Además del hecho llamativo de que ninguno de los cinco grandes tradicionales logró ganar (Boca, Racing y San Lorenzo empataron, River e Independiente perdieron), la primera fecha de la Copa de la Liga Profesional arrojó una ingrata comprobación: el pésimo estado de varios de los campos de juego: los pisos de la Bombonera, del estadio Uno de Estudiantes de La Plata, del Madre de Ciudades de Santiago del Estero y de las canchas de Arsenal y de Patronato fueron intransitables o poco menos. Las canchas fueron presentadas con desidia y el llamado "producto" entregó tristes imagenes de subdesarrollo futbolístico.
Poco y nada de buen fútbol se puede pretender cuando los futbolistas son mandados a jugar sobre superficies llenas de arena como en la Boca, secas, poceadas y desprovistas de césped como en La Plata y Santiago y desparejas e irregulares como en Sarandí y Paraná. Y nada positivo cabe aguardar para el futuro: se sabe que tampoco están bien los pisos del Monumental y el estadio Kempes de Córdoba. Habrá que ver las condiciones del resto de las canchas cuando entre este martes y el jueves se desarrolle la segunda fecha.
Tener campos de juego presentables, acordes al "producto fútbol" que se desea vender al mundo, requiere de una decisión política que los dirigentes han tomado sólo cuando no les ha quedado más remedio. Una cancha de nivel internacional, verde y pareja con césped bien cortado demanda una inversión en semillas, maquinaria, riego y mantenimiento que los clubes prefieren postergar o dirigir a otros rubros que consideran más perentorios, como la contratación de jugadores y técnicos. En verdad casi nadie cree que sea una falta de respeto al público que paga su entrada para ir a los estadios o el pack fútbol para ver los partidos por televisión, contemplar jugadores chapaleando en la arena como se vieron en la Boca o tratando de domar los saltos imprevisibles de la pelota como sucedió el jueves en Santiago del Estero y el sábado en La Plata. Piensan que el fútbol argentino debe ser así y que la pasión del hincha aguanta cualquier cosa.
Sólo cuando la Selección Argentina juega por las Eliminatorias, AFA se esmera en que Lionel Messi y el resto de los jugadores lo hagan sobre pisos acordes a su jerarquía y cotización. Para la actividad local, el estado de las canchas queda librado al criterio de los clubes y ya se ha visto cual es. Es cierto: el desinterés por el tema viene desde el fondo de la historia y es posible encontrar en Youtube videos que muestran a grandes cracks corriendo por canchas polvorientas o desafiando terrenos rugosos y poceados. Pero ese fútbol de portero debería ser una cuestión de pasado. Que en 2022 se pretenda seguir de la misma manera, con total desdén por la calidad del juego, la integridad física de los jugadores y la estética del espectáculo es una muestra más de esa pulsión irrefrenable que tiene el fútbol argentino de caminar en redondo, repitiendo una y otra vez los mismos problemas de siempre.