Desde Lima

Aprovechando los errores, debilidades y contradicciones de un gobierno que no encuentra el rumbo, la derecha acelera sus planes para derrocar al presidente Pedro Castillo, que se ha distanciado de sus bases electorales y perdido apoyo de buena parte de la izquierda. Este viernes, la Comisión de Constitución del Congreso aprobó poner a debate un pedido para abrirle al mandatario un juicio político por traición a la patria por haber declarado en una entrevista sobre la posibilidad de otorgarle una salida al mar a Bolivia. El Ejecutivo aclaró rápidamente que esa propuesta, que ha quedado en una declaración periodística, no implicaba ninguna cesión de soberanía territorial, sino retomar y potenciar acuerdos ya existentes con ese país para facilitarle una salida al mar, pero la derecha igual le ha dado luz verde al primer paso para tramitar esta disparatada acusación de traición. Es una de sus opciones para derrocar al gobierno.

Sobre la mesa de las maniobras de la oposición para sacar de la presidencia a Castillo también está volver a plantear una destitución exprés, sin juicio político, alegando “incapacidad moral” del presidente, lo que ya intentaron sin éxito en diciembre pasado al quedar lejos de los 87 votos necesarios sobre 130. Ahora han sumado más votos, pero no los suficientes, por lo que se escuchan voces que hablan de ver la forma de bajar los votos requeridos para aplicar la “incapacidad moral”. Otra opción que maneja la derecha es cambiar en el Congreso la Constitución para ampliar las causales de juicio político y destitución del jefe de Estado, ahora limitadas a traición, impedir las elecciones o cerrar ilegalmente el Congreso, para incluir cargos de corrupción -hay denuncias contra Castillo por reuniones con proveedores del Estado que luego ganaron licitaciones-, y así bajar la valla de los votos ya que para una destitución por este camino se necesitan 66 votos.

Errores no forzados

En los últimos días, la situación de Castillo se ha complicado seriamente por sus propias decisiones. Cambió su gabinete ministerial y puso como jefe de su equipo de ministros a un legislador, Héctor Valer, que viene de la extrema derecha y tiene denuncias de violencia contra su esposa y su hija. Duró apenas tres días. Con el nuevo gabinete que debió nombrar, el cuarto en menos de siete meses, Castillo no solucionó la crisis. Hay ministros muy cuestionados -hay más de uno acusado de violencia familiar, un investigado por narcotráfico en Interior, un exjuez que liberó policías narcos en Justica, un defensor de las mafias del transporte público informal en Transportes, un médico muy cuestionado por sus propios colegas en Salud- y han salido los ministros de mejor desempeño. En el Ministerio de Salud, Castillo sacó al médico Hernando Cevallos, un exlegislador de la izquierda ajena al partido oficialista Perú Libre (PL), quien venía conduciendo una exitosa vacunación contra la covid 19 y era el mejor valorado en el gabinete, para reemplazarlo por un médico militante de PL, Hernán Condori, denunciado por corrupción, por promover sin base científica el uso curativo de un producto no homologado y por ejercer como obstetra sin tener esa especialidad. El ingreso en Economía de un tecnócrata neoliberal, Oscar Graham, en reemplazo del economista de izquierda Pedro Francke, que exhibía éxitos en la recuperación económica, marca un giro de regreso hacia las políticas neoliberales, que es un guiño a los empresarios y aleja a Castillo de sus bases electorales y sus aliados progresistas.

Castillo ha recompuesto su alianza con Vladimir Cerrón, secretario general de PL, dándole espacio en el nuevo gabinete, lo que le asegura los votos de la bancada oficialista que Cerrón controla contra un eventual pedido de destitución, votos que éste había amenazado quitarle al presidente si su partido quedaba excluido del gabinete. Desde el inicio del gobierno, Cerrón, que se define como marxista-leninista, puso como su principal enemigo a los otros sectores de izquierda que apoyaban a Castillo, y ahora celebra el distanciamiento del jefe de Estado con sus aliados progresistas, al tiempo que convive con el neoliberalismo en el gabinete.

Ministro neoliberal

 “Después de los cambios ministeriales la situación de Castillo es mucho más complicada e inestable. Que Castillo haya puesto a un neoliberal como ministro de Economía no es suficiente para la derecha, que quiere el control total del gobierno. La derecha como primer objetivo busca acorralar a Castillo para hacerlo caer, y si no pueden derribarlo buscarán domesticarlo para poner ellos al jefe del gabinete y los ministros y dejar a un presidente de adorno y así recuperar el control total del Estado”, le señaló a Página/12 el sociólogo y analista político Alberto Adrianzén.

“Castillo -indica Adrianzén- no ha sabido enfrentar la ofensiva de la derecha, no ha tenido una estrategia. Debió haber formado un frente de izquierda, politizado el conflicto en términos de un enfrentamiento entre izquierda y derecha, utilizado a la calle como un elemento de presión. Pero no ha hecho nada de eso. La idea de la transformación que conllevaba este gobierno ya se perdió, es un gobierno mediocre, sin rumbo, incoherente, que no tiene una dirección estratégica, su gran objetivo no es cambiar el país, sino sobrevivir como pueda. Que un sector de la izquierda le haya quitado apoyo pone a Castillo al borde de ser insostenible”.

En diálogo con este diario, el politólogo y profesor de la Universidad Católica del Perú, Eduardo Dargent, definió al gobierno como “débil, que está intentando un reacomodo renunciando a los cambios más programáticos de izquierda en economía, no es un gobierno progresista como otras izquierdas latinoamericanas, sino es un gobierno de un conservadurismo social y moral que no le molesta vincularse con la derecha conservadora, con la que se dan la mano. Con el nuevo gabinete, Castillo se atrinchera buscando en el Congreso los votos necesarios para evitar su destitución al recomponer su alianza con PL y haciendo otras concesiones, pero renuncia a la posibilidad de ser un gobierno de apoyos mayoritarios y queda muy vulnerable ante una crisis de corrupción o una protesta social”.

Desaprobación

Castillo, con sus indecisiones y malas decisiones, juega a favor de sus opositores que le quieren cortar la cabeza. Su gobierno se hunde en una sucesión de errores, nombramientos incomprensibles, falta de rumbo y el distanciamiento de sus propuestas de cambio que levantaron las esperanzas de los sectores populares. En ese escenario, ya no solo la derecha habla de la salida de Castillo, ahora desde sectores progresistas se escuchan voces que ponen en duda la continuidad de su gobierno y debaten sobre su posible renuncia. Pero si Castillo con sus errores juega a favor de sus enemigos, éstos con su desprestigio y notorias actitudes autoritarias lo hacen a favor del presidente. Según un último sondeo, Castillo tiene un nivel de desaprobación que ha subido a 61 por ciento, pero el rechazo al Congreso se eleva a 77 por ciento.

Adrianzén y Dargent coinciden en que es inviable por el rechazo ciudadano que se generaría una salida de Castillo y una convocatoria solamente a elecciones presidenciales dejando al actual Congreso, como pretende la derecha.

“Si se destituye a Castillo, o renuncia, y también sale la vicepresidenta Dina Boluarte, que es difícil se sostenga, y en lugar de elecciones generales se convoca solo elecciones presidenciales, entonces habrá una reacción ciudadana violenta contra el Congreso”, advierte Adrianzén. Crece el sentimiento de que se vayan todos.