El presidente de Estados Unidos, Donald Trump, pidió ayer a sus aliados de la OTAN en Bruselas que “paguen más” para garantizar la defensa común. En la primera cumbre de la Alianza Atlántica en la que el magnate participaba exhortó a sus socios a que se centren en “derrotar al terrorismo, controlar la inmigración y hacer frente a las amenazas de Rusia”.
Fiel a su estilo, Trump pasó factura. “Veintitrés de las 28 naciones miembros todavía no pagan lo que deberían pagar” y “esto es injusto para la gente y los contribuyentes de Estados Unidos”, aseguró Trump en un discurso, del que su jefe de la diplomacia, Rex Tillerson, había avanzado que sería “muy duro”.
La escenografía, las declaraciones, todo estaba pensado para que el mandatario estadounidense, que en el pasado calificó de “obsoleta” la OTAN y llegó a cuestionar el apoyo a sus aliados en caso de ataque de que estos no aumentaran su gasto militar, reafirmara su compromiso con la defensa mutua transatlántica. Pero no lo hizo.
“No preguntaré ni una vez cuánto ha costado la nueva sede de la OTAN”, comentó Trump, medio en broma medio en serio, sobre las recién inauguradas instalaciones de la Alianza en Bruselas, donde minutos antes había sido recibido por el secretario general, Jens Stoltenberg, con quien caminó por las nuevas instalaciones de la organización con gesto serio.
Ante un memorial sobre el atentado del 11 de septiembre de 2001, Soltenberg recordó, justo antes de las palabras de Trump, que Estados Unidos se convirtió tras ese ataque en el primer aliado en invocar el Artículo 5 del Tratado de Washington que recoge la defensa mutua.
Pero el septuagenario presidente de Estados Unidos prefirió mantener la presión, urgiendo a sus aliados a invertir al menos un 2 por ciento de su PIB nacional en defensa y marcando sus prioridades para “la OTAN del futuro”: hacer más contra el terrorismo, respecto a la inmigración y ante “las amenazas desde Rusia”.
Para el investigador de Brooking’s Institution, Thomas Wright, “esto constituye un gran impacto para los miembros de la OTAN’’, ya que, en casi 70 años de historia, Trump ha sido el primer inquilino de la Casa Blanca en rechazar explicitar ese compromiso, indicó en Twitter.
En cambio, Stoltenberg consideró, al término de la cumbre, que el líder de la primera potencia militar mundial fue “claro en su compromiso con la OTAN”, pero también “fue claro en el mensaje a todos los aliados” respecto a aumentar el gasto militar.
Este es un tradicional reclamo de la administración estadounidense. En 2014, el entonces presidente Barack Obama consiguió que los aliados se comprometieran a aumentar su gasto militar nacional al 2 por ciento del PIB en el plazo de una década.
Junto a Estados Unidos, sólo Grecia, Estonia, Reino Unido y Polonia cumplen con ese compromiso, pero otros países, como España (la segunda por la cola con 0,9 por ciento de gasto en defensa), piden que se tengan en cuenta otros criterios en el cómputo.
El presidente del gobierno español, Mariano Rajoy, defendió a su llegada que su país “tiene una participación importante en misiones militares” de la OTAN o la ONU.
En un claro acercamiento a las posiciones de Trump, los aliados acordaron la víspera sumar la OTAN a la coalición internacional que lucha contra los jihadistas del grupo Estado Islámico en Irak y Siria, una decisión a la que países como Francia e Italia se mostraban reticentes.
Celebrada bajo un resplandeciente cielo azul en un caluroso día de primavera, esta cumbre, pensada para inaugurar el nuevo cuartel general de la Alianza, será recordada por los apretones de manos de Trump y su leve empujón a Dusko Markovic, primer ministro de Montenegro que se convertir en país aliado el 5 de junio.
Para finalizar su jornada en Bruselas antes de viajar a la ciudad siciliana de Taormina para la cumbre del G7, Trump iba a participar en la cena de trabajo de los líderes del Consejo del Atlántico Norte en compañía del secretario de Defensa, James Mattis.