Este fin de semana, el Cosquín Rock llegará a su edición 21. Será la primera en pandemia, luego de que 2021 bloqueara esa saga ininterrumpida desde 2001 que lo convirtió en el festival del palo que más veces se hizo, incluso muy por encima de los que escribieron remanidas leyendas.
Repartida en dos escenarios principales, más otros cinco adicionales, la grilla será numerosa y amplia como nunca: 73 shows el sábado, más 76 el domingo, redondearán un total de centena y media de bandas y solistas. Y hay menú para los paladares más diversos: desde próceres del rock como Skay, Ciro o Babasónicos hasta cantantes de los últimos años como Wos, Trueno y María Becerra; pasando por Él mató a un policía motorizado, El Kuelge, Zoe Gotusso, Sol Pereyra, La Delio Valdez, Gativideo o Natalie Pérez. Elige tu propia aventura.
Pero el acto final, el que cerrará el escenario cabecera ya en la madrugada del lunes, será de La Mona Jiménez. El cuarteto cordobés llega por primera vez al Cosquín Rock a través de su leyenda viviente, nacida a no más de 50 kilómetros de Santa María de Punilla, donde en verdad se hace el festival. La noticia se conoció en diciembre, y varios medios la titularon con palabras como "bomba" o "sorpresa"... ¿para tanto?
► El rock monatributista
El rock se mece en una dialéctica histórica: surge como expresión bailable, luego se sofistica musicalmente en detrimento de lo anterior y, más adelante, tensa la síntesis entre cuerpo y cabeza, los cuales a su vez pendulan de la oposición a la anexión. En esa dinámica de discusión ética y estética, los relatos se van interpelando constantemente.
Aunque sea un ejercicio ucrónico, bien podríamos imaginar a Rodrigo o a Gilda en el lineup no sólo del Cosquín Rock, sino de cualquier otro festival. Lo cual demuestra que ese crossover con la música tropical es mucho más añejo de lo que imaginamos: la propia Mona se había valido de Cemento para consolidar su desembarco porteño varias décadas atrás. Como si fuera poco, en estos días contó que ya había sido invitado al primer Cosquín Rock. Y el propio rock cordobés lo homenajeó en 2011 con el disco Monatributo.
Que La Mona Jiménez sea el número de cierre del CR22 no obedece a un único motivo. Y resalta algo que ya no es novedad: las expresiones de la cultura popular se mueven en un fango compartido, sin límites claros, donde los contenidos mezclan los gustos, los despojan de pruritos. ¿Posmodernismo? "Depende", responderían los posmodernos.
En tiempos donde se discute si el rock murió o qué -y si otras expresiones que generan más interés lo lograron siguiendo aquellas huellas-, la elección de La Mona como número final del primer Cosquín de la pandemia toma una fuerte carga simbólica. Por empezar, parece una salida por arriba a la necesidad de tener que ampliar la oferta festivalera para seguir tentando a jóvenes de todo el país, músculo principal del barro punillense. Una cosa es amontonar artistas en diversos horarios, dos días y siete escenarios; y otra muy distinta elegir cuál protagonizará el acto central.
► Lo propio, lo ajeno y el fin de las divisiones
Con esta participación, La Mona Jiménez sicretizará como ninguno el entrismo a entornos ajenos, después de su irrupción demencial en el Cosquín original. La organización del tradicional festival decidió abrir la agenda folklórica al fenómeno provincial y la Plaza Próspero Molina, capacitada para 15 mil personas, fue tomada por más de cien mil fanáticos una noche del verano de 1988.
Córdoba es la provincia que más veces hosteó no sólo un festival de rock, sino también otro de folklore. Y acaso la que más hizo resonar en el resto del país una creación propia, distinguible: el cuarteto cordobé'. Además de la lectura macro, es interesante el debate que se produce hacia adentro, a propósito de todos estos fenómenos a encontrarse en el escenario principal del Aeródromo de Santa María de Punilla.
El periodista cordobés Germán Arrascaeta lo semblanteó mejor en una nota publicada en Vos, el suplemento del diario La Voz del Interior. Se trata de una conversación con un colega al que no deschava, el cual afirma que la centralidad que toma La Mona en el Cosquín Rock responde al "clima de la época", porque "diez años atrás no era cool la Mona" y "hoy sí".
"El progre que lo miraba como sujeto de estudio antropológico (iba a los bailes a 'estudiarlo') ya se dio cuenta de que esa actitud era profundamente clasista", sigue. El interlocutor agrega: "Quería 'disfrutar' las canciones de Drexler y 'analizar' el fenómeno de La Mona". Y concluye, acaso entendiendo el arco que toma el nuevo Cosquín Rock: "Menos mal que el trap y otros géneros terminaron con esas divisiones absurdas".