-¿Me sacan del retiro para que seduzca y atrape a alguien?
-No es la primera vez que lo hacés.
-¡Sí con los pezones agrietados y la cicatriz de una cesárea!
-Los hombres no son tan exigentes.
Ese diálogo entre el agente norteamericano Chauncey y Jenny Franklin ocurre en el primer capítulo de In from the cold, o “El regreso de la espía”, una serie que Netflix estrenó recientemente y que presenta a una madre de familia que resulta ser una ex agente de la KGB que, además, tiene poderes especiales que, para no spoilear nada al lector, se omitirán mencionar aquí. Esos poderes son fruto de un viejo experimento de la era soviética. De hecho, toda la serie tiene un espíritu muy “Guerra Fría trasladada al presente”. Chauncey pretende que Franklin salga de su retiro para desarticular un complot internacional que busca asesinar al presidente de España a través de un grupo de ultraderecha (“Los Jinetes”). Para complicar las cosas, se mezclan evidencias de manipulación mental.
Todo el argumento es, cuanto menos, exagerado, y probablemente la comunidad twittera encontraría en el adjetivo “falopa” su mejor descripción. Así y todo, hay algo en el ritmo de la serie que empuja a terminarse los ocho episodios. Quizás sean los cliffhangers de cada final de capítulo (que son siempre efectistas). Quizás hay una cuota de fascinación, de querer ver hasta dónde va a estirar los límites de la verosimilitud que construye la propia serie. Pero el play está ahí.
El responsable de In from the cold es Adam Glass, guionista y productor de la serie, pero mucho más conocido por su trabajo como productor en la serie Supernatural, que presentaba a mujeres jóvenes resolviendo casos sobrenaturales. Glass tiene en su haber otras series policiales (como Cold case y Criminal Minds) y distintos títulos como guionista de Marvel Comics y DC Comics (incluyendo varios números de Deadpool y un run extenso de año y medio en Suicide Squad, entre 2011 y 2013, además de un especial de la Liga de la Justicia). La actriz protagonista, Margarita Levieva, nació en San Petersburgo, Rusia, pero se nacionalizó estadounidense, y para la mayoría de los otros papeles el cast recurre a actores oriundos del país que identifica al personaje.
La serie oscila en un equilibro precario. El capítulo inicial presenta a una mujer que no parece querer volver a su yo del pasado. Una mujer de cuarenta, aparentemente recatada y reprimida que atraviesa su primer divorcio, que intenta conectar con su hija adolescente en un viaje a España. Hasta que empiezan a volar las patadas y debe hacer malabares para gambetear la extorsión de la CIA y mantener su fachada de madre preocupada por el torneo de patinaje sobre hielo que tiene su hija por delante. En este punto empiezan a acumularse las víctimas inocentes y Jenny Franklin hace del problema que le encajaron algo personal.
En el proceso, el espectador ve dos líneas narrativas paralelas. El conflicto en la actualidad y flashbacks permanentes a los años formativos de la protagonista, en los que intenta infiltrarse en la embajada china en Moscú (la serie tiene diálogos en inglés, español, ruso y mandarín).
Quizás su principal problema es que no se anima a ir a fondo con algunas cosas que propone. Los villanos –bastante unidimensionales- encarnan todas las pesadillas que puede imaginar el progresismo. Son xenófobos, machistas, abusan de su poder, ejercen el abuso intrafamiliar, quieren romper la institucionalidad democrática y trafican drogas. Incluso los supuestos “héroes” pueden caer en actitudes cuestionables (su hija reclama a la protagonista de estar haciéndole “gaslighting”, por ejemplo).
El problema quizás no está en esa unidimensionalidad, sino en que todos esos temas parecen haberse escrito con el manual sobre la mesa, como para cumplir abordar por encima los tópicos del momento, pero sin profundizar en ningún momento. Por ejemplo, a la hija de la protagonista la aborda y seduce uno de los secuaces del villano español e inmediatamente comienza con el modus operandi de novio acosador, revisándole el celular y manipulándola. Pero ese conflicto en puertas se resuelve lejos de la mirada de la chica. No hay empoderamiento alguno para la adolescente ni nada que le revele la perfidia del galán, sólo resulta ser un desvío argumental que se diluye a los golpes.
A pesar de esto, como serie de aventuras, acción o de espías, In from the cold banca la parada aceptablemente. Cumple con la regla crucial de ir revelando la trama de conspiraciones y enemigos como capas de una cebolla, tiene algunas vueltas de tuerca inesperadas y golpes de efecto funcionales. Es, en definitiva, lo que se puede reclamar a una serie de género como esta. Eso, y un buen “continuará”.