Llueve manso en La Rioja y la noche ya se derrama en coplas. Al día siguiente será su chaya, pero ya en el patio de Pancho Cabral se canta en tonadas de todo el país.

Ha llovido durante cuatro o cinco horas y no han faltado ni coplas ni vidalas, zambas y poesías. Es solo la previa, ya son las 5 de la mañana, pero es febrero y es la chaya de una de las leyendas de la música riojana. Pancho Cabral cantó en formaciones míticas como Huanca Hua y Los Andariegos. Sus canciones recorren los escenarios del mundo en voces de reconocidos intérpretes, autor de Azul Provinciano, grabada por Mercedes Sosa, su poesía y su música es latido de la cultura popular riojana.

Llega el sábado, el sol se cuela entre las parras y el patio ya huele a albahaca, es el olor del carnaval. De pronto hay bandadas de caras enharinadas. Es la memoria de una alegría ancestral la que hace que las cosas tomen su preciso lugar y la chaya sea un espacio donde cada cual se entrega a la alegría. 

La primera música es la de los vinos. Un retumbe de cajas que viene de lejos irrumpe en el patio, son Los Chayeros de ley que vienen a regalarle una serenata a Pancho. Entonces, la luz se llena de harina, el legendario Negro Cortez, quien estuvo en la primera noche de la Fiesta de la Chaya, empieza a coplear y la ronda se extiende. En el cielo flamean las banderas argentina y de la chaya.

Avanza la tarde. Como las uvas en las parras, el patio se llena de voces dulces. Si algo tiene la tradición musical riojana es la convivencia de jóvenes cantores y músicos consagrados. En el escenario improvisado entre enormes palos borrachos se van pasando la posta Casiana Torres junto a Martín Castro, el Lapacho Dúo, Copito Molina Torres, Challay Huasi, Gloria de la Vega, Griselda Dominelli, Martín Molina Torres, Ramiro González, Santi Chanampe, el chunqueño José Luis Aguirre, entre otrxs. Sí, es un lujo que solo se pueda dar en la chaya de Pancho Cabral. Facundo Herrera, uno de los presentadores oficiales de la Chaya, abrió la tarde de conciertos. 

El cantor y compositor dedicó su chaya a la profesora de danzas folklórica Nélida Reartes de Herrera, quien creó la escuela Mis montañas. Allí dio sus primeros pasos como cantor. Luego vendría las consagraciones, el exilio en Francia entre 1977 y 1985; la vuelta al país y su Rioja, donde le sigue haciendo de la vida una canción.

La noche se adentra entre cuerdas de guitarras, las cajas ya parecen lunas, Pancho Cabral ha comenzado a regalar su voz clara y suave como las uvas de un torrontés riojano. La Chaya se vive ahora mismo en toda La Rioja, en el escenario de la Fiesta y de la Peña Oficial. Muchos otros patios también celebran sus ritos. Es muy probable que hoy más de la mitad de los riojanos amanezcan entre chayas y vidalas, y como los versos de Pancho Cabral, se mojen en sueños y estrellas:

“…y la voz de febrero sobre la chaya nueva/ y tu piel a mi lado como una bandera/ tiñéndose al verde de la albahaca nuestra/ mojándose sueños en agua y estrella”.