Cuando llegamos sin planes al 14 de febrero a muches nos agarra una sensación de irrealidad, como si estuviéramos quedando fuera de algo. ¿San Valentín es una fecha paki? Sí, pero también es paki nuestra educación sentimental, acomodada en un imaginario que les debe mucho a las comedias románticas y las películas de Disney. Además, nuestros amores cuir han tenido históricamente pocas ocasiones de triunfo. Para hacer catarsis, contamos con un espectro numeroso de pelis que, lejos de regar la fantasía del amor rosado, potencian nuestra experiencia sobre las relaciones viles y los amores rotos. Las siete películas Anti San Valentín que componen esta lista están divididas en dos categorías para orientarte según te ataque la rebeldía o la nostalgia. Se suma, aparte, una yapita porque el amor puede ser cansador, pero nunca van a hartarnos la belleza y el drama. 

San Valentín y las relaciones desastrosas

Midsommar (Ari Aster, 2019. Con Florence Pugh y Jack Reynor). 

Un grupo de jóvenes turistas yankees conviven con una comunidad noruega que sacrifica a sus propios miembros por diversos motivos. Los forasteros son incapaces de captar los indicios del terror hasta que es demasiado tarde (y aquí “demasiado tarde” significa un cuerpo despedazado antes del almuerzo). Pero Midsommar es más que una peli para mirar con los ojos entrecerrados. El conflicto medular tiene que ver con el destrato que Dani sufre de parte de su novio Christian. Su actitud de varón cruel provoca en la historia de la pareja un giro inesperado que, doy fe, puede provocar una carcajada de alegría hacia el final de la peli.


Pienso en el final

Pienso en el final (Charlie Kauffman, 2020) 

Con Jessie Buckley y Jesse Plemons, ambos nominados a los Oscar de este año por sus actuaciones en La hija oscura y El poder del perro respectivamente). 

El título original es más ambiguo e invita a pensar que la peli se trata solamente del deseo de cortar un vínculo: I’m thinking of ending things (la traducción española es tanto más alevosa: Pienso en dejarlo). Aunque la trama se desborde y exceda, por mucho, el asunto de la pareja a punto de romperse, los momentos compartidos por Lucy y Jake están signados por la incomodidad previa al desastre. La previsión de Lucy es clara: el finde en lo de sus suegros va a ser el punto final del vínculo. Encima, la mamá de Jake está encarnada por Toni Collette, la actriz perfecta para cualquier papel siniestro.

Malcom y Marie

Malcolm y Marie (Sam Levinson, 2021. Con Zendaya y John David Washington). 

El creador de Euphoria se reúne con su actriz de cabecera en este drama en blanco y negro producido durante la pandemia. Es, básicamente, una larga discusión entre Malcolm, un director de cine que acaba de recibir un premio, y Marie, su esposa actriz que ha sido ninguneada en más de un aspecto. La pelea, aparte de extraer sus peores miserias, coloca a la pareja en un terreno absurdo donde ningune parece querer entender lo que le otre está diciendo. Por supuesto, todas terminamos en el team Marie: ella no solo tiene mejores argumentos, también está dispuesta a llevar el conflicto hacia esos extremos dramáticos (teatrales) que solo las divas entienden y dominan. ¡Callate, Malcolm, y escuchá!

El amor no lo puede todo

Los abrazos rotos (Pedro Almodóvar, 2009. Con Penélope Cruz y Lluís Homar). 

El matrimonio Martel está contaminado por una deuda inagotable; el temible Ernesto ha sacado a Lena de múltiples apuros, en especial cuando ella era su secretaria, y de ahí deduce la potestad de dominar la voluntad de la esposa. A esta relación desesperanzada se opone la pasión clandestina (y por lo tanto, sincera) de Lena y Mateo, unidos en el set de filmación de una película que financia el mismo Ernesto. Cuando la violencia irrumpe en la casa Martel, los amantes deciden escapar. Pero el poder de Ernesto es ineludible. Desde luego, las cosas no terminan bien (y esto no es un spoiler, porque el desastre está anunciado desde el principio). La angustia del desenlace se acentúa ante el destello de los pocos días felices que Lena y Mateo consiguen vivir. En fin, qué agridulce es la vida.

Carol

Carol (Todd Haynes, 2015. Con Cate Blanchett y Rooney Mara). 

Los amores, aun cuando en su concepción se perciban puros y eternos, tarde o temprano reciben los hachazos del mundo exterior. Sobre todo, si el caso es el de un amor cuir en un contexto poco feliz. Cuando Therese conoce a Carol, la tensión entre ellas eriza también nuestras pieles. El encuentro tiene ese carácter revelador que define a los amores trascendentes. Desde entonces, ambas se buscan, se desean con una impaciencia que llega a atormentarnos. Por supuesto, un amor lesbiano en los años cincuenta está destinado a la tragedia (¡ay, miren también Las horas!). La película llega eventualmente a las arenas del corazón roto y, por efecto de esa magia que tienen las buenas pelis, nos duele también a nosotres.

El baile de los 41 (David Pablos, 2020. Alfonso Herrera y Emiliano Zurita). 

La historia de México está marcada por episodios atroces que se vinculan con un ideal de masculinidad instalado durante la dictadura de Porfirio Díaz. Uno de los más salientes es el de El baile de los 41”, nombre con el que se recuerda la velada en la que los agentes del porfiriato ingresaron en un “club de caballeros” y capturaron a sus miembros bajo el cargo de “inmorales”. Entre los capturados, había padres de familias acaudaladas y altos funcionarios del gobierno de Díaz, incluido el diputado Ignacio de la Torre, quien entonces era conocido como “el yerno de la Nación” por haberse casado con la hija del dictador. ¡Imaginen el escándalo! Imaginen también el destino de esas maricas sorprendidas en pleno goce. La película de David Pablos sirve para recordar cómo fue históricamente el destino de nuestros amores. Cabe que nos preguntemos cómo pueden ser ahora los amores, dado nuestro destino actual.

El amor me produce espanto

Io sono l’amore

Io sono l’amore (Luca Guadagnino, 2009. Con Tilda Swinton). 

Mucho antes de embelesarnos con Llámame por tu nombre, Luca Guadagnino nos trajo este drama demoledor sobre una madre enamorada del mejor amigo de su hijo. Tilda Swinton se pone en la piel de Emma, una mujer nacida en Rusia que, entregada a los rigores de una vida familiar absorbente, se ha olvidado de sus orígenes. Cuando inicia sus encuentros secretos con el joven Antonio, Emma recuerda su idioma natal; es decir, vuelve a un estado anterior al de la ficción italiana que la ha consumido. Por supuesto, esta magia antecede al estallido de un conflicto que, desmesurado por la moral burguesa, conduce a la ruina a más de un personaje. En definitiva, Io sono l’amore es otra muestra feroz de que el amor, por sí solo, no destruye; necesita que intervengan la moral y el prejuicio. 

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