TEDDY 4 PUNTOS

Francia, 2020

Dirección y guion: Ludovic y Zoram Boukherma

Duración: 88 minutos

Intérpretes: Anthony Bajon, Christine Gautier, Ludovic Torrent, Noémie Lvovsky

Estreno exclusivo en plataformas Mubi y QubitTV

¿Qué es un monstruo? Sin complicarlo demasiado, podría decirse que es un ser-otro, distinto de la norma, que por su propia existencia amenaza el orden social. En términos cinematográficos y desde sus inicios, los monstruos suelen ser seres trágicos, porque viven su condición como una condena, y porque para la moral oficial que Hollywood respetó a pies juntillas a lo largo del tiempo, esa deformidad, esa amenaza, deben ser castigadas. Los únicos monstruos que no sabemos si son trágicos o no son los zombis, porque del zombi lo único que se sabe es que volvió de la tumba, anda en patota y tiene un hambre bárbara. Ahora, la cuestión es que el monstruo cinematográfico no suele ser (salvo el Alien y algún otro) sino que deviene, y ese devenir monstruo le da potencias que lo hacen a la vez superior e inferior al hombre. Tiene poderes, y una debilidad: está solo.

Teddy, el héroe con nombre de osito de peluche que da nombre a la película, debe ser el primer ser en la historia del cine a quien su condición monstruosa no hace cambiar. Empieza como adolescente aburrido y termina como adolescente aburrido. Incluso sin casi registrar cambios morfológicos, lo cual es otra novedad. La película de los hermanos Ludovic y Zoran Boukherma transcurre en unos Pirineos por los que parece haber pasado para siempre el tren del mundo. Por su delectación por el feísmo de clase media baja, la película tiene un look más inglés que francés. Teddy (Anthony Bajon, cuyo apellido expresa con acierto su estar-en-el-mundo) es parte de un contexto realista, con algunas pinceladas de grotesco. Vive con un tío al que la cabeza no le funciona del todo bien, cuidando entre ambos a una abuela ansiosa por comer salamín. Teddy está por terminar el secundario y ni se plantea que va a hacer después. Tiene una novia que está con él pero no muy convencida y trabaja en un salón de masajes, donde trata a los clientes (y a la dueña, interpretada por la siempre divertida Noémie Lvovsky) de modo no particularmente cordial.

No future para Teddy ni tampoco para la película, imbuida de la anomia de ese mundo provincial. Una noche, el muchacho es mordido en un bosque por un perro (un lobo parece demasiado para este mundo craso) y a partir de ese momento comienza a experimentar cosas que no figuraban en el plan de vida de la zona. Alguna curiosidad por la carne, uñas que se desprenden, un pelito de más que le crece en la ceja. Y otras pilosidades que, por lo visto, le surgen también en la lengua, lo cual es una novedad para perros, lobos y hombres-lobos.

“Ahora van a ver”, piensa el espectador de género, siempre sediento de sangre y muerte. Y no, ahora no van a ver nada, porque toda la transformación de Teddy consiste en esos leves problemas cosméticos, que por otra parte no le acarrean ningún hambre por la carne humana. Amagando mínimamente con un poco del caos al que ni siquiera rozaron durante el resto de la película, los hermanos Boukherma se acuerdan de Carrie y generan ciertas corridas en el baile de graduación, incluida la caída de un cartel que dice “Viva el futuro”. Sí, ya lo entendimos desde la primera escena, no hay futuro para Teddy y sus vecinos.