Desde Tegucigalpa
Luego de un acuerdo entre Manuel Zelaya Rosales, expresidente de Honduras y actual Coordinador General del partido Libre, y los diputados disidentes que habían creado un Congreso paralelo, éstos cedieron en sus intenciones y se incorporaron a la cámara de Diputados presidida por Luis Redondo -del partido Salvador de Honduras (PSH)-, que contaba con el aval de la mandataria Xiomara Castro y de sus votantes.
El regreso al poder de la izquierda en la nación tropical, liderado por la amplia victoria conseguida por Castro a fines de noviembre pasado -doce años después del Golpe de Estado de 2009 contra su compañero Mel-, había sido opacado días antes del cambio de gobierno cuando diputados recién electos de su mismo Partido Libre no aceptaron ceder la junta directiva del Congreso a un representante del PSH.
Para derrotar al Partido Nacional y quitar a quienes convirtieron al país en un Narcoestado, el partido Libre y el PSH se habían aliado, desistiendo Salvador Nasralla a su candidatura para convertirse en jefe de Estado, con la contraparte de que su grupo comandara el poder legislativo, sin importar cuántos diputados sacara cada facción.
Consumada las históricas elecciones y a punto de la juramentación de Castro, veinte congresistas de su color se aliaron con los tradicionales nacionalistas y liberales -a quienes venían criticando durante la misma campaña electoral- para conseguir quórum y apropiarse ellos de la presidencia provisional del parlamento, con el argumento de que Redondo no tenía los votos suficientes y que además no era justo que no fuera Libre quien presidiera el legislativo, teniendo el mayor número de representantes.
Xiomara Castro calificó al acto como traición y llamó a que sus simpatizantes se congregaran en la entrada del Congreso, donde los diputados de su partido que se mantenían fieles y los integrantes del PSH juramentaron a Luis Redondo como presidente del legislativo, acorde a lo pactado en la alianza previa a los comicios. Desde ese día y hasta el pasado lunes -Castro asumió en medio-, habían estado ambas cámaras sesionando en paralelo. La dirigida por Redondo en el hemiciclo y la dirigida por Jorge Cálix -el diputado más votado de Libre, posteriormente expulsado- de forma virtual.
Después de más de dos semanas de incertidumbre, tensiones, reuniones, invitaciones y negociaciones, los congresistas disidentes aceptaron reintegrarse al partido y desistir en sus aspiraciones de comandar el poder legislativo, dejándole la presidencia a Redondo y honrando el acuerdo electoral. En la conferencia que dieron junto a Zelaya, Cálix dijo seguir creyendo que le correspondería presidir la cámara de diputados, pero que en pos de la gobernabilidad daba un paso al costado, “pensando en lo que más le conviene al pueblo hondureño en este momento”.
Zelaya sostuvo que con el acuerdo se estaba “logrando legitimidad y logrando legalidad en cuanto a lo expresado en las urnas” y resaltó la importancia de que “el partido que ganó las elecciones estuviera unido y respondiera a la voluntad popular junto a la presidenta para mantener el acompañamiento del pueblo”, que celebró el reencuentro, pero que tampoco olvidará fácilmente el ida y vuelta.
El martes por la tarde sesionó por primera vez el congreso unificado, donde Cálix y los ex disidentes entraron acompañados de mariachis que entonaban el clásico “yo sigo siendo el rey” -¿una provocación?- mientras se saludaban con sus nuevamente correligionarios. También presentes en la cámara, los nacionalistas reclamaban que la junta directiva presidida por Redondo tenía que volverse a someter a votación, jactándose ahora de defender el Estado de Derecho.
Juan Orlando Hernández se quedó sin visa
Hablando de nacionalistas, justo minutos después de que se oficializara el acuerdo a lo interno de Libre, el Secretario de Estado norteamericano Antony Blinken hacía pública la inclusión del ahora expresidente Juan Orlando Hernández en una lista de Actores Corruptos y Antidemocráticos, revocándole la visa y prohibiéndole la entrada a Estados Unidos por “cometer o facilitar actos de corrupción y narcotráfico, y utilizar las ganancias de actividades ilícitas para financiar campañas políticas”.
Posteriormente, la congresista demócrata de origen guatemalteco Norma Torres publicó en sus redes y en castellano: “Primer paso, luego vienen los cargos revelados en la corte de Nueva York y después la extradición!". Agregó que era fundamental que su nación lo haga responsable, "para que el pueblo hondureño y todos los perjudicados por su administración, puedan comenzar el proceso de sanación y cambio".
Hernández respondió mediante una carta donde aseguró -con el cinismo que lo caracteriza- sentirse sorprendido que las acusaciones hacia su persona se basaran “en declaraciones de narcotraficantes y asesinos confesos” extraditados por su gobierno, que “se enfrentó de manera valiente contra el crimen organizado y cuyos resultados fueron altamente positivos”.
También el mismo día fue condenado en Estados Unidos a cadena perpetua más treinta años el narcotraficante Geovanny Fuentes, quien según la fiscalía era “un traficante de cocaína despiadado, poderoso y asesino”, y estuvo involucrado en el envío de más de 21 mil kilos de estupefacientes al norte. Según un testigo que declaró en el juicio, Fuentes había conspirado con Hernández para “meterles la droga por la narices a los gringos”, aunque el expresidente jura que ni siquiera se había enterado que su hermano Toni había usado un submarino de la Armada para transportar al norte la droga que producía y a la cual hasta le estampaba sus iniciales TH -por Toni Hernández-, en una más que ilustrativa demostración del nivel de impunidad que manejaban.