“Twitter es un micro clima de opinión”, “Twitter no refleja lo que piensan las mayorías populares”, “pocos argentinos se informan por medio de esta red social” es lo primero que nos dicen cuando planteamos la necesidad de que se elaboren políticas públicas y se creen organismos que contengan a esta red a la hora de pensar en estrategias de cara a las elecciones 2023.

Sin embargo, también vemos que esta red se ha convertido en el único canal de expresión que utiliza Cristina Fernández de Kirchner para comunicarse en la cotidianeidad con sus militantes o que incluso, muchos de esos políticos que se muestran reacios en aceptar estas recomendaciones son los primeros en controlar los alcances de sus tuits, likes y comentarios que reciben a partir de una publicación.

Por lo tanto, nos encontramos frente a una contradicción: Twitter es la red predilecta de los actores que ocupan espacios de poder para transmitir lo que piensan y, al mismo tiempo, no se la considera relevante a la hora de elaborar un plan comunicacional por los argumentos que presentamos al principio de este artículo.

Pero la verdad es que las redes sociales han revolucionado y evolucionado tanto en los últimos años, que ya nadie puede dudar de la influencia que tienen en la actividad económica, cultural, social, y especialmente política, de todo el mundo. Vemos a diario cómo las grandes masas se manifiestan en ellas, en especial en Twitter que se ha convertido en el epicentro de las discusiones y la arena en la que el pueblo y las corporaciones dirimen la imposición por el sentido común.

Su poder radica en que, a diferencia de otros medios tradicionales de comunicación, los usuarios son todos iguales y pueden expresar libremente sus ideas. De modo que determinadas frases, pensamientos, temas y problemáticas, se vuelven repentinamente tendencia, o mejor dicho, logran hacerse “virales” o “trending topic”.

Sin embargo, estas estructuras, formadas en Internet por personas u organizaciones que se conectan a partir de intereses o valores comunes, son mucho más que una combinación de bits, pixeles, algoritmos y hashtag. Son fundamentales en la actualidad, porque no solo crean relaciones de forma inmediata y sin límites de espacio ni tiempo, sino que además, son las instituciones culturales del siglo XXI.

Las redes sociales conectan en forma global. En términos del sociólogo español, Manuel Castells (2012), se organizan en nodos dominantes en los que muchas mega corporaciones conforman la columna vertebral de la red mundial de redes de medios. Ellas son las nuevas instituciones que albergan al poder real.

Por tal motivo, y como aseguraba el escritor italiano, Antonio Gramsci, para ganar la batalla cultural, es necesario hegemonizar una por una todas las instituciones que integran a la sociedad civil, única forma posible de que los pueblos accedan al poder político del Estado. Luego, con esa nueva hegemonía que se construye, se procede a desalojar culturalmente al sector derrotado. Y no lo decimos en términos de enfrentamiento o en una lógica de amigo- enemigo, que siempre combatimos, sino en la posibilidad que ese avance le puede brindar a los sectores que son los perdedores cuando la cultura dominante se impone y logra mantener su hegemonía sin cuestionamientos.

Entonces, si las redes ―en especial Twitter― son las nuevas instituciones de esta era, hay que seguir ese camino. Pero esto no implica que se tengan que descuidar aquellas, que con tanto esfuerzo se han conquistado, sino que significa que se tienen que replantear las herramientas de expresión política, incorporando otras que sean innovadoras, dinámicas y que estén en permanente crecimiento.

Hay que conquistar todas las instituciones. Por ello, lo que se intenta plantear en estas líneas es que si el gobierno de Alberto Fernández y Cristina Fernández de Kirchner pretende llegar bien parados a las elecciones 2023, es de carácter urgente la implementación de una política pública que ubique en agenda la importancia de ponerse a la cabeza desde las estructuras del Estado de los mensajes que miles de militantes del Frente de Todos emiten diariamente desde sus cuentas, avanzando en un plan que sirva para coordinar qué, cómo y cuándo responder frente a las mentiras que se reproducen.

No se puede concebir que el gobierno aún no se haya percatado de lo que significa Twitter para el consumo masivo de información política en el que muchos «tuiteros y tuiteras» se han convertido en formadores de opinión, pero que lamentablemente se encuentran desconectados por no haber una decisión por unir y amalgamar el poder de fuego que ellos poseen.

Las elecciones ejecutivas están a la vuelta de la esquina. El diagnóstico ya está hecho. Solo falta que alguien tome cartas en el asunto.

* Magíster en Comunicación (UNLaM). Docente.