de Carl Jung) que lo vuelve fascinante. "Encadenado al ánima" es un viaje a lo desconocido siempre irresistible.


* Los niños que escriben en el cielo (1981). Si Alma de diamante fue un puente con el espíritu de A 18' del sol, el segundo disco de Jade mostró una modernización del sonido que Spinetta abrazaría en años siguientes. Un disco con interpelaciones al oyente, desde la pregunta inicial de "¿Alguien vio a este anciano / solo aquí en el desierto" de "Moviola" a "Nunca me oíste en tiempo", aplicable a tantas etapas incomprendidas de Luis. Y con "Contra todos los males de este mundo (el antídoto)" como bandera.


* Kamikaze (1982). Peleándole seriamente el sitial de disco icónico a Artaud, el album que Luis registró junto a Diego Rapoport es una de las mejores expresiones de su esencia. Guitarra Ovation y piano Fender Rhodes se combinan para un clima especialísimo en una serie de canciones que no son solo el rescate de la añeja "Barro tal vez": son un viaje al Spinetta más íntimo y visceral, sin necesidad de distorsión para conmover cimientos.


* Privé (1986). Energizado por los caminos abiertos tras el fin de Jade, el fracaso del proyecto junto a Charly y el cruce con Fito Páez para La La La -otro disco esencial-, Spinetta lanzó un disco de tal virulencia sonora y aura tecnológica que hizo torcer la cabeza a algunos. La pequeña multitud de invitados coloreó una producción personalísima, con momentos sublimes como "Ropa violeta", "Pobre amor, llámenlo" y una nueva advertencia a aquellos que querían cristalizarlo en un solo lugar: "No seas fanática".


* Don Lucero (1989). Tester de violencia ya había sido otra demostración de vitalidad, el disco que cerró la década volvió a sonar como en el espacio. Con una banda afiladísima (Mono Fontana, Guille Arrom, Javier Malosetti, Jota Morelli, Chofi Faruolo), de la deforme apertura de "Oboi" a la emotiva intensidad de "Cielo invertido" Spinetta entregó otro gran disco que quizá no fue "oído en tiempo", pero crece con cada escucha.


* Spinetta y los socios del desierto (1997). En 1995, los ecos del hitazo "Seguir viviendo sin tu amor" de Pelusón of Milk (1991) se habían apagado. Sin contrato discográfico, sin shows, sin proyecto a la vista, Spinetta convocó a Marcelo Torres y el "Tuerto" Wirzt para otro trío demoledor. Le llevó dos años poder editar el disco doble tal como quería, y las pruebas de cuánta razón tenía están al alcance de quien quiera escuchar obras maestras como "Diana", "Holanda", "Cheques", "Paraíso" y "Jardín de gente". Electroshocks de elevado lirismo para un album inoxidable.


* Para los árboles (2003). La presentación en el Gran Rex fue uno de los grandes desafíos de Spinetta al público nostálgico: solo un par de canciones viejas y el disco nuevo tocado de principio a fin. Había que buscar las razones por el lado de grandes canciones como "Cisne", "Yo miro tu amor", "Dos murciélagos" y "Agua de la miseria". Grabado en un país devastado, dedicado a María Gabriela Epumer, sigue siendo un enorme disco a redescubrir en la última producción de Luis.


* Un mañana (2008). Con una tapa deforme y un tema, "Hiedra al sol", que remitían directamente a Artaud, Luis encaró el que sería su último disco en vida con una formación de cuarteto (Claudio Cardone, Sergio Verdinelli y Nerina Nicotra) y una producción delicada que le dio especial brillo a "Vacío sideral", "Tu vuelo al fin" y la canción que abrió una velada inolvidable, "Mi elemento".


* Spinetta y sus bandas eternas (2010). Mejor que pellizcarse ante lo que en épocas anteriores hubiera sido una idea delirante: Spinetta reuniendo toda su historia en una sola noche. Las más de cinco horas de aquel 4 de diciembre de 2009 se condensan en tres discos que destruyen toda resistencia emocional, viaje y epílogo, testimonio de cuántos artistas cupieron en esa fisonomía alta y escuálida. Para verlo en DVD es imprescindible tener a mano los pañuelos de papel.