Dos comandantes de Gendarmería Nacional que declararon ayer en la continuidad del juicio oral y público que en el Tribunal Oral en lo Federal N° 1 se sigue contra siete personas acusadas de integrar una organización dedicada al narcotráfico y el lavado de activos provenientes de esa actividad, aseguraron que el principal acusado, Delfín Reynaldo Castedo, era efectivamente el jefe, y pusieron énfasis en su poder económico que le permitió permanecer prófugo por casi diez años. 

“La complejidad en la acción de Castedo nunca la vimos”, aseguró el primer comandante que declaró ayer. Reseñó que cuando fue detenido, el 22 de julio de 2016, en la provincia de Buenos Aires, Castedo tenía un DNI falso, la camioneta estaba a nombre de esta identidad, el registro de multas mostraba que “viajaba con asiduidad entre Buenos Aires y Salta” y hasta viajó a Italia y España con esa misma identidad falsa. “Tengo que tener una muy buena estructura económica detrás para solventar esos documentos falsos y viajar”, dijo el testigo, en 32 años de servicio nunca antes vio “una logística de estas características”, completó. 

Hablando sobre el poder económico de Castedo, el Comandante Uno (como prefieren no ser identificados públicamente aquí se los llamará así) recordó que “estuvo 9 años prófugo sin actividad laboral, sin cuentas bancarias a su nombre”, con personas dependiendo laboralmente de él y en sus campos (las fincas El Pajeal y el Aybal, que totalizan casi 30 mil hectáreas) se veía una evolución en equipamiento y animales “que no condecían con la actividad del lugar”.

A su turno el Comandante Dos dijo que en las escuchas telefónicas se aprecia que las comunicaciones entre las personas involucradas en esta investigación tenían una característica del narcotráfico, que es “la compartimentación”.

El comandante también aseguró que Eduardo “Pinto” Torino, un corredor inmobiliario que está siendo juzgado como parte de la organización narcocriminal, “manejaba los negocios estructurales económicos del señor Castedo”, “realizaba todos los trámites de apoyo logístico”, que mantenía contacto con Viviana Pascuso, una mujer que comenzó a tener preponderancia una vez que el jefe fue detenido y que luego inició una relación amorosa con él.

Los dos testigos afirmaron que Torino hacía todo esto sabiendo que Castedo estaba prófugo de la Justicia. “En Salta absolutamente todo el mundo sabía que Castedo estaba prófugo”, añadió Dos. Por eso precisamente no podía estar en las fincas de su propiedad y se la manejaban Torino, Ricardo Ervas, encargado de los campos, y una tal Micaela Romero, “que hacían cosas por órdenes de Castedo”.

El poder superlativo del jefe

El testigo Uno recordó que en Salvador Mazza, pueblo que linda con Bolivia, de donde son oriundas las personas que están siendo juzgadas (salvo Torino) y donde se encuentran las fincas, “hay actividad de tráfico de estupefacientes” y la organización sigue siendo de clanes familiares. Se trata, dijo, de una “estructura antigua”, hay clanes patriarcales, cuyo jefe es el varón más antiguo del grupo; otros son matriarcales, dirigidos por una mujer que puede ser la mayor o la que tiene más hijes. En algunos casos son complementarios. La característica de estos clanes es que “el poder de decisión de esas personas  es superlativo, lo que se dice, se hace”. “En este caso (de las personas que están siendo juzgadas) el jefe era Delfín Castedo”.

El comandante dijo que se consultaba todo a Delfín, desde cuestiones mínimas a las de mayor importancia. Y, si no lo encontraban a él, se consultaba con su entonces esposa, Melba Araujo, que está siendo juzgada en este proceso. Sobre ella dijo que cuando el jefe fue detenido, "hay funciones que pasa a cumplir (ella)”.

Y también habló de la forma en que jefes y jefas logran lealtades. Usó la frase “existen otros métodos”, antes de contar que una vía es la “lealtad que se trasmite por relación laboral” que en muchos casos se transforma en relación de parentesco. Y también esa lealtad “se construye con poder y con miedo”.

Sobre el miedo habló también el Comandante Dos. Dijo que estando prófugo Castedo iba a veces a las fincas, que “no era difícil obtener información” en Salvador Mazza, “lo difícil es que esas personas accedieran a identificarse”, decían que el fugitivo tenía contactos en el Poder Judicial, que era una persona violenta, y recordaban en ese sentido el asesinato de la pequeña productora rural Liliana Ledesma, cometido el 21 de septiembre de 2006, luego de que denunciara actividades de narcotráfico. Y de hecho, señaló el testigo, Castedo recibía información que solo podía tenerla con contactos en ciertos sectores, como el Poder Judicial y las fuerzas de seguridad.

En este mismo sentido, este oficial recordó que Torino arregló una coima, y Castedo la autorizó, a un comisario de apellido González; que el encargado amenazaba al fiscal penal provincial Armando Cazón advirtiéndole que si no se apuraba a desalojar a Pilar Rojas, que habitaba en El Aybal, iban a recurrir a funcionarios judiciales amigos para iniciarle un jury de destitución. Y contó también que por instrucciones de Castedo, otra mujer que colaboraba con el jefe, Micaela Romero, habló con el hijo de Rojas para que morigerara el tenor de su declaración, algo que hizo también con otros testigos, y que la misma Romero le avisó que había que sobornar a policías y el jefe respondió “está bien”.

Dos también aseguró que los campos de propiedad de Castedo “son prácticamente inmejorables si uno quisiera realizar un acto ilícito”, ingresar o sacar algo del país. Además de limitar con Bolivia, por caminos secundarios se puede salir al sur de la ciudad de Tartagal evitando los mayores controles de Gendarmería en el norte.

Estas fincas son colindantes entre sí y en ellas hay tres portones sobre caminos, y pasos no habilitados, que conectan con Bolivia, indicó el oficial, que sobrevoló estas propiedades. El Portón N° 1 está en El Pajeal, da a un camino que ingresa a territorio boliviano y del lado argentino tiene un camino consolidado “grande” por el que pueden transitar camiones; el N° 2 está en El Aybal, cerca de un hito internacional; y el N° 3, en el límite Este de El Aybal y es una picada que semeja “una autopista” por lo ancha.

Tráfico, transporte y distribución

El Comandante Uno instruyó también sobre las actividades de narcotráfico. Explicó que algunos clanes realizan tráfico, introducir la droga desde el vecino país a territorio nacional; otros se dedican al tráfico y al transporte, ingresar la droga y trasladarla dentro del país, y otros trafican, transportan y distribuyen, actividad esta última que se focaliza en el lugar donde están las personas que reciben la carga. La distribución, detalló, incluye el envío al extranjero.

En el caso del Clan Castedo, realizaba todas estas actividades y en la operación se cruzó con el poderoso Clan Loza, especializado en el lavado de activos, y el Clan Ferreyra. Y también estaba vinculado, dijo el testigo, a los clanes Yudi (Alberto, Luis y Mario Yudi están siendo juzgados en este juicio) y a la organización del abogado Carlos Salvatore (f) que en 2015 fue condenado como el cerebro de la operación Carbón Blanco, el más grande cargamento de droga secuestrado en el país.

El comandante Uno dijo que estos clanes conseguían la droga en Bolivia y Salvatore la distribuía a nivel internacional.

En Carbón Blanco se mencionó reiteradamente que la droga era provista por el Clan Castedo. El Comandante Uno recordó que en un secuestro de una tonelada de cocaína del Clan Loza los paquetes tenían impreso un delfín, y añadió que se decía que este logo estaba asociado a Delfín Castedo. El abogado Mariano Alvarez, que defiende a los hermanos Delfín y Raúl Amadeo “Ula” Castedo, le preguntó luego si no conocía que el Cartel del Golfo, que opera en México, usa este logo.


Dos cargas perdidas

El Comandante Uno también afirmó que Melba Araujo “tenía una relación directa y de control sobre el señor apodado Riqui (Ricardo Ervas)” cuando organizaron el transporte de una carga de 180 kilos de cocaína que fue finalmente secuestrada, el 22 de diciembre de 2016, en El Quebrachal, en el sur de Salta, hecho por el fueron detenidas estas dos personas más el ciudadano boliviano Ricardo Martínez Cuéllar y Bernardo Alejandro Flores, que conducía el camión.

El Comandante Dos dijo que al parecer Martínez Cuéllar y Castedo tenían una relación que venía de lejos. "Don Ricardo”, como lo llamaban, presionaba a Ervas reclamando a Castedo una carga de droga, o que le entregaran la documentación que probara que había sido secuestrada. Y una vez que Castedo fue detenido, el reclamo ya era por dos cargas, una vez don Ricardo le dijo a Ervas que estaba recibibiendo amenazas de los proveedores y le pidió que hablara con “la señora”, como llamaban a Araujo, pero el encargado le respondió que ella no le temía y que iba a hacer una denuncia. 

En otra ocasión don Ricardo le pasó el teléfono a un hombre con acento colombiano, que recordó que habían perdido dos cargas y reclamó su pago o los papeles que certificaran el secuestro, y advirtió que si eso no ocurría iba a haber represalias.

Poco después la casa de Castedo, donde residían Araujo y sus hijas, fue atacada por dos hombres que maniataron y golpearon a una de las hijas y se llevaron dinero. Esta agresión fue denunciada penalmente, pero Castedo, que por entonces estaba ya distanciándose de Araujo, sospechaba que había sido un autorrobo de su ex esposa para quedarse con esa plata. El testigo Dos relató que en una conversación intervenida  Castedo instruía a una de sus hijas sobre cómo guardar unos miles de dólares que estaban en la casa, instrucción que cerró con la indicación: “Si tu mamá quiere tocar eso, decile que a la noche cuando duerma le vas a dar una puñalada”.

Sin embargo, Dos destacó que no hay registros de secuestros de cargamentos de cocaína vinculados a Castedo en ese momento. Y especuló que el capo podría haber usado su detención: “Creo que el señor Castedo aprovechó su detención para justificar y quedarse con la droga”.

La caída por un dosel 

Los dos testigos de ayer participaron de la investigación que logró la captura de Castedo en 2016. Para entonces hacía casi diez años que estaba prófugo, tanto en la Justicia provincial, que lo investigaba como instigador del asesinato de Ledesma, como de la Justicia Federal (en este caso, a partir de 2008), que lo investigaba en varias causas por narcotráfico. 

Los comandantes contaron que lo ubicaron uniendo datos, a veces retazos de datos, de un lado y otro. Primero, dijo Dos, reunieron toda la información sobre el fugitivo, e intervinieron los teléfonos de sus relaciones cercanas, entre ellas el de Torino y el de Verónica Leila Heine, con la cual Castedo viajó al exterior en 2010 y que también fue detenida por narcotráfico. Por una conversación entre Ervas y Martínez Cuéllar supieron que estaba en Buenos Aires y que su entonces esposa, Melba Araujo, había ido a visitarlo con dos hijas en común.

Revisando el perfil de esta mujer dos fotos los llevaron al capo narco: por el dosel de una cama y las cortinas de la habitación dieron con un hotel en Once, montaron guardia y tras una vigilancia “de varios días” vieron a Araujo y sus hijas saliendo con un hombre. Todo indicaba que era el fugitivo, pero los gendarmes no lo conocían en persona y las últimas fotos que habían visto de él databan de 2010. Al parecer Castedo advirtió que era seguido y se escabulló.

Otra noche siguieron a Araujo, que subió a una Hillux 4 x 4, lo que les dio más información sobre su conductor, Eduardo Lungo, la identidad falsa que usaba Castedo. Con el análisis de los teléfonos ubicaron donde pasaba las noches. Hasta que el 22 de julio de 2016 un primer alférez y dos gendarmes (“un chico y una chica”, en el relato del Comandante Dos) lo detuvieron cuando subía a la camioneta. Castedo amagó escapar, pero el primer alférez rompió el vidrio de la camioneta con el codo y lo sujetó. Andaba con los documentos de Lungo, pero “él mismo dijo ser Delfin Castedo”, contó el Comandante Uno. Lo demás es historia conocida.