En muchas oportunidades en nuestra historia se ha hablado de la existencia de dos Argentinas, como forma de expresar dos realidades, al menos, conviviendo dentro de sus fronteras. Hoy se puede decir que eso permanece y se ha profundizado. Quizás sean más de dos.

Las negociaciones con el Fondo, los discursos de ciertos funcionarios, la constante prédica de los medios hegemónicos a través del cacareo de sus empleados, la farsa en la actuación de buena parte del poder judicial, y la intervención descarada de los grandes monopolios formadores de precios, entre otros, van mostrando que desde allí se habla de una manera.

Expresan en general una cara de la moneda que apunta a generar un escenario retorcido, ficticio, mentiroso sobre algunas realidades con las que nos toca convivir. En general mostrando sus opiniones como lo único, verdadero e indiscutible, y naturalmente en contra de los intereses nacionales y en especial contra las mayorías más postergadas.

Fundamentan sin demasiados argumentos, en general con explicaciones que nadie termina de entender, mienten descaradamente y lo hacen para un sector reducido de la sociedad. Jamás dan explicaciones suficientes y la mayoría de las veces son poco convincentes. Con eso siguen adelante, sobreviven acumulando dudas y falsedades.

Del otro lado, una enorme parte de la población asiste como convidado de piedra, o no se interesa o directamente no les cree. Así es como decrece el interés por la política, y la militancia, cae el compromiso: “son todos iguales”, “la política no me interesa”, etc., etc. Como en buena parte de los '90, prima el individualismo, el desinterés, el sálvese quien pueda. Predomina el agotamiento y desinterés, desesperanza, desconfianza en las promesas. Ese combo existe y mucho en el seno social de nuestra Patria pero parece que a pocos les importa.

Dos realidades, al menos, pueden verse claramente, la de la opulencia de los poderosos y sus “aliados” de todo pelaje, funcionarios que no funcionan entre otros y los grandes sectores sociales, marginados, pobres, indigentes y buena parte de la clase media, trabajadores que no ganan más de 60.000 o jubilados de 30.000, pequeños comerciantes y productores víctimas de una inflación descontrolada que los asfixia y los extermina.

Por lo menos dos Argentinas, a estas alturas casi irreconciliables que parecen pasar desapercibidas para nuestro elenco gobernante, que se ocupa más de atender deudas ilegitimas y conformar a los poderosos antes que abordar soluciones drásticas para quienes representan a los más extensos sectores de la sociedad que padecen desde siempre la expoliación histórica de este injusto sistema.

Héctor Marinángeli