En la cultura japonesa existe el concepto de mundo flotante para referirse a aquellos universos evanescentes que aparecen con la noche y desaparecen con el día. Son espacios especialmente diseñados para dar rienda suelta al erotismo y el deseo: los cabarés, los bares y shows nocturnos, los prostíbulos, los bosques orgiásticos, los cuerpos concupiscentes al alcance de la vista o de la billetera que se exhiben como mercancía en calles oscuras.
Bajando por las escaleras al subsuelo del MALBA que evocan descensos en escenarios ampulosos del teatro porteño, se resucitan fragmentos de uno de esos mundos flotantes. En efecto, la exposición Temporada Fulgor festeja la época dorada de la revista porteña bajo las lentes de Luisa y Chela Escarria, dos encantadoras hermanas colombianas que hacia fines de los años cincuenta se exiliaron en Argentina y fundaron el Estudio Luisita Buenos Aires sobre la mítica calle insomne.
Un recorrido por la galería de las fotografías exhibidas curadas excepcionalmente por Sofía Dourron recupera los carteles de neón, las plumas y sus ocupantes: las vedettes semidesnudas, los capo-cómicos machirulos, los bailarines con ropas ajustadas y otros personajes extintos de la farándula argentina.
Dueño de un imperio tan popular y glamoroso como vilipendiado, el teatro de revistas supo encandilar a la calle Corrientes -contribuyendo a apodarla como “la que nunca duerme”- frecuentemente durante dictaduras militares. Se puede afirmar que fue a un tiempo “Pan y circo” cómplice para desviar la atención respecto de los avatares políticos como el refugio y la vidriera de cuerpos, sexualidades e identidades disidentes en períodos oscuros de razias y persecuciones.
Desafiar la heteronorma con plumas y lentejuelas
En efecto, sobre sus escenarios travestis, trans, drag queen, locas y bailarines privilegiadamente gays desplegaban sus encantos y su mariconería, hacían gala de sus atributos físicos y provocaban deseos sexuales en correctos maridos, padres de familia y señoras clases medieras desafiando de paso a la heteronormatividad. Y todo eso a escasos metros de una Casa Rosada paradójicamente homofóbica que hospedaba a censores y guardianes de la moral. Al precio del insulto o de la burla procaz de los cómicos dirán algunos o de convertirse en meros objetos sexuales para la mirada masculina, dirán otros. Pero los espectáculos artísticos no suelen ser lineales y en ocasiones, las mujeres, las trans y algunas locas solían salir del paso con ingeniosos remates y graciosas inventivas y se erigían como las verdaderas protagonistas.
A su vez, el sensible foco de las hermanas Escarria logró captar detrás de las exuberancias desnudas de una Moria Casán o una Lía Crucet, miradas y gestos que develaban inteligencia, astucia y empoderamiento. O demostrar que las poses impostadas eran meras performances de género que hubieran fascinado a Judith Butler y que se burlaban del ojo masculino.
Las Escarria se dedicaron a fotografiar desde las marquesinas y los folletos del Teatro Maipo hasta el arriba y el debajo de los escenarios y la intimidad de actrices, actores, bailarines, músicos, cómicos y figuras icónicas de la cultura popular argentina. Así crearon y legaron imágenes que forman parte de la memoria colectiva: Nélida Lobato enfundada en minúscula prenda; Ethel y Gogó Rojo brillantes de pies a cabeza finalizando un espectáculo sobre el escenario del Maipo; Nélida Roca sumergida en una piscina de plumas; las blondas Norma y Mimí Pons confundidas en su voluptuosidad; Adriana Parents coronada por una flor plumífera; la escultural Zulma Faiad sosteniendo una boa de plumas desde su peinado alto como una torre; Juanita Martínez insinuante frente a un fálico obelisco luminoso de utilería; José Marrone recostado en un teléfono gigante; una voluptuosa Susana Giménez en paños menores mirando seductoramente a cámara o a Claudio García Satur para el cartel de “La libélula” una obra destinada a caer en el olvido.
La exposición se complementa con objetos que harán la delicia de nostálgicos - álbumes y cajas kitsch para guardar fotos autografiadas, cosméticos del momento- y negativos que dan cuenta de los trucos de la época -precursores de la fotoshop- para borrar las imperfecciones y mostrar los cuerpos y la belleza hegemónica que parece precisar cada época. Con este gesto, se evidencia que el ideal de mujer es solo una ilusión paródica al servicio del patriarcado y el capitalismo.
Temporada Fulgor constituye un nostálgico, encantador y brillante descenso al mundo de la cultura popular, recupera para las nuevas generaciones nombres como el de Susana Brunetti, Nélida Roca, Ámbar La Fox, a talentosas beldades como el bailarín Pedro Sombra y también a anónimas travestis, trans y locas que desde su lugar pueden leerse como valientes pioneras en las luchas por la igualdad. Al tiempo rescata escenas de esos paraísos de la carne que suelen expresar la fugacidad de la vida y de placeres humanos, demasiado humanos, que Nietzsche y Bajtín hubieran celebrado.
Temporada Fulgor, con curaduría de Sofía Dourron y colaboración de Sol Miraglia, puede verse hasta el 14 de marzo de 2022 en el Malba, Av. Figueroa Alcorta 3415, CABA. La muestra se complementa con la exhibición del documental "Foto Estudio Luisita" (2018) codirigido por Sol Miraglia y Hugo Manso (todos los jueves de febrero a las 19 hs).