El 17 de febrero se cumplen cien años de un puto hecho histórico. Ese día de 1922 todavía parecían flotar en el aire de Santa Cruz las esquirlas de la trágica represión militar a la huelga de los trabajadores agrarios de las estancias; un episodio que hoy en día está caracterizado como un crimen de lesa humanidad y que dejó un saldo de 1500 personas fusiladas por el ejército genocida enviado por el presidente Yrigoyen.
El historiador Osvaldo Bayer, -siempre del lado anarco de la vida-, describió cómo, en ese contexto de terror, crueldad y hostilidad, cinco trabajadoras sexuales del prostíbulo La Catalana, regenteado por Paulina Rovira, decidieron no acostarse con un grupo de militares fusiladores que habían concurrido a ese lugar como una forma de “premiarse” por su “servicio a la patria”. Al grito de “¡nunca nos acostaremos con asesinos!”, Consuelo García, Ángela Fortunato, Amalia Rodríguez, María Juliache y Maud Foster, además de Paulina, se resistieron a escobazos.
La tropa las reprimió de forma brutal y el nombre de las cinco heroínas figura en un expediente. Para Osvaldo, ellas fueron “los únicos seres que tuvieron la valentía de calificar de asesinos a los autores de la matanza de obreros más sangrienta de nuestra historia”. Esta semana se cumple un siglo de esta gesta rebelde y trabajadoras sexuales y la Comisión Putas de San Julian, integrada por colectivas patagónicas feministas y artísticas, y diversos espacios de activismo LGBTIQ+ y memoria por las huelgas patagónicas, planean homenajearlas con una jornada de intervención artística curada por la docente, investigadora y torta peronista Kekena Corvalán y con la puesta del cuerpo de Graciela Rodríguez, Silvana Torres, Julieta Saachi, Patricia García y Mariana Corral.
Para ella se trata, sobre todo, de dar un debate político desde las artes y pensar este suceso como un anti monumento. ¿Qué significa anti-monumentalizar? Bajar a los próceres de los caballos, de dejar de tener monumentos que son disciplinarios, normalizares, porque son todos varones, son todos genocidas, son todos colonizadores. No queremos monumentalizar ni hacer un monumento a las putas, ni nada que aumente el patrimonio, porque no queremos patrimonializar la lucha. Georgina Orellano, secretaria del sindicato de trabajadoras sexuales AMMAR, también participará del evento junto a otras compañeras.
¿Qué significa para vos este evento histórico?
--Para mí significa valentía en un contexto difícil, significa historia, memoria, dignidad, cosas que históricamente se le han negado a las trabajadores sexuales. Se negó siempre nuestra valentía, porque se nos pone como sujetos pasivos, como víctimas, la historia nos invisibilizó, la dignidad siempre se nos ha cuestionado. La memoria es un ejercicio que tenemos que hacer en la militancia social y sindical, poder traer al presente a aquellas compañeras que nos allanaron el camino. También significa nuestro derecho a decir que NO: está muy presente la idea de que las putas no podemos consentir, hay un borramiento hacia nuestro consentimiento y esto es un acto de valentía: nosotras, aún en los contextos más difíciles, podemos decir que no.