“Toda esta historia es totalmente cierta. Excepto por las partes que fueron inventadas”. El disclaimer de Inventing Anna (estreno de Netflix el pasado viernes) presenta un interesante juego sobre su propio objeto de interés: Anna Delvey/Sorokin, una joven que logró engañar a la clase alta neoyorquina gracias a sus delitos de guante blanco y personalidad camaleónica a mediados de la década pasada. La producción de nueve episodios, además, cumple con todas las marcas de la productora Shonda Rhimes (Grey's Anatomy, How To Get Away With Murder, Scandal, La trampa). El “shondaland” flirtea con una artista de la estafa, el encanto de la socialité de la Gran Manzana y la telenovela a gran escala a partir de un personaje femenino.
La entrega profundiza la obsesión de ese país por el estilo de vida de los ricos y famosos, y cuenta con el protagónico de Julia Garner (Ruth Langmore de Ozark). “Representa todo lo que está mal en los Estados Unidos y ni siquiera es estadounidense”, se dice por allí sobre la chica que se hacía pasar por una millonaria rusa o heredera alemana según la conveniencia. En vez de cruzar su vida y obra en un sentido lineal, Inventing Anna se apoya sobre el vínculo que teje la criminal con una periodista (Anna Chlumsky) desde la prisión. La narrativa juega con el drama de corte, destila su crítica a la vida digital y le brinda muchísima relevancia al juego mediático a partir de una mujer que se considera un icono. “Anna es implacable. Ese es su poder, pero también es su debilidad”, la definió Garner.