Afirmar que la industria japonesa del cine es enorme, no supone ninguna sorpresa. Sin embargo, occidente apenas accede a una pequeña parte de esa producción. Algunas películas puntuales en festivales internacionales, la “invasión” del animé, algunos clásicos como Kurosawa, en ocasionales retrospectivas. Sin embargo, una industria que debe entretener a no menos de 125 millones de personas es, forzosamente, una industria diversa en géneros, matices y calidades. Algo de eso podrá verse a partir de este lunes en el Japanese Film Festival Online, un festival de cine que –un poco a la manera del My French Film Festival­- busca acercar distintas propuestas audiovisuales niponas al público del resto del mundo. 

El JFFO estará disponible en 25 países, incluyendo la Argentina, con sus films en idioma original y con subtítulos también en español. Para acceder de forma totalmente gratuita a las veinte películas sólo hay que registrarse en la web (https://jff.jpf.go.jp/watch/jffonline2022/argentina/). Allí también se puede ver la selección de películas, sus trailers y, aunque no hay ficha técnica, sí algo de información sobre su argumento y la repercusión que tuvo en su país de origen.

La programación podrá disfrutarse hasta el 27 de febrero e incluye siete estrenos de 2021, dos cintas animadas, dos documentales, el clásico Rashomon de Kurosawa y otras ocho películas de años recientes. Aunque hay un par de comedias, la gran mayoría de los films son dramas –muchos con cierto espíritu de “lección de vida” en su relato-, y no falta una preocupación notable por la comida: El recetario de Mío, El Dios del Ramén, Pan de la felicidad y El chef del Polo Sur giran todos de un modo u otro en torno a la comida o quienes la preparan. Y en las otras, abundan las escenas donde el momento de la comida compartida es indispensable para que la trama avance.

Desde la curaduría del Festival alientan a descubrir la obra de Miwa Nishikawa, directora de Under the open sky, muy reconocida en su país. Este film recorrió varios festivales internacionales. Nishikawa cuenta con varios premios dentro de su país, aunque aún le falta reconocimiento fronteras afuera. En Under the open sky narra la historia de un ex asesino de la yakuza que intenta reintegrarse a la sociedad.

En lo que toca a dramas conmovedores se anotan Su amor hierve el agua (Ryōta Nakano, sobre una madre con una enfermedad terminal que reabre el baño público de su familia y busca enderezar su linaje en el tiempo que le queda), Hasta el amanecer (Yūichirō Hirakawa, sobre el reencuentro con los muertos) o Aristócratas (Yukiko Sode, donde el encuentro entre dos mujeres de distintas clases sociales las “libera” de las presiones sociales standarizadas en Japón).

Por supuesto, gran parte del interés en la cultura nipona viene a guisa de su riquísima historia. En ese sentido hay varias películas que de un modo u otro abrevan en ese pasado. Aunque aquí hay varias opciones interesantes, conviene no dejar pasar El castillo flotante (Isshin Inudo y Shinji Higuchi, 2012). La premisa –un ejército abrumador contra una pequeña fuerza de 500, último bastión que resiste la reunificación de Japón- induce a pensar en una película bélica a lo 300. Sin embargo, la actuación que Mansai Nomura hace de su protagonista, a quien caracteriza como un excéntrico lleva el tono por otros andariveles. Nomura es originalmente un intérprete de “kyogen”, un género teatral tradicional japonés al que se lo suele comparar con ciertas formas de la commedia dell’arte italiana, pues incluso surgieron durante el mismo período (siglo XIV). En tono más juvenil, en cambio, aparece ¡Es una película de verano!, que funciona como comedia de enredos donde un grupo de adolescentes quiere filmar una película de samurais durante sus vacaciones estivales. De vuelta en recreaciones históricas, El recetario de Mio, una película sobre la amistad de dos mujeres –una cocinera de prestigio y una geisha de clase alta- durante el período Edo de Japón.

En el binomio de documentales hay vínculos con esto, también. Por un lado, Sumodo –el camino del samurai-, propone ver a los actuales luchadores de sumo como herederos filosóficos de los samurais. El otro documental presenta a Kazuo Yamagishi, el fundador de “Taishoken”, un popular restaurant de Tokio. Yamagishi murió en 2015 a sus 80 años y ya para entonces se lo llamaba “el dios del Ramen”, al punto que muchos chefs de otras cocinas acudían a ponerse bajo su tutela. El ramen es una popular sopa y, aseguran quienes la probaban, conocía la perfección en las manos de Yamagishi.

De Yasuhiro Yoshiura habrá dos films. Time of EVE (traducido textualmente como “Tiempo de despertar”, aunque pierde un poco la polisemia original), y Patema Invertida. El primero es la condensación de la web serie homónima de seis episodios que explora las diferencias entre humanos y androides (incluso se alude a las leyes de la robótica popularizadas por Isaac Asimov). El segundo le grangeó premios en el festival de animación de Edinburgo (Escocia) y el Festival Internacional de Cine de Chicago, Estados Unidos.

Desde luego, la película más emblemática de este festival será Rashomon, clásico inoxidable de Kurosawa, incluso 72 años después de su estreno, y que se podrá ver en altísima calidad.