La educación secundaria es obligatoria en Argentina desde 2006, y eso supone en las islas del delta entrerriano una vulneración de derechos. En el humedal que separa Rosario de Victoria hay 12 escuelas primarias, pero solo 2 secundarias. La desigualdad de oportunidades de los hijos e hijas de isleños es evidente respecto de sus pares de tierra firme, sobre todo cuando ir a la escuela supone travesías más complicadas que tomar un colectivo en la esquina, caminar unas cuadras en el barrio o esperar el transporte escolar. 

En ese objetivo está un grupo forjado en los últimos años entre la Escuela Marcos Sastre, el Ministerio de Educación, Macarena Romero Acuña, antropóloga y becaria doctoral de Conicet, el músico Ezequiel "Choza" Salanitro, las facultades de Medicina y de Humanidades y Artes de la UNR, y un contexto de instituciones civiles que la directora escolar Fabiana Rodríguez describió en la otra nota de este informe (ver aparte).

Romero Acuña investiga desde 2016 lo que sucede con los y las jóvenes de la isla que terminan la primaria y deben acceder al nivel secundario. Una vulneración de derechos por parte del Estado que se refleja en el documental Escuelas flotantes, ideas firmes.

"Se habla del río, las islas, el humedal, y se olvida de que son espacios habitados históricamente por personas. Qué sucede con estos jóvenes de las 12 escuelas primarias (unas en edificios de altura, y otras flotantes, sobre embarcaciones) que encuentran que para pasar al secundario solo hay 2 escuelas. Qué supone eso para las trayectorias, las experiencias formativas que tienen los jovenes, las familias, sus docentes. Aparece la necesidad de la continuidad de los estudios para tener mejores posibilidades y no tener condiciones desigualdad para el trabajo futuro", observa la antropóloga en diálogo con Rosario/12.

Esta bajante histórica impide hoy trayectos en bote en algunos cursos, por eso la rutina de ir a la escuela implica en esos casos hora y media de caminata. Y cuando el río está alto, hay otra dificultad: la familia debe abocarse a tirar las redes para la pesca diaria a la hora de salir para la escuela, y los chicos no tienen permiso para manejar una canoa con motor. 

"Lo que falta son más escuelas secundarias que faciliten el acceso de la población isleña. Las madres dicen que hasta para conseguir trabajo en un supermercado piden título secundario. Ahí tenemos una situación de desigualdad, de exclusión. En la isla muchas personas trabajan cuidando casas de fin de semana o haciendo limpieza, y manifiestan que también les preguntan si tienen título secundario", cuenta Romero Acuña. 

Las dos secundarias están en El Embudo y en El Charigüé. El humedal es mucho más vasto. 

La implementación de la enseñanza virtual en los Eempa permitió a mujeres y varones de la isla cursar y terminar el secundario, pero la conectividad en la isla no es asunto simple. Hasta tanto, y por esta carencia de continuidad escolar que les abra el horizonte laboral, la mayoría de quienes concluyen el 7° grado se queda en las tareas de la economía familiar que los involucra desde sus primeros años, pesca, ganadería. "Allí los niños y niñas, jóvenes, pescan a la par de su padre, de su madre, de su abuelo. Hay una continuidad", advierte Romero Acuña.

"No hay que pensar la isla como algo opuesto a la ciudad –agrega la investigadora del Conicet–, porque hay una continuidad, la gente va y viene constantemente.  Salvo cuando no hay igualdad, cuando no hay acceso a las oportunidades que sí se garantizan en tierra firme".

La isla, acaso como un barrio más de la ciudad, con sus rasgos particulares, como todo territorio. Insiste Romero Acuña: "No es correcto pensar que esa población está aislada. Hay continuidad, y rupturas también. Esto debe ayudar a re pensar situaciones cotidianas como cuando una lancha circula un fin de semana con música electrónica a todo volumen, tres de la tarde, sin considerar que allí vive gente que estuvo tirando redes de madrugada y quiere dormir la siesta. Hay gente que va a la isla a disfrutar un asado, tranquila, están quienes van a un parador, quienes van a una fiesta electrónica, pero también están quienes viven allí, siempre, día y noche, es su lugar".