Es paradójico que quienes aún preguntan de forma jocosa “¿Qué pasa? ¿Te vino?” para ironizar sobre alguien que presenta mal humor, nunca han menstruado. A este período se le atribuye una connotación negativa, y mostrar algún tipo de molestia pareciera ser una señal de debilidad. Por eso en los vestuarios se suele evitar hablar del tema y, tal como se encargan de remarcar las publicidades, “la vida continúa aun en esos días”. Sin embargo, la inclusión y un correcto abordaje podría ser una herramienta determinante en los resultados.
Conocer para comprender
El ciclo menstrual se caracteriza por cambios rítmicos en la cantidad de hormonas femeninas, y esta variabilidad influye considerablemente en el rendimiento deportivo durante sus cuatro fases. “Cada una tiene sus pros y sus contras deportivamente hablando, sólo hay que saber adaptarse. Comprender eso es fundamental, porque en el alto rendimiento, cada deportista pareciera que tiene que rendir todo el partido, toda la temporada, todo el año, toda su carrera… ¿Es ético pedir el mismo rendimiento cuando el propio cuerpo tiene cambios?", se pregunta la médica deportóloga y preparadora física Carolina Scaccia, quien actualmente es parte del cuerpo técnico de fútbol femenino del Club Deportivo Español.
La especialista afirma que durante la primera mitad del ciclo, en la fase postmenstrual (día 5 en adelante) y la fase ovulatoria (desde el día 14), el cuerpo está en su mejor momento para el desempeño deportivo porque la fuerza y resistencia son elevadas y la carga hormonal permitirá un mejor desarrollo de la actividad y un óptimo rendimiento.
Luego, en la tercera fase, se producen cambios en el aumento de masa corporal por la retención de líquidos, aumenta la respiración por minuto y comienzan a inflamarse ciertas zonas del cuerpo, como el abdomen. Durante estos procesos, a la hora de hacer deporte, el cuerpo responderá mucho peor al esfuerzo, y se debería realizar un entrenamiento más moderado.
Finalmente, cuando comienza el sangrado disminuyen los niveles de hormonas, el cuerpo se deshincha perdiendo los líquidos acumulados, y dada la baja de hemoglobina, se produce una menor recepción de oxígeno en los músculos. Por lo tanto, realizar actividades que demanden mucho oxígeno, como correr durante horas, no sería lo más aconsejable, sino que el cuerpo se adaptaría mejor a sesiones más cortas y moderadamente intensas.
Muchas veces desde el desconocimiento, quienes entrenan deportistas pasan por alto estos cambios a la hora de planificar sus rutinas, lo toman de manera superficial y no preparan con anterioridad prácticas simultáneas o diferenciadas. Esa falta de información sumada a la exigencia resultadista puede ser hasta peligrosa. “La comunicación es importante, transmitirles que si, por ejemplo, se sienten incómodas, con dolor, o lentas, pueden dejar su lugar a otra jugadora que esté mejor. Por no tener confianza con sus técnicos y por el temor a perder el puesto, no lo dicen. Pero esta presión muchas veces provoca lesiones por querer rendir más de lo que el cuerpo permite”, asegura Scaccia, impulsando una mirada integral. Las evidencias están a la vista: Estados Unidos, último campeón mundial de fútbol femenino, confirmó que uno de los secretos de su éxito fue adaptar estratégicamente la metodología de entrenamiento a los ciclos menstruales de sus jugadoras, para así potenciar las capacidades de cada una.
Poner el cuerpo
La mayoría de los planteles deportivos están conducidos por varones y, para las deportistas, eso es un factor clave: al no vivenciar este proceso biológico, minimizan su incidencia. “Cuando era jugadora tenía dismenorrea y vivía mi ciclo con mucho padecimiento. El dolor era muy intenso durante el primer día, pero callaba. La primera vez que me animé a decir ‘Me duelen mucho los ovarios, no quiero jugar por favor’, fue con una entrenadora mujer, Myriam Guerrero, mientras formaba parte de la Selección Bogotá. Lo tomó de una manera muy amorosa y para mí fue un alivio porque generó un espacio seguro, con todos los cuidados posibles”, confiesa la colombiana Juliana Román Lozano, cofundadora y entrenadora de La Nuestra, el colectivo feminista que fomenta el fútbol desde una visión popular en el Barrio Padre Mugica de la Villa 31. Ella se formó en las inferiores de un club sueco, con condiciones de primer nivel; luego fue parte de diferentes equipos colombianos ya no tan profesionales y planteles argentinos muchísimo menos aún, pero todos tenían un punto en común: la menstruación era algo que debía ocultarse y los directores técnicos lo pasaban por alto. Ni hablar de la estructura y las condiciones desiguales en las que se desarrollaba el fútbol femenino en nuestro país hasta hace muy poco; por eso, cuando Juliana pasó a ocupar un lugar de decisión, se comprometió a hacerlo distinto.
En La Nuestra, Juliana entrena a un grupo de jóvenes que conoce desde sus infancias, entonces acompañó el proceso de la primera menstruación de muchas de ellas, sus temores y dudas. “Enfrentamos juntes esos tabúes de ‘si juego, me hace mal, me voy a manchar y voy a pasar vergüenza, no quiero decir que me duele para no mostrarme débil…’. El diálogo, el acompañamiento y la construcción de vínculos es tan importante como la experiencia de poder decirles ‘te entiendo, yo también soy mujer, fui jugadora y sentí exactamente lo mismo’. No juzgamos sus inquietudes, sino que las escuchamos, nos preguntamos, tomamos sus construcciones sociales y juntes generamos nuevos conceptos de forma colectiva, poniendo el cuerpo y respetando sus decisiones”, reflexiona.
El rol de los clubes
Durante 2021, el colectivo Doble Cambio, un grupo de ex y actuales jugadoras de vóley que militan por la igualdad de género en el deporte, realizó un relevamiento entre deportistas menstruantes de diferentes disciplinas donde se visibilizó, entre otras cosas, que la gestión menstrual en los clubes es precaria y para nada responsable.
Según el informe, el 83% de los encuestados indicó que la institución deportiva a la que asiste no facilita productos de gestión menstrual (toallitas, tampones o copitas), ni siquiera en situaciones de emergencia, y que su uso impacta en la economía notablemente, porque son muy caros.
Por otro lado, la infraestructura y la situación sanitaria también influyen en la vida de cada deportista. Si bien un 43% de las encuestadas indicó que las instalaciones de sus clubes se encontraban “en buenas condiciones” (es decir, con agua regularmente, papel higiénico, cestos de basura e inodoros limpios), un 31,2% refirió que las condiciones son “regulares” o “malas”.
Sin duda, estos factores también son importantes a la hora de pensar un deporte más justo. El desconocimiento que se tiene sobre los cuerpos es una clara señal de la desigualdad de género que atraviesa al deporte, y el poder respetarlos, su deuda pendiente.
*Noelia Tegli.