Producción: Javier Lewkowicz
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El mundo está cambiando
Por Gustavo Ng (*)
A principio de los años 80 China empezó a tomar un ritmo de crecimiento incesante, acelerado y preñado de expansión. El país oriental primero se abrió al mundo y luego, en la década del 2010, empezó a gravitar en el exterior. Para su proyección internacional China aprovechó, con un bajísimo perfil, la globalización capitalista con que Estados Unidos se exhibía coronado cómo único polo imperial del planeta. Mientras se sometió a las organizaciones controladas por otros países, fue creando espacios nuevos. Hoy, mientras juega de visitante, está creando otros juegos, con otras reglas —sus reglas. Así, anunció su Iniciativa de la Franja y la Ruta (BRI, Belt and Road Initiative, también llamada Nueva Ruta de la Seda). Se cuidó de que la propuesta no ganara fama como un plan que impondría a los demás, sino como una idea abierta. Claro que, con el peso de China y la velocidad de su desarrollo, la BRI tiene una forma recurrente en la historia de Asia Oriental, con China en el centro, afirmando su posición en base a la ganancia de los demás.
Los juegos que va plantando China están cambiando la forma del mundo. Para Argentina, la BRI puede resultar un impulso para transformar la matriz de nuestra relación con los países poderosos, empezando por China, desde el comercio colonial (commodities por productos industrializados), a un comercio en el que vendamos mayor valor agregado, a una relación asociativa que aproveche lo mejor que puede ofrecer Argentina tanto la tierra cultivable como nuestra capacidad científica y tecnológica, artística, intelectual y de ingenio en general —la que hace que cuando los argentinos vamos a los países más desarrollados, nos destacamos. La BRI, por tanto, podría ser la ocasión de que nos conectemos con China y con el resto de los más de 140 países que la conforman, desde el mayor valor que podemos crear.
Para lograr ese objetivo, no alcanza con que brote la soja en el campo, sino que necesitamos una diplomacia activa. La tenemos en este momento en la embajada en Beijing, sede de una actividad intensa, con un embajador Sabino Vaca Narvaja y un equipo que atienden las propuestas de China, promueven los proyectos que surgen en Argentina, forjan una mirada inteligente para captar negocios en territorio chino, comprenden las grandes tendencias del presente chino (como el Plan de Desarrollo Occidental), trabajan en la cooperación subnacional y hacen un gran esfuerzo por comunicar.
Una diplomacia activa completa requiere que empiece a funcionar en todo el Gobierno Nacional un esquema que equipare la dinámica de la embajada del barrio de Sanlitun de Beijing. China carece de un área propia en la Cancillería, las áreas dedicadas a China en ministerios y otras áreas no están articuladas y el Estado no aprovecha la experiencia, investigación y agenda de relaciones con China que ya han desarrollado empresas privadas, espacios académicos y gobiernos provinciales.
Cajonear la pertenencia al club de la Nueva Ruta de la Seda sería retroceder muchos casilleros en la relación con China. Por otra parte, activarla requiere de un liderazgo y una gestión política que sea capaz de vérselas con la reticencia a China dentro de Argentina que es fuerte y atraviesa casi todos los sectores, en el oficialismo y en la oposición. Hay intereses reales que se verían afectados, con los Estados Unidos obsesionados contra China, demanda la energía necesaria para construir puentes hasta el lugar más lejos del mundo —en todo sentido— y está el factor cultural, determinado por la aspiración de que Argentina pertenezca a Europa y al primer mundo. Al contrario, China es ajena, no genera deseo y es una amenaza. Adoramos que nuestra hija nos presente un novio suizo, pero si en cambio aparece con un chino, nos nublamos de dudas.
Quizás represente un indicio de cómo superar este pantano el pragmatismo con que acuerdan sobre China el Gobierno Nacional y el Gobierno de Jujuy, aún con la animadversión de Gerardo Morales, y con Milagro Sala presa.
La Nueva Ruta de la Seda es una muestra de cómo está cambiando la forma del mundo, y eso, nos guste o no, va a cambiar la forma de nuestro país.
(*) Especialista en la relación China-Argentina. Editor de Revista DangDai.
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Abre una nueva etapa
Por Sebastian Schulz (**)
Luego de una larga espera debido a la pandemia de Covid-19, el presidente Alberto Fernández visitó la República Popular China. La excusa, participar de la inauguración de los XXIV Juegos Olímpicos de Invierno en Beijing, de los cuales el Comité Olímpico nacional participa con seis representantes, además de anticipar la conmemoración del cincuentenario del establecimiento de relaciones diplomáticas entre ambos países.
No es una razón menor, teniendo en cuenta el boicot diplomático que impusieron Estados Unidos y otras potencias occidentales a los JJ.OO. organizados por China, intentando rememorar los tiempos de la guerra fría. La presencia del mandatario argentino en los Juegos expresó no solo un espaldarazo al evento deportivo sino también un fuerte respaldo al gobierno chino en el ámbito internacional.
Pero los motivos principales del viaje de Fernández y su comitiva a Beijing fueron mucho más allá de lo estrictamente deportivo. En su escala previa en Moscú, el presidente argentino le dijo a su par ruso Vladimir Putin que Argentina tenía que “dejar de tener esa dependencia tan grande con el FMI y los Estados Unidos” y que tenía que “abrirse camino hacia otros lados”, en clara alusión a China y Rusia. En este sentido, uno de los objetivos centrales de la gira presidencial fue fortalecer la relación estratégica con estas dos potencias emergentes, en el contexto de un sistema internacional en transición a la multipolaridad.
Además de los gestos de carácter simbólicos (no menores, como la visita presidencial al Mausoleo de Mao y al Museo del Partido Comunista de China), la delegación argentina firmó con el país asiático varios acuerdos de cooperación de carácter estratégico. Entre los más importantes, se destaca el ingreso de nuestro país a la Iniciativa de la Franja y la Ruta (IFyR), conocida popularmente como “Nueva Ruta de la Seda”.
El ingreso a la IFyR acarrea importantes beneficios económicos, en un contexto nacional signado por las necesidades de reactivación postpandemia. Según un informe de la Universidad de Fudan, en 2020 China invirtió más de 59 mil millones de dólares en proyectos enmarcados en la iniciativa. Este financiamiento, además, no tiene como destino la especulación financiera sino la construcción de proyectos de infraestructura que van desde puertos, aeropuertos, carreteras, puentes, ferrocarriles, etc.
Pero, principalmente, la adhesión a la IFyR es estratégica en materia geopolítica. Representa una apuesta del gobierno argentino por la búsqueda de diversificar sus relaciones internacionales, a la par que implica también legitimar y respaldar mecanismos de cooperación que promuevan los intercambios basados en el beneficio mutuo, el desarrollo inclusivo, el mejoramiento de la calidad de vida de las personas y la prosperidad común en el plano global.
Una característica importante de los acuerdos firmados entre Argentina y China es que, en principio, parecen alejarse de la mera venta de materias primas y compra de artículos manufacturados que caracterizan la típica relación centro-periferia. Incluso la Declaración conjunta firmada entre ambos países señala la necesidad de “incentivar activamente la diversificación del comercio entre ambos países”. En este sentido, la comitiva argentina acordó el financiamiento para la construcción de una cuarta central nuclear en la provincia de Buenos Aires (incluyendo la transferencia de tecnología), la puesta en marcha del radiotelescopio CART, la producción local de vacunas Sinopharm, la construcción de un reactor de radioisótopos medicinales en China con la cooperación del INVAP, entre otros.
Las áreas de cooperación se enfocan en el desarrollo verde, la economía digital, sistemas de navegación, tecnología e innovación, educación y cooperación universitaria, agricultura, ciencias de la tierra y medios públicos de comunicación. A su vez, se anunció la renovación del swap de monedas con el Banco Central y el apoyo de China en las negociaciones con el FMI, y se ratificó el respaldo de China a la soberanía argentina sobre las Islas Malvinas.
La visita de Fernández y la comitiva presidencial a China abre una nueva etapa en la relación bilateral con la mayor potencia emergente del sistema internacional, trayendo auspiciosas posibilidades de financiamiento en proyectos de infraestructura necesarias para el desarrollo nacional y poniendo a la Argentina en una posición protagónica en el tablero global.
(**) Sociólogo (UNLP).