La presencialidad en la escuela N° 1139 "Marcos Sastre" no se discute. Con una matrícula de 16 alumnos, dos docentes y tres no docentes, todos allí son una sola burbuja. Esperan el inicio de clases con la mansedumbre que provoca cada amanecer entre los sauces. No hay mayores problemas edilicios como sí los tienen otros establecimientos de tierra firme, tampoco conflictos de violencia urbana que impacten en su pequeña comunidad. Su problemática es de otra índole: la bajante más prolongada de la historia que lacera la economía de las 29 familias pescadoras que habitan la isla de El Espinillo, frente a Rosario. Y encima, las quemas del humedal. Y encima, la pandemia.
La presencialidad en El Espinillo
La única escuela santafesina de las islas, cuyo muelle se divisa desde la costa rosarina, en Puerto Norte, está lista para recibir el 2 de marzo a sus niños y niñas del jardín de infantes al 7° grado. Su ubicación sobre el río mismo –en rigor, es el tercer emplazamiento que tiene desde que fue creada en 1945, y lo construyeron en 1975– la pone en una situación mejor que las escuelas vecinas, más adentro del humedal, donde la bajante languidece riachos y complica el acceso. Por eso el año pasado mantener la presencialidad no fue un problema, salvo las semanas de aislamiento dictadas en la previa de vacaciones de invierno.
"No tuvimos que alternar en burbujas porque nuestra matrícula es de 16 alumnos, somos una sola burbuja", contó Fabiana Rodríguez, directora de la escuela, y también "la seño", la maestra a cargo de educar de 1° a 7°. Tomó el cargo en 2020, con la pandemia, y desde entonces afirma que no hubo deserciones de alumnos. A lo sumo, un par de familias que migran por situaciones personales, o incluso por la pesca que en esta situación se reduce a lo mínimo y no rinde en las economías familiares.
"Dentro de todo, la asistencia se mantuvo, pero lo que determina todo es lo económico. Aquí son todas familias de pescadores artesanales y de eso depende la economía diaria de todas. El problema es que ahora no hay pescado, los peces no pudieron desovar en las lagunas interiores entonces no hay cría. Desovaron en el río Paraná, y en el futuro se verá que habrá poco pescado", razona la docente, tan involucrada con las preocupaciones del lugar como una isleña más. La escuela es el foro referencial de los isleños. Allí se vacuna, allí se reparten bolsones, allí se dan actividades que trascienden la función educativa. Es, en resumen, la presencia del Estado en la isla.
Al cierre de esta nota, los pescadores artesanales confirmaban el beneficio de un subsidio provincial de 16.000 pesos mensuales como compensación por la veda pesquera.
La única esceula santafesina en el Delta
La Marcos Sastre es la única escuela santafesina en el delta. Las otras son entrerrianas, como la más conocida de El Charigüé, o la del Embudo, las secundarias en la que los alumnos y alumnas egresadas de El Espinillo –no todos– continúan estudiando. La Marcos Sastre es familia, a la par de escuela. Desde Mario, el portero que cuenta viejas historias del río y es la memoria viviente del lugar, a Pamela, exalumna que hoy sigue yendo a la escuela cada día como ayudante de cocina. Eso se trasunta en el contenido de su página en Facebook.
Fabiana no es islera de origen. Antes, su rutina diaria era bien distinta en la escuela donde daba clases, Superí y Casiano Casas, barrio El Churrasco, complejo panorama de conflictos cruzados entre familias, entre grupos de jóvenes, la policía, y los propios alumnos como blancos de esa convivencia hostil que penetra en el aula incluso.
En la isla no. "El citadino a veces acostumbra pensar en el confort, que lo mejor es vivir en la ciudad, pero vivir en la isla puede ser una decisión de vida. No somos Colón, hay que respetar la forma de vida. No se trata de llegar y querer pintar todo de blanco, pavimentar. Yo paso bastante tiempo ahí y cada vez tengo más ganas de estar ahí. Es una elección, resignás comodidades de la ciudad por otra cosa, la naturaleza la tranquilidad, lo básico y no necesitar tanto para vivir. Ser la seño de ese lugar no tiene precio, ahora empiezo a conocerlos a todos, sé cómo viven, me involucro de tal manera que soy una más", comparó.
En tiempo de clases, la directora suele quedarse en la casa que integra el edificio escolar. No faltan comodidades con la energía provista por paneles solares y antena eólica. Y desde el año pasado, conexión a Internet, gracias a gestiones de la radio comunitaria FM Aire Libre.
Solidaridad, salud y limpieza comunitaria en El Espinillo
Rodríguez aguarda tranquila el inicio de clases porque sabe del colchón de instituciones civiles que ayuda a esa comunidad educativa, como la asociación Amigos del Río, que bregó para que llegue el programa Santa Fe Más, y active un grupo solidario de madres y adolescentes que armaron una huerta comunitaria y organizaron la limpieza del solar. O la asociación de médicos La Higuera, con trabajo solidario en frontera y en la ruralidad. Con ella están gestionando la carencia primordial de El Espinillo: un centro médico propio para mejorar el acceso a la salud de los isleros, que hasta ahora tienen que cruzar el río, manso o picado, para buscar en Rosario un médico. Por esa entidad la escuela contó el año pasado con asistencia permanente de psicopedagogo y fonaudiólogo.
La salita dispensario es la primera necesidad. Lo demás no preocupa en el decir de la directora escolar. Las quemas del humedal son una amenaza para las familias isleras, pero hasta ahora han brotado isla adentro, lejos de la escuela. "Hubo dos oportunidades en que el humo llegó a la escuela realmente. Y en 2020, en lo peor de los incendios, hubo una invasión de animales, se nos llenó la escuela de roedores que escapaban del fuego, también víboras, yararás. Nos levantábamos a la mañana y el patio estaba lleno de ratoncitos muertos", recordó Rodríguez.