Un presidente que saludaba con el bastón de mando hacia una Plaza de Mayo vacía y vallada, pero con pantallas gigantes para mostrar las declaraciones de los funcionarios. Esa fue una de las postales de la celebración macrista del 25 de mayo, cuando Mauricio Macri avanzó hacia la Catedral metropolitana a escuchar el sermón del Tedeum. El presidente luego ofreció un locro en Casa Rosada a estudiantes y jubilados. En su muy breve discurso comparó la Revolución de Mayo con la elección en la que fue electo presidente, no hizo alusión a la situación económica y social y sostuvo que los argentinos “buscan la libertad de elegir”. También le advirtió a los sindicalistas, los empresarios y los jueces que “nadie puede creerse dueño de decirnos lo que tenemos que hacer”.
El PRO ya lo dejó en claro el año pasado: se terminaron los 25 de mayo con festivales populares. Fueron reemplazados por una Plaza vallada y rodeada por policías, sermones en la Iglesia, discursos escolares y, de ser posible, fanfarrias militares. Fue un retorno a los rituales tradicionales, entre botas y sotanas.
Tras el Tedeum, Macri encabezó un acto el Museo de la Casa Rosada (ex Museo del Bicentenario) al que fueron invitados a alumnos de distintas escuelas de San Juan, Córdoba, Corrientes y Jujuy, centros de jubilados y fundaciones que fueron especialmente seleccionadas por la ministra de Desarrollo Social, Carolina Stanley, y por el ministro de Educación, Esteban Bullrich, a quien no pararon de preguntarle si iba a ser candidato. El funcionario eludió las definiciones.
El discurso duró poco más de cinco minutos. Con el bastón de mando y la banda presidencial, parado sobre un atril con Juliana Awada a su lado, Macri le relató a los alumnos de escuelas primarias su versión de la historia del 25 de mayo: “En esa época, donde no tenían esos aparatitos –dijo, señalando los celulares– donde no había tanta información, un conjunto de hombres y mujeres tuvieron un coraje increíble”. Dejó de lado, en esta oportunidad, la angustia que habrían tenido por independizarse, según la interpretación que hizo el presidente el 9 de julio pasado ante el rey emérito de España, Juan Carlos. “Decidieron que querían ser libres. Querían libertad económica y libertad política para decidir sobre su futuro”, sostuvo Macri. “Y no querían que alguien allá a la distancia se creyese dueño de lo que ellos tenían que hacer en su vida diaria”, afirmó.
A partir de allí, el discurso viró hacia la campaña que se avecina. “Doscientos años después se nos repite la historia. En la elección de hace dos años decidimos un cambio”, comparó Macri su victoria electoral con la independencia de 1810. “El cambio tiene que ver con querer ejercer nuestra libertad: nuestra libertad de elegir donde trabajar, donde estudiar, donde vivir, cómo desarrollarnos”, indicó el presidente, quien desplegó más que otras veces un ideario liberal al tiempo que evitó cualquier alusión a la situación económica y social del país.
El mandatario detalló de quién se habrían independizado los argentinos en octubre de 2015: “Que tampoco la política, o de la dirigencia –porque también puede pasar entre los empresarios, los sindicalistas y los jueces–, se crean de que ellos son dueños de decirnos lo que tenemos que hacer”, remarcó. “No, eso no es así”, dijo y cosechó su primer aplauso.
“Los ciudadanos somos los que tenemos el poder. Y elegimos servidores públicos para que nos ayuden a resolver las dificultades. La verdad, ese es el camino en el que creemos, diciéndonos la verdad y poniendo los problemas sobre la mesa”, afirmó. Luego reiteró su visión de una economía abierta: “Cuando decimos que queremos ser libres de elegir y para poder progresar, no decimos aislarnos del mundo. Porque justamente ustedes y cada día más porque cada vez van a estar más conectados, queremos ser parte de ese mundo”, aseguró. “Vengo de un largo viaje y les juro que me hubiera gustado compartirlo con todos ustedes, para que vieran el afecto que nos demuestra el mundo”, indicó sobre su gira por Dubai, China y Japón.
No obstante, les advirtió a los que los escuchaban (y esperaban la comida) que habrá un camino de esfuerzos: “Para que nos acompañen, tenemos que establecer relaciones a largo plazo. Compromisos que ustedes cumplan y sostengan en el tiempo. Porque así no se puede construir una sociedad firme, si no hay confianza”, aseguró. “Vamos por el camino correcto. Pero esto no es una tarea de un presidente ni de unos pocos. El 25 de mayo estos corajudos decidieron ser protagonistas. Y eso es lo que de vuelta se necesita: que cada uno sea protagonista. Que hagamos nuestro mejor esfuerzo. Y eso va a construir un país mejor”, sostuvo el presidente.
Cuando se retiró llegaron las empanadas y los platos de locro a los que varios de los ministros se acercaron con interés. Estaban, entre otros, el jefe de Gabinete, Marcos Peña, el ministro del Interior, Rogelio Frigerio y el de Agroindustria, Ricardo Buryaile. La diputada Elisa Carrió, quien tuvo a los funcionarios respondiéndole toda la semana, no se hizo presente (ver recuadro). Tampoco hubo concurrencia del radicalismo.
Más tarde se sirvieron pastelitos de dulce de batata y de membrillo. La ministra Stanley se ocupó de repartir personalmente unos bombones de chocolate repartidos por una cooperativa. El jefe de asesores presidenciales, José Torello, se acercó gustoso. Hubo bailes típicos y folklore de fondo, como para reforzar el carácter tradicional de la celebración y la idea de que nunca deberíamos haberla abandonado.