“El mayor desafío para mí es encontrar una mirada en la que los adolescentes actuales se sientan interpelados; crear una historia que les permita pensarse y a la vez los divierta, los atrape, los empuje a seguir leyendo”, explica la escritora Andrea Ferrari, que participará este jueves del XV Encuentro Anual Libros y Maestros --organizado por el grupo editorial Penguin Random House para docentes, bibliotecarios y mediadores de lectura-- junto con Pablo Bernasconi, Cecilia Pisos, María Inés Falconi, Cristina Macjus, Verónica Sukaczer, Canela, María Rosa Lojo, Natalia Porta López y José Ignacio Valenzuela. Para esta edición, que volverá a ser virtual y gratuita, hay que inscribirse previamente. Las actividades se transmitirán por el canal de Youtube de Penguin Libros Argentina.
El encuentro comenzará con la presentación de Miedoso. Todos somos domadores de monstruos, de Pablo Bernasconi; el autor conversará con la editora María Amelia Macedo (jueves 17, a las 10). Después llegará “Brujas y ogros: maravillosos memes del mal”, un taller de personajes tradicionales y no tanto a cargo de Cecilia Pisos (a las 11). En marzo se publicará el último libro de Pisos: Una bandada de brujas sobre una pila de ogros.
La primera propuesta vespertina será “Tiempo de preguntas y descubrimiento: cuando los adolescentes son protagonistas”, una entrevista en vivo a María Inés Falconi, Andrea Ferrari y Cristina Macjus, moderada por la editora Daniela Portas (a las 15). El escritor chileno José Ignacio Valenzuela, que presentará su primer libro publicado en Argentina, Mi abuela, la loca, dialogará con la editora María Amelia Macedo sobre el poder de despertar el gusto por la lectura y la escritura (a las 16).
El cierre quedará a cargo de Canela, Verónica Sukaczer y María Rosa Lojo, quienes conversarán con Natalia Porta López sobre “Huir para sobrevivir: migración y desarraigo en la literatura para jóvenes” (a las 17).
Asomarse al mundo
Para Ferrari, que en marzo publicará su nueva novela, Detrás de la máscara, “hay cuestiones que son básicas y eternas en la adolescencia, que tienen que ver con los afectos, la sociabilidad, con lo que significa estar asomándose por primera vez al mundo adulto, todas las dudas e inseguridades que eso genera”. La escritora observa que las tecnologías y las redes sociales agregaron una dimensión nueva que cambió las formas de comunicación con “una exhibición permanente” de la imagen. “Me parece que esta adolescencia es un tiempo interesante para vivir y también para narrar desde la ficción”, afirma la escritora. Su nueva novela nació en la época más dura de la pandemia, “cuando todos vivimos enmascarados”. “Me preguntaba qué era lo que no veíamos detrás de esas máscaras, qué expresiones, risas, disgustos -precisa Ferrari-. Surgió entonces el personaje de Roberto, un chico que tiene vergüenza de muchas cosas, pero sobre todo de los granos de su cara, y que con el barbijo se siente protegido: se da cuenta de que con la cara tapada se anima a hacer y decir cosas que antes no podía. Es una novela de amor adolescente en tiempos de pandemia y también una exploración sobre las máscaras que adoptamos, no sólo la concreta del barbijo, sino todas las que usamos para mostrarnos más vivos, más lindos, más exitosos. Y que de vez en cuando se caen”.
En 2010 Cristina Macjus escribió los cuentos breves de Mal día para ser mala, recientemente reeditado por Alfaguara, en un momento en que estaba enojada con la vida. “Las cosas que había soñado durante la adolescencia no se habían cumplido del todo en la primera adultez, por más que me había esforzado y ‘portado bien’”, recuerda la escritora. “Algunas preguntas que se hace el texto resonaron en los lectores adolescentes, por ejemplo: ¿los días hay que aprovecharlos o disfrutarlos?, ¿esfuerzo y productividad es lo que va?, ¿siempre voy a tener estas ideas molestas en la cabeza?, ¿importa la belleza?, ¿quiénes son estos dos que me tocaron como padres? Descubrir que los padres no son perfectos es algo que sucede a esa edad, y eso le pasa a la chica del cuento ‘Brillos de sal’, que busca a su mamá en un desierto, pero ese desierto es un poco absurdo, amplio, levemente gracioso, y hay un bicho que hace preguntas que quedan sin respuestas, como en la vida, ¿no? Como en la vida adulta, también”.
En el libro de cuentos de Macjus hay chicas disconformes. “Algunos de esos enojos tienen que ver con lo que se espera de ser mujer. Por ejemplo, el primer cuento se trata de una chica que no le va bien en la vida siendo buena y que entonces se cansa y decide ser mala. De las mujeres la sociedad espera sonrisa y conformidad, ¿no? Pero en el cuento la protagonista se presenta para el puesto de ‘mala’ en una búsqueda laboral un tanto extraña y graciosa. La descartan porque evalúan que no tiene talento para la maldad, solo está enojada, y eso es algo pasajero. El cuento deja en el aire cierta pregunta: ¿Está bien? ¿Puedo enojarme? ¡Pero más vale, amiga, enojate! -reflexiona la escritora-. En estos cuentos las chicas intentan encontrar su voz y su camino en contextos algo ridículos y por momentos ásperos”.
Hoja en blanco
Un tema poco frecuentado en la literatura juvenil es el de los migrantes, aquellos que no tienen más opción que huir para sobrevivir. En Siempre nos estamos yendo, Premio Fundación Cuatrogatos 2022, Verónica Sukaczer narra la historia de Zinnia y su hermana Jaz, que van de una casa a otra, de un país a otro y de un campamento para refugiados hacia más huidas.
“Me interesa principalmente el tema de la identidad, y la migración tiene mucho que ver con eso. Todos buscamos, siempre, en quién reflejarnos, gente a la que le pase lo mismo que nos pasa, que viva alguna situación similar, y buscamos eso en todos los aspectos de la vida. Si nos falta ese espejo nos sentimos perdidos; hay algo en la identidad que no termina de construirse”, advierte Sukaczer.
“Venía de varios años de leer noticias sobre bebés y niños que en el camino pierden a los padres y llegan a los campamentos de refugiados solos, niños que todavía no hablan siquiera, ¿quién construye su historia?, ¿quién les pone nombre?, ¿qué sucede con su identidad? No estudio el tema como se podría hacer desde las ciencias sociales sino que, como escritora, encuentro allí una historia que quiero contar”, revela Sukaczer. “En el caso de los niños refugiados que se quedan solos hay una hoja en blanco; a menos que encuentren a su familia, ya nadie va a poner en palabras su pasado, de dónde vienen, quiénes eran sus padres. En esa falta de cimientos de la propia identidad es donde me interesa trabajar”, concluye la escritora.