Las y los editores del país están preocupados: no hay papel en las imprentas y peligra la producción editorial ante la escasez de uno de los principales insumos del libro, que en los últimos trece meses aumentó un 115 %, según la Cámara Argentina del Libro (CAL), un incremento “desmesurado” que duplicó ampliamente la inflación. La escasez es mundial; la industria papelera reorientó la producción hacia el cartón para embalaje por el comercio electrónico en alza, en detrimento de las bobinas de papel para hacer libros y revistas. “La falta de papel en este momento es un problema que afecta a muchos países. A la escasez de papel producto de la pandemia y el aumento en los costos de energía en el mundo, se le suman los problemas habituales en nuestro país: que la industria del papel es oligopólica, que el papel se cotiza en dólares, que aún cotizando en dólares tiene inflación para nosotros y que no hay ningún tipo de regulación desde el Estado”, explica Leonora Djament, directora editorial de Eterna Cadencia, y agrega que en este contexto “es muy difícil planificar la edición e impresión de libros para las editoriales pequeñas y medianas”.
Aumento desmesurado: 115 %
Martin Gremmelspacher, presidente de la CAL, cuenta que la falta de papel se debe a la menor producción de las dos empresas productoras de papel para hacer libros: Ledesma (propiedad de la familia Blaquier/Arrieta, una de las más ricas del país) y Celulosa Argentina, cuyo director es José Uturbey. “Han producido menos por problemas internos, por la pandemia o porque han destinado su producción para otro tipo de papel, como papel para embalar o papel para cajas, y no tanto el papel de uso editorial”, plantea el presidente de la CAL, institución que se reunió el lunes pasado con el subsecretario de Políticas para el Mercado Interno, Antonio Mezmezian, quien se mostró preocupado por la situación y le pidió información a Gremmelspacher, como la cantidad de papel que utiliza el sector editorial, unas 80 mil toneladas anuales. Mezmezian le propuso a la CAL organizar una reunión con las dos papeleras nacionales “para charlar tanto de la falta de papel como del aumento”.
Para hacer un libro de unas 160 páginas, con una tirada de 2.000 mil ejemplares, se necesitan entre papel interior y papel de tapa unos 150.000 pesos de inversión. El bookcel puede ser papel “ahuesado” de distintos gramajes y el papel “obra” de color blanco, ambos utilizados para imprimir libros. “Lo alarmante, además de la falta de papel, es que aumentó el papel obra un 115 % en los últimos 13 meses; el papel ahuesado, un 89 % en los últimos 12 meses. Desde octubre, el papel viene aumentando todos los meses un promedio entre 7 y 10 por ciento -precisa el presidente de la CAL-. Todos los meses vienen castigándonos con aumentos, lo que hace que sea una cuestión muy difícil de llevar adelante porque el libro el último año arañó el 50 por ciento de aumento, con lo cual las editoriales estamos teniendo una pérdida de rentabilidad muy importante”.
Postergar libros
Un editor de una editorial independiente, que prefiere que su nombre no aparezca, confirma que tuvo que postergar la publicación de un libro por la falta de papel. “Acá hay un oligopolio de dos pasteras, que se ponen de acuerdo (no sé si hablan entre ellas, asumo que sí) y manejan el mercado, porque cuando (Pablo) Avellutto abrió las importaciones de libros también se sumaron trabas aduaneras e impositivas para que no entre el papel producido en otros países”, recuerda este editor y señala que “es casi imposible meter papel de afuera” y la poca producción de bookcel se la llevan los dos grandes grupos: Planeta y Penguin Random House Mondadori. A la complicación de conseguir papel importado, comenta Gremmelspacher, hay que sumarle el transporte marítimo y de camiones (en el caso del papel de Brasil); con lo cual tanto las importadoras como las distribuidoras no tienen papel.
La sábana corta
Desde Córdoba, el editor de Caballo Negro, Alejo Carbonell, dice que pudo imprimir el primer libro del año, pero no tiene garantizado el papel para el segundo título. “Conversé con nuestros imprenteros habituales y lo que me dijeron es que esto es día a día; que no se pueden hacer grandes previsiones. La sensación es que estamos todos medio perdidos con el tema; nos agarró en el verano, en las vacaciones, y cuando volvimos nos empezamos a encontrar con esta dificultad de manera muy marcada, porque a fines del año pasado se decía que iba a faltar papel, pero no así, tan marcado”, reconoce Carbonell y subraya que el precio del papel “aumentó muchísimo más que la inflación”. “Nosotros no podemos acompañar esos aumentos, no los trasladamos al lector de manera mecánica porque sería un desastre; serían libros imposibles de vender. Lo que tratamos de hacer es aumentar los libros lo menos posible, cosa que puedan seguir circulando, y no perder dinero. En septiembre del año pasado aumentamos un promedio del 15 % y vamos a hacer un aumento de alrededor del 12 % a partir de marzo. Pero con estos dos aumentos no cubrimos lo que aumentó el papel”, aclara el editor cordobés.
Fernando Fagnani, director editorial de Edhasa, está imprimiendo los libros planificados, “aunque no con el papel que usábamos”, admite el editor. “Lo que hicimos fue cambiar de papel; usábamos bookcel de 65 gramos y pasamos a un papel blanco de 70 gramos y a uno de 75 gramos”, revela el editor de Edhasa, una adaptación que significó pagar 10% más caro el papel. “Respecto del tema del stock de algunas editoriales, creo que hay una confusión. Es cierto que algunas tienen, los grandes grupos, pero papel falta. El que se consigue es más caro. Y eso al final impacta en el precio de venta al público”, advierte. “Los datos de la CAL, que son muy fiables, estiman un aumento del 115% del papel en los últimos trece meses. Los libros no aumentaron tanto, pero esto es lógico, porque las imprentas y otros costos aumentaron menos. Lo que es seguro es que aumentaron más que la inflación, porque el aumento del papel duplicó la inflación”, asegura Fagnani.
Como recuerda el presidente de la CAL el cuatrimestre integrado por febrero, marzo, abril y mayo es el principal momento de la industria editorial, que este año, además, apuesta todo al regreso presencial de la Feria del Libro en el predio de La Rural. “O empezamos a parar alguna novedad o a parar alguna reimpresión -resume Gremmelspacher el dilema-. Es el problema de la sábana corta: uno va viendo cómo puede hacer, qué puede sacar con el papel que tiene. Si algunos se pudieron estoquear y tienen papel, están mejor. Pero la gran mayoría de los editores que no estoquearon papel están complicados”. Desde Córdoba, Carbonell lanza una propuesta: “La solución es la intervención del Estado, una papelera del Estado sería un golazo, por supuesto que si no ocurrió lo de Vicentin esto va a ocurrir menos -compara el editor de Caballo Negro-. Una papelera con participación del Estado, que nuclee a los cartoneros y a las cooperativas, hacer una cosa virtuosa de la crisis, sería genial”.