La muestra Trama sinfónica, que las fundaciones Luis Felipe Noé y Tres Pinos presentan en El Museo Marco de La Boca, con curaduría de Cecilia Ivanchevich, Natalia Revale y Luciana Salvá, reúne obras de trece artistas, en las que el punto de partida es un conjunto de obras de Noé, con las cuales se relacionan las obras de doce artistas más: Marina De Caro, Matías Ércole, Agustín González Goytía, Mauro Koliva, Catalina León, Lucrecia Lionti, Julia Masvernat, Mónica Millán, Alexis Minkiewicz, Mauricio Poblete y Cristina Schiavi (en cuya obra incluye a su vez obras de Raúl Flores), a través de tensiones y distensiones, confluencias y divergencias, cruces generacionales, de estéticas, formaciones, procedencias, prácticas, técnicas y materiales. Varias de las obras fueron realizadas durante el período de cuarentena y de un modo directo u oblicuo, evocan y reflexionan sobre el encierro y sus consecuencias.

La trama y su revés, más abierta o más cerrada, según el caso, se teje a partir del cuadro “Sin-fonía”, que Noé comenzó a pintar en los años ochenta y retomó, para finalizarlo, unos cuarenta años después, en plena pandemia. Ese hiato de cuatro décadas, que supone distintas temporalidades y un cambio de siglo, puede rastrearse tanto dentro como fuera del cuadro: en su lógica constructiva y en las ideas que dispara asociativamente en el grupo de artistas. Y junto con la superposición de tiempos, también hay distintos planteos espaciales, fundamentalmente en la gran instalación de Noé, “Fuera de contexto”, una reinterpretación actual de su instalación “Reflexiones con y fuera de contexto”, que abre un arco temporal de más de veinte años: 2000-2021. Dibujo, pintura, textura, volumen, instalación, soporte, materia… se combinan y contaminan productivamente, al mismo tiempo que la expansión y la escala se transforman en procedimientos.

En su libro sobre la poética de Dostoievsky, Mijail Bajtin acuñó el término “polifonía” en la literatura, para referirse a las múltiples voces y mundos de los personajes en la novelística del autor ruso. Un término que provenía de la música (para caracterizar una textura sonora en la que varias voces relacionadas e interdependientes se expresan de manera simultánea), cruza la vereda hasta el centro de la literatura y desde allí se expande hacia toda la cultura. Cada instancia busca su voz, su tono, su mirada. Y esa voz, en el cuadro de Noé está interpelada a través de la afirmación y la negación, porque la partícula “sin”, según se tome del latín o del griego, quiere decir, respectivamente, “sin” o “con”. Y esta afirmación/negación es típica de la disolución de opuestos que genera la poética del caos de Noé.

Así, las tensiones y distensiones productivas entre el conjunto de artistas se multiplican en pinturas, instalaciones, dibujos, arte textil, y así siguiendo: la instalación de Marina de Caro, “Naves Nubes”, se compone de tres piezas que cuelgan del techo y está hecha de tinta, pastel tiza, óleo sobre papel cosido a máquina, cinta al bies, corderoy y tela cosida a máquina, con soporte de madera.

Con la técnica del esgrafiado, una suerte de adición y sustracción de capas, Matías Ercole presenta un acrílico y grafito sobre papel en tela, de un metro setenta por dos metros cincuenta.

Agustín González Goytía (de Tucumán) a raíz de un período de residencia artística en Japón, evoca obsesivamente en diferentes escenas a Kirin, una criatura mitológica que reúne características de varios animales, en una obra de gran tamaño (230 x 360 cm), realizada con marcador, grafito y birome sobre algodón crudo, teñido con látex.

Mauro Koliva (de Misiones) presenta un enorme y complejo paisaje orgánico realizado con tinta gel sobre tela, de 185 por 285 cm.

El díptico de Catalina Léon, en el que utiliza acrílico, látex, óleo y lápiz de color sobre placas de yeso, puede pensarse como una pintura expandida, que explicita los límites difusos con el dibujo el volumen, la textura y el objeto.

La obra de Lucrecia Leonti (Tucumán) “Doscientos días” (2020), es una suerte de calendario arcaico que da cuenta poéticamente de la temporalidad durante los meses más duros de la pandemia. Su trabajo va y viene de lo textil a la pintura.

Julia Masvernat presenta varias piezas colgantes que lucen como dibujos en el espacio, con la técnica del mdf con corte láser, pintado con acrílico. El conjunto forma parte de la serie “Propagación de las ondas sísimicas”, en donde la detección de los estados vibratorios y de oscilación se vuelven una cualidad de la percepción artística.

En el cruce entre lo textil y el dibujo, Mónica Millán (Misiones, Buenos Aires) evoca paisajes de una gran complejidad.

El dibujo hiperrealista “Retrato de gomero”, realizado en carbonilla sobre papel, de Alexis Minkiewicz, podría inscribirse dentro de las obras que remiten a la solidaridad y empatía con lo no humano.

Por su parte, las tintas sobre papel de Mauricio Poblete, se inscriben, entre otros aspectos, dentro de su trabajo alrededor de la visibilización de la herencia mestiza contra la cultura dominante discriminatoria.

La instalación “Tupungato”, de Cristina Schiavi (que incluye obras de Raúl Flores como artista invitado), se compone de geometrías pictóricas y volumétricas, montadas en distintos planos, combinadas con video, fotos y dibujos, que en conjunto se reúnen para evocar un paisaje de formas y colores.

* En el Museo Marco de La Boca, Almirante Brown 1031, hasta el 27 de febrero, de miércoles a domingo, de 11 a 19.