Nos espera el mar, el segundo libro de Santiago Garat (Rosario, 1974) "no se encuadra dentro de categoría genérica alguna", como escribe en el prólogo Pablo Bilsky. Dos encierros resuenan uno en otro, en un acorde que hace del tiempo un espacio y pone a sonar la memoria de la cárcel política del padre en sintonía con un presente de lucha y familia en pandemia. Y la manera de contarlo es en retazos de minificción, memoir, prosa poética, poesía en verso y un híbrido entre todas esas formas: una prosa rítmica con cadencia murguera.

"Hay una sola forma en que la prisión no duela tanto: que el preso y sus amigos sigan aún con más entusiasmo, en la senda misma de su pueblo, trabajando, amando y luchando", escribía Eduardo Héctor Garat para un Santiago de siete meses de vida en la cita que cierra el libro, publicado en Rosario por Cooperativa La Masa con el apoyo de la asociación civil Cadena Informativa. Periodista y cooperativista, su hijo escritor trabaja en ambas. Integra la agrupación H. I. J. O. S. y se define: "hincha de Central y peronista".

"Dejé de salir y me fui haciendo parte de la casa", narra el autor en uno de sus relatos breves, encabezado por un epígrafe de Coki Debernardi ("Y el río te lleva hasta el mar"). "Fui mueble, fui living, fui mancha en la pared. Fui mosca rebotando en la ventana, fui telaraña agazapada en un rincón. Fui hoja seca bailando en remolinos, en el patio, hoja que no recuerda de qué árbol se desprendió. El baldazo me arrastró a la rejilla y desembocamos en el río, con cadáveres de hormigas, patas de cucarachas y un blíster de Clonazepam. El consuelo, en esta noche eterna, es que nos espera el mar". Nos espera el mar es precisamente el título del libro, que resignifica como inmensidad, posibilidad y espacio abierto aquella lejanía que desde la orilla aparece como límite.

"Garat construye una forma de lo popular", señala Bilsky. "Su materia, la materia que intenta moldear a través de la lengua, tiene que ver con las formas de lo sensible del mundo popular, del trabajo, de las trabajadoras y los trabajadores, de los movimientos sociales, de las y los de abajo". Advierte Manolo Robles en la solapa: "No hay nada que pueda hacerse de a pocos. Por eso este libro es del Santi, sí, pero es a la vez de La Masa, esta que se amasa sin usar de harina a los demás". La Cooperativa de Comunicación "La Masa" surgió entre 2007 y 2008 como una "fábrica de comunicación" capaz de generar contenidos sin explotación económica ni intelectual, según se cuenta en una entrevista de Estefanía Giménez a Manolo Robles, publicada en EnREDando en octubre de 2011.

Destaca Giménez que al comienzo fueron 11 periodistas. La coincidencia con el número de jugadores de un equipo de fútbol en la cancha no es casualidad. Garat profundiza en este segundo libro su obsesión con el fútbol, un deporte en equipo donde los logros son siempre colectivos. El fútbol ilumina y da alegría a las sencillas vidas que relata en sus brevísimas narraciones, donde con pocos detalles arma la escena del hogar humilde de la familia trabajadora o excluida del sistema. Y, desde la radio o TV, el relator del partido encarna la voz épica del género periodístico deportivo, cuyo valor estético literario ya no se pierde de vista en la urgencia por saber quién hizo el gol. En Garat, como en la vida, el saber sobre la historia del fútbol se transmite oralmente de padres a hijos, asociando estilos de jugadas con los apellidos de los jugadores que las lucieron con resultados victoriosos. Las formaciones de los equipos son la única memoria que resta en la locura ("La vereda de la sombra"), mientras que la broma de imitar las voces del fútbol puede hacer olvidar la voz propia ("La risa de Patán"). Una jugada maestra desemboca en el mar y en una fantástica metamorfosis en "El 8 que llegó de Instituto", y el recuerdo del primer gol se hace abrazo y cielo en "La tribu". En esto la temática es coherente con su libro anterior, mucho más centrado en el fútbol: El sol era la pelota, publicado en 2018.

La especialidad de Garat en cuento y poesía son los remates, los giros sorpresivos en el final, a la manera de O'Henry. El final puede cambiar todo el sentido del cuento en el último renglón o incluso en la última palabra, o dar un cierre donde con muy poco se dice muchísimo: "Después volvimos a Rosario, se llevaron a mis viejos y terminé con esta gente que no sé quiénes son". ("La Zanellita marrón"). "Un día me llevó a ver una pelea en Sportivo América [...] y otro día mi vieja nos vino a decir que murió" ("Ángel").

Un estilo consistente, propio, atraviesa la diversidad de géneros y tonos de todos estos textos, aparentemente tan variados. La voz que narra lo hace con lo mínimo, como presionada por la urgencia de tener que definir la jugada o la nota, y bajo esa presión surge una gracia que excede lo cómico o lo humorístico y que puede coexistir tanto con la ternura de los afectos cercanos como con las tragedias de la historia del país. Esa pelota que el Negro Fontanarrosa venía llevando al arco, Garat la toma con un eficaz estilo minimalista que no cesa de traer al presente el espesor político de la memoria.

Eduardo Héctor Garat fue desaparecido por la dictadura el 13 de abril de 1978. Era abogado y militante. Su desaparición se investiga en el marco de la causa "Guerrieri". Su madre, Haydée Cabanillas de Garat, integró la agrupación Madres de la Plaza 25 de Mayo. La única imagen en movimiento que se conserva de Eduardo es la de la corrida, en grupo, no solo, sino con compañeros y compañeras, doblando la esquina de Moreno y Córdoba el 21 de mayo de 1969, durante la marcha obrero-estudiantil del Rosariazo.

El amor de Santiago Garat por su propia hija se expresa en su nuevo libro en este relato de una sola oración que lo expande hacia lo universal, acaso uno de los más tiernos que se hayan escrito sobre la parentalidad, el apego y el vínculo filial: "Inventan, imaginan, construyen, destruyen, aprenden, enseñan, preguntan, contestan, se divierten, se enojan, te enojan, se les pasa, se te pasa, se caen, se levantan, se acuestan, te piden cuentos, te hacen el cuento, se esconden, te descubren, te piden, te dan, lloran, te secan las lágrimas, te piden mimos, te acarician, se ensucian, los bañás, los secás, los vestís, se desvisten, les atás los cordones, los ayudás con la tarea, te desvelás, madrugás, te llaman, los acompañás, los pasás a buscar, les hacés upa, cocoyito, cosquillas, pedo en el pupo, les cambiás el pañal, te dicen que te quieren, te derriten, se meten en tu cama por las noches, les firmás la libreta, los retás, los perdonás, les pedís perdón, los hamacás, los esperás abajo del tobogán, les cortás la milanesa, se la soplás, le ponés mayonesa, les das la mano fuerte, y nunca más se la soltás". ("Abajo del tobogán")