La letra manuscrita de los carteles --pegados sobre la reja de la escuela-- no tiembla: “Soledad Acuña, Larreta y GCBA ¡¡Háganse cargo!! Ustedes son responsables”. “Exigimos seguridad para alumxs y docentes de la Escuela Almafuerte. ¡Basta de oídos sordos! Peligra la integridad de la comunidad educativa. ¡¡Háganse cargo!!" Florencia Frizza, madre de Alejo, alumno de tercer grado en el turno tarde, canta “tocá bocina y apoyá a la educación”, y padres, madres, niñas y niños, docentes y vecinos aplauden y suman sus voces, preocupados y movilizados desde el martes pasado, cuando el tablero de luces de la Escuela 8 del distrito 6º, ubicada en Maza 1935, en el barrio de Boedo, explotó mientras un operario de una empresa estaba instalando paneles solares.
“A partir de lo que sucedió, de esta tragedia, de este crimen que tiene responsable, salió a la luz algo que está muchas veces muy tapado. No es solamente la Escuela 8, distrito 6; las condiciones edilicias de las escuelas de la Ciudad de Buenos Aires, que es la ciudad más rica del país, son estas”, afirma la docente Paula Galigniana, de UTE-Ctera, que se acercó hasta la Escuela Almafuerte para acompañar a la comunidad educativa. “Nos parece muy importante que se puedan unir a otras escuelas que están pasando por esta situación también, porque nosotros estamos yendo a trabajar y vemos cómo son las aulas. Y esos son los lugares de educación de las futuras generaciones, que hoy están bajo los índices de la total pobreza”, agrega Galigniana.
Florencia Frizza, la mamá de Alejo, integrante de la Cooperadora Escolar, cuenta a Página/12 que escuchó tres explosiones y como vive muy cerca fue hasta el Almafuerte, donde estudió el nivel inicial y la primaria completa. Frizza subraya que el operario de la empresa que estaba instalando los paneles solares evitó lo que podría haber sido una tragedia mayor. “Cuando explotó el tablero eléctrico, este hombre quedó en shock; por eso las maestras desesperadas no sabían qué hacer. El hombre, todo quemado como estaba, cerró inmediatamente el gas. Si él no cerraba el gas, se podría haber producido una explosión masiva que hubiera afectado hasta tres manzanas. Esto es lo que nos dijeron los bomberos”. Aunque parezca de manual, la explosión del martes era evitable. Desde el 2015 padres y docentes están pidiendo una reforma fundamental: que el tablero eléctrico no esté al lado de la caldera.
El reclamo de la comunidad educativa hacia la ministra de Educación, Soledad Acuña, es más amplio: quieren conocer los motivos de la explosión del tablero eléctrico y el resultado de la auditoría realizada por los bomberos; los daños que ocasionó la explosión y qué reparaciones se deberían hacer; si habían supervisado el estado del tablero eléctrico previo a instalar los paneles solares; qué tipo de mantenimiento recibió el tablero eléctrico en los últimos diez años y si se emitieron alertas por las condiciones en que se encontraba. “Un tablero al lado de una caldera ya está mal de base”, explica Frizza. “Queremos saber cuál es la empresa encargada de la instalación del panel solar y los montos que fueron destinados cuando había otras prioridades, como por ejemplo retirar el panel de electricidad que está al lado de las calderas”.
Lucila, docente de la escuela, recuerda el momento de la explosión. “Lo vivimos con mucha angustia, con mucha desesperación. Fuimos a buscar al trabajador que estaba en shock en la sala donde está el panel de electricidad, yo misma le gritaba que saliera porque las explosiones seguían sucediendo; fueron dos o tres explosiones, y con una vibró literalmente el primer piso y la escalera. Lo cuento y todavía me tiembla el cuerpo porque quería ver que estuvieran todas mis compañeras y mis compañeros bien. Después vino la indignación, ¿por qué tenemos que pasar por esto?”. Lucila calcula que el trabajador tendría unos 35 a 40 años y supo que fue dado de alta. La docente del Almafuerte asegura que la comunidad educativa está trabajando unida para exigirle al gobierno de la Ciudad que garantice los arreglos edilicios necesarios. El miércoles no había luz y por una cuestión de peritaje no dejaron ingresar a docentes y auxiliares.
Los docentes están con “capacitaciones situadas” en otras escuelas; recién el próximo martes volverán a la Escuela Almafuerte. “La verdad es que se vive un clima de miedo”, confiesa Lucila. “Estamos acostumbrados a que cuando tenemos una gotera el gobierno de la Ciudad lija el techo, pinta y después la gotera vuelve a estar a los dos días... Si se hace lo mismo con un panel eléctrico al lado de una caldera, lo que nos espera es un desastre. Cuando llegamos a nuestras casas, nos dimos cuenta de que esto podría haber sido un desastre, nos bajó toda la angustia de golpe”, reconoce esta docente que define a sus compañeros del Almafuerte como “muy involucrados” y “comprometidos”. “Es una escuela muy hermosa y por eso da tanta bronca que la dejen venir abajo”, advierte Lucila.
Las dos hermanas de Frizza también estudiaron la primaria en la Escuela 8. “El Almafuerte es como mi segunda casa. Yo terminé la primaria en esa escuela y si hubiese habido secundaria obviamente que hubiese seguido también. Esta escuela representa amor, inclusión, solidaridad; siempre las y los docentes fueron muy amorosos con nosotros, desde que inicié el jardín hasta ahora que está mi hijo. Por algo estoy tan conmocionada con lo que pasó. Yo no quiero cambiar a mi hijo de escuela y quiero enseñarle el valor de la escuela pública”, concluye.