Desde Santa Fe
Una enfermera que trabajó durante la dictadura en el hospital Piloto –como se llamaba entonces el Cullen- reveló que después del golpe de Videla, el Ejército militarizó la Sala Policial y la morgue, donde se convirtió en testigo del horror. En 1976, Lucía Espinoza era auxiliar de enfermería y cursaba la licenciatura, cuando la destinaron a la Sala Policial, en la que pudo ver las marcas de las torturas en militantes políticos, signos de los centros clandestinos y los estragos de la persecución del terrorismo de estado. A pesar de la vigilancia militar –que hasta impedía hablar con los pacientes- recordó los hechos que más le impactaron y que a pesar del tiempo -46 años- aún “no puedo olvidar”. Uno fue el martirio del ex intendente de Santa Fe Adan Noé Campagnolo, víctima de empalamiento en la Guardia de Infantería Reforzada (GIR), que también estaba bajo el control del Ejército. La internación de tres mujeres que pasaron por la sala en esa época: una “vino con una fractura de fémur por una bala”, “tenía menos de 30 años y estaba embarazada de siete meses”, la describió. Otra era “una rubia muy linda” que “tenía marcas y cortes de esposas o de ataduras en las muñecas y en los pies, como si hubiera estado colgada y una perforación en la vejiga” por la picana eléctrica. Y la tercera, otra jovencita desesperada por el secuestro, que “quería hablar con nosotros” para que le avisáramos a la familia dónde estaba. “Los guardias se dieron cuenta y se la llevaron enseguida”, contó.
Espinoza declaró esta semana -por primera vez en un juicio de lesa humanidad-, ante el Tribunal Oral de Santa Fe que juzga al ex juez Víctor Brusa, al ex policía Juan Eduardo González y la ex carcelera de la GIR María Eva Aebi.
Una de las víctimas en la causa es Marta Berra, secuestrada por el Ejército el 8 de setiembre de 1976 en la casa donde vivía, en Aristóbulo del Valle 5050, donde el grupo de tareas ejecutó a su pareja Evaristo Rolando Oviedo. Ella estaba embarazada de siete meses. En el operativo también fueron secuestrados dos de sus compañeros: Liliana Ríos y Pedro Guillermo Guastavino, ex vicegobernador de Entre Ríos y ex senador nacional. Berra relató su paso por la Sala Policial, donde “era custodiada por policías, mientras el exterior era vigilado por el Ejército”. Y recordó a sus compañeras de internación: María Rosa Almirón, quien “se encontraba en silla de ruedas porque no podía mover los brazos ni las piernas, la habían colgado con alambre de sus extremidades y padeció muchas lastimaduras”, y Vilma Gómez, quien “tenía una herida infecciosa en el pie por la herida con arma de fuego”. Marta dijo que también compartió la Sala Policial con otras dos embarazadas: María del Carmen Barbaglia de Peralta y Margarita Finelli, quien “estaba de siete meses”.
Ante preguntas del fiscal Martín Suárez Faisal, Espinoza repasó los hechos que “la impactaron” y aún “no puede olvidar”. Así recordó a la “chica que vino con una fractura de fémur por un disparo de bala”. “No se podía mover”, le aplicaron una férula ortopédica (“el aparato de Brown”). “Era una joven de pelo castaño, no tenía 30 años. Estaba embarazada de siete meses”, relató. “A los nueve meses la llevaron a la Maternidad para que tuviera el bebé y después no volvió más”.
-Pudo tener el bebé? –le preguntó el fiscal
-Sí, nosotros averiguamos, extraoficialmente, para saber si había tenido el bebé y nos dijeron que sí, que lo tuvo. Y que vinieron los padres (de ella) a buscarlo –contestó.
-¿Recuerda haber visto signos de torturas?
-En otra chica que trajeron. Una rubia muy linda. No sé su nombre. Ella sí tenía las marcas de esposas o de ataduras en las muñecas y en los pies. Cortes profundos, como si hubiera estado colgada. Esa chica vino porque tenía una perforación de vejiga.
-¿Por un problema renal?
-No, no. Era por la picana eléctrica. La vejiga tenía una perforación. La vieron los médicos, la trataron, hubo que ponerle suero y después se la llevaron –contestó Espinoza y ratificó que “eso ocurrió en la época en la que ya estaban los militares”. Su relato es coincidente con el suplicio de María Rosa Almirón.
Suárez Faisal le preguntó después por la morgue del hospital. Espinoza contestó que también estaba bajo el control de los militares.
-¿Alguna vez entró a la morgue?
-Sí. Los cuerpos venían envueltos, no sabíamos quién era. Una vez encontramos uno sobre la mesada y nos acercamos. Estábamos el policía de guardia y yo. De frente parecía que no tenía nada. Lo dimos vuelta y el cuerpo estaba vacío, todo vacío.
-¿Como que le hubiera pasado qué cosa? Como si le hubieran sacado…
-Todo –respondió Espinoza-. Era una persona joven. Un chico de barba muy lindo, de pelo no tan oscuro, largo. Acostado hacia arriba no tenía nada. Nosotros lo dimos vuelta porque éramos curiosos y en la parte de atrás no tenía nada. Lo pusimos como estaba y nos fuimos.
El presidente del Tribunal Mario Gambacorta le preguntó si lo que había visto era producto de un acto violento o de una cirugía.
-No era un acto violento. En esos días había ocurrido un hecho que se comentó mucho en la ciudad de Santa Fe, un (supuesto) enfrentamiento. Una cirugía imposible, porque no van a hacer una cirugía así. Yo me asusté.
-Daba la impresión que era un acto violento y le faltaban los órganos. ¿a eso se refiere? –insistió el juez
-Sí, sí. Me asusté –contestó Espinoza.
-En el tiempo que se refirió el señor fiscal, en que estuvo la Policía y después los militares, respecto de la morgue, ¿vio un movimiento inusual, inusitado, que aumente la cantidad de cadáveres o le pareció normal?
-Nosotros teníamos una rutina de trabajo con los policías. Después, eso se modificó con los militares. Llegó un momento en que estaba todo muy custodiado, ya no podíamos ir más a la morgue. Ellos se encargaron de todo.
-¿Le impidieron el acceso a esos lugares? ¿Algo así quiere decir? –planteó el magistrado.
-Sí, sí. Ya ni la autoridad del hospital podía decidir cómo se organizaban los servicios. Ellos (los militares) tomaron los (sectores) que les parecía y el hospital tenía que funcionar de acuerdo a lo que ellos querían –respondió la testigo. En frente del hospital, estaba la comandancia de la Guarnición Ejército Santa Fe. El jefe del Área 212 era el coronel Juan Orlando Rolón y el Destacamento de Inteligencia Militar 122 -que operaba los centros clandestinos- estaba al mando del coronel Domingo Marcellini.