El relato del nacimiento literario de Frankenstein habla de una reunión de tres escritores en Suiza. La fecha: 16 de junio de 1816. Se sumó una cuarta persona y allí surgió una apuesta acerca de la creación de un relato terrorífico. No se suele mencionar que los reunidos eran cinco (la quinta persona fue, probablemente, el motivo del encuentro) y que además del moderno Prometeo (como lo subtituló Mary Shelley) también surgiría el primer relato vampírico. Se estila pensar también en un clima de tormenta, propicio para el encierro; una noche relampagueante más que ideal para que surgiera esa apuesta. Llovía en aquel verano de 1816 y no era ninguna casualidad.
Un volcán anticipa a Frankenstein
Algo más de un año antes del encuentro más célebre de la historia de la literatura, en la otra punta del mundo, más exactamente en Indonesia, entró en erupción el volcán Tambora. De su boca comenzó a salir lava. Las erupciones se continuaron durante los días siguientes, cada vez más fuertes. El 10 de abril de 1815 se produjo la mayor explosión registrada hasta entonces. La destrucción fue total y por la noche hubo un tsunami que mató a casi 50 mil personas. Se calcula que la erupción llegó a superar los 40 kilómetros de altura, es decir que la masa de fuego llegó a la estratósfera. Hasta dos semanas después siguió cayendo ceniza. La magnitud de la explosión fue tal que la ceniza quedó flotando en el aire y comenzó a viajar con los vientos.
El fenómeno se vio en Europa en los meses siguientes.
La ceniza hizo que se alargaran los atardeceres al generar colores brillantes
a la hora del crepúsculo. El desastre del Tambora alteró el clima en el
hemisferio norte. Las temperaturas bajaron de manera abrupta en el verano de
1816 y la consecuencia fue la escasez de alimentos, ya que muchas cosechas se echaron a perder. Pasó a la historia como “el año sin verano”. En Suiza, las lluvias
fueron la manifestación de ese fenómeno. Con lo que Frankenstein sería
consecuencia de un desastre natural.
Un poeta maldito
El anfitrión se llamaba George Gordon Byron. Tenía 28 años cuando recibió a sus amigos en la mansión de Villa Diodati, en Cologny, junto al lago de Ginebra, a apenas tres kilómetros de la ciudad homónima. Lord Byron (era el sexto barón en su familia) ya era uno de los grandes poetas ingleses. Y el escándalo acompañaba su fama. La fuerte personalidad le venía de la infancia, cuando superó una deformación en el pie derecho. Pese a la renquera pudo caminar e incluso correr. Fue un brillante alumno en Cambridge, integró la Cámara los Lores, comenzó a publicar y viajó dos años por Europa en medio de las guerras napoleónicas. Llegó a Grecia y fracasó en su intento por hallar las ruinas de Troya.
La muerte de su madre y dos amigos con diferencia de meses sumieron a Lord Byron en la depresión, en 1811. Se refugió en Augusta Leigh, su media hermana. Hija del primer matrimonio del padre de Byron, le llevaba cinco años al poeta. En esos meses él escribió su obra más conocida, Las peregrinaciones de Childe Harold, que apareció en 1812, el mismo año de su matrimonio con Anne Milbanke.
Lady Byron era una mujer adelantada a su época: antiesclavista y preocupada por los pobres, fue un prototipo del feminismo de su época, si bien no de la magnitud de la madre de la protagonista central de la reunión en Villa Diodati, como se verá. La muerte de un tío acaudalado la convirtió en una mujer rica. A comienzos de 1816, un mes después del nacimiento de su hija Ada, Anne abandonó a Byron y litigó para tener la custodia. El poeta le simplificó las cosas: abandonó Inglaterra y nunca más volvió, con lo que en junio de 1816 ya transcurría los primeros meses del exilio.
¿Por qué se rompió el matrimonio? La hipótesis más
citada refiere a la personalidad escandalosa de Byron. Anne habría descubierto
que él tenía relaciones con otros hombres. También le habría encontrado una
infidelidad que, cierta o no, era escabrosa y se convirtió en el comentario
obligado de la sociedad británica de entonces: Byron habría mantenido una
relación incestuosa con su hermanastra Augusta. De hecho, se dio por cierto que
el poeta era el padre de Medora, la tercera hija de Augusta. Se fue al
continente y visitó Waterloo, donde Napoleón había sido derrotado de forma
definitiva. De allí partió rumbo a Suiza.
El poeta que creía en el amor libre
Percy Bysshe Shelley tenía 24 años y provenía de una acaudalada familia de Sussex. Ingresó a Oxford en 1810, el año en que publicó la novela Zastrozzi, en la que manifestó su inclinación por una cuestión que plasmó al año siguiente en un ensayo: La necesidad del ateísmo. El escándalo hizo que lo expulsaran de Oxford. A las pocas semanas, Shelley, de 19 años, huyó a Escocia con Harriet Westbrok, de 16. Se casaron y ella rechazó su vocación por el amor libre.
El matrimonio regresó a Londres y el poeta comenzó a tener actividad política. Se acercó al filósofo William Godwin, uno de los precursores del anarquismo, y su influencia se palpó en La reina Mab, poema aparecido en 1813. Padre de dos hijos, Shelley se distanció de Harriet. Comenzó a pasar más tiempo en la librería de Godwin. Allí conoció a la hija de su mentor. Mary Godwin acababa de cumplir 17 años cuando Shelley, de 22, se fugó con ella en 1814.
La pareja se fue a Suiza en compañía de Claire, la media hermana de Mary. Volvieron al año y Godwin les negó ayuda. El filósofo había defendido y practicado el amor libre, pero no lo toleraba en el hombre que se había ido con sus hijas. Mary dio a luz a una niña que no sobrevivió. Comenzó a tener visiones de su bebé y cayó en una honda depresión.
A mediados de 1816, Shelley, su esposa y su cuñada viajaron por segunda vez a Suiza, y allí se encontraron con Lord Byron en Villa Diodati.
La madre y la abuela de Frankenstein
A Mary Shelley le faltaban semanas para cumplir 19 años cuando llegó a Ginebra. Salía de la adolescencia cuando se produjo el encuentro del cual nacería su célebre criatura. Se ha dicho que su padre era el filósofo anarquista William Godwin. Conviene rescatar la figura de su madre. La abuela de Frankenstein murió al dar a luz a Mary y fue una de las primerísimas figuras del feminismo en el Reino Unido, de una influencia superior a la de Lady Byron. Mary Wollstonecraft fue la autora de Vindicación de los derechos de la mujer en 1792, cinco años del parto que le costaría la vida a los 20 días de haber dado a luz a su hija.
El feminismo de la madre de Mary Shelley fue radical para su tiempo. Porque la lucha contra las monarquías absolutas implicaba alcanzar una utopía: el sufragio universal. Sucedía que, por “universal”, en la Gran Bretaña de 1792 (y en el resto de Europa), se entendía el derecho al voto de los hombres. Wollstonecraft luchó hasta su muerte a los 38 años por el derecho de las mujeres al sufragio.
En 1793 pasó por Francia y presenció la ejecución de Luis XVI. Se desilusionó con el rumbo de la revolución en manos de Robespierre. Regresó a Londres después de una traumática relación con Gilbert Imlay, padre de su hija Fanny, muerta a los 22 años en 1816, el mismo año que Mary Shelley comenzó a escribir Frankenstein.
En la capital inglesa pasó de la amistad al amor con William Godwin. Una infección la mató el 10 de septiembre de 1797. Tres años más tarde, Godwin se casaría con Mary Jane Clairmont, unión de la que nació Claire. Antes, había dado a conocer su biografía de Wollsontecraft, la cual hizo caer en el descrédito post-mortem a la feminista, ya que la sociedad inglesa recibió con escándalo el relato de su vida amorosa y la existencia de una hija fuera del matrimonio.
Mary pasó dos períodos largos en Escocia entre 1812 y 1813. Se cree que conoció a Shelley después del primer viaje y antes del segundo. Pese a la mitología sobre la noche del 16 de junio de 1816, ella misma admitiría que fue en Escocia donde, al menos cuatro años antes del viaje a Suiza, comenzó a soñar con el monstruo.
El médico y secretario
Cuando los Shelley llegaron a Ginebra y se produjo el reencuentro de Percy y Mary con Byron, el poeta errante les presentó a su médico y secretario. John William Polidori había nacido en Londres en 1795 y era hijo de un emigrante italiano. Se recibió de médico en Edimburgo, pero su verdadera vocación era la literatura. ¿Cómo llegó a Lord Byron? Al parecer, este precisaba tener un médico a la mano y le recomendaron a Polidori, con quien congenió desde un primer momento. Se instaló en Suiza como parte de la servidumbre del exiliado Byron. No solamente fue el autor del otro relato perdurable de la apuesta, sino que además, gracias a su diario (publicado de manera póstuma por su hermana Charlotte), se conocen los pormenores del encuentro.
Según parece, el origen de la apuesta, en esos días de encierro y lluvia en el año sin verano que causó un volcán en Asia, el anfitrión y los huéspedes se pusieron a leer una colección de relatos alemanes de terror traducidos al francés. Era una antología editada en 1812 bajo el título Fantasmagoriana. Ese fue el disparador del desafío lanzado por Byron. Se sabe que Mary Shelley le dio forma a Frankenstein, con lo que no solamente fue capaz de demostrar que podía escribir un relato que provocara miedo, sino que además sentó las bases de la ciencia-ficción. Su marido comenzó a bosquejar Fragmento de una historia de fantasmas. Byron apenas escribió unas líneas y las desechó. De ese material se nutrió Polidori para El vampiro, el primer texto sobre vampiros, 80 años antes de Drácula de Bram Stoker.
De hecho, cuando El vampiro se publicó en 1819, se atribuyó su autoría a Byron (Goethe fue un lector entusiasta de una obra que creyó escrita por el poeta). En las ediciones posteriores se colocó el nombre de Polidori como autor, si bien hubo un éxito inicial atribuido a que los lectores fueron a comprar un libro con la firma del barón. El propio Polidori reconoció que “ciertamente, la base es de Lord Byron, pero el desarrollo es mío”.
Lord Byron pudo haber ganado la apuesta que propuso. No fue así. Pero la noche lluviosa junto al lago de Ginebra le deparó ligar su destino a una mujer: la quinta participante del encuentro, que no escribió un texto de terror.
¿El verdadero motivo de la visita?
Claire Clairmont tenía 18 años cuando llegó a Villa Diodati con su media hermana y su cuñado. Encubrió la relación de Mary con Percy y se fue con ellos en 1814. La madre de Claire los persiguió hasta Calais, de manera infructuosa. La familia de Percy Shelley fue el sostén económico. La joven Claire se cultivó en esos meses e incluso leyó la obra de Mary Wollstonecraft, la madre de su hermana. Pese a la insistencia de su cuñado no prosperó en una carrera literaria.
Nunca quedó claro si Shelley tuvo una relación con su cuñada, a sabiendas o no de Mary. Por el contrario, se ha afirmado que Claire se insinuó al poeta y que la rechazó. Lo cierto es que cuando llegaron a Villa Diodati, Claire ya había tenido una aventura con Byron en Londres, justo antes del nacimiento de la hija del poeta y de que él se fuera por el presunto incesto. Más aun, se habla de que Percy y Mary llegaron a Ginebra impulsados por Claire. Había una razón de peso: estaba embarazada de Byron.
La pequeña Alba nació en enero de 1817. Había sido concebida en las semanas inmediatamente previas a la salida de Byron del Reino Unido, cuando asomaban las sospechas de homosexualidad y el estigma del incesto. No queda claro si ella sabía del embarazo (entonces de dos meses), cuando él arribo al lago. Después de la visita a Ginebra, los Shelley y Claire regresaron a Londres. Claire le escribió a Byron rogando que reconociera al bebé.
Al poeta no le interesaba tener vínculo con la niña, de cuya paternidad dudaba. Desde el exilio le escribió a su hermanastra Augusta, que se negó a tener a la niña en su casa. Ser madre soltera no era nada fácil en la Inglaterra del siglo XIX. La situación derivó en que Mary y Percy hicieron pasar a la niña como propia y que Mary viera cómo podía crecer la sospecha sobre su marido como padre de la niña.
Finalmente, Byron aceptó conocer a la pequeña, a cambio de una condición: que la niña rompiera vínculo con Claire. Ella aceptó, convencida de que la niña tendría un mejor pasar económico. Incluso accedió a que le cambiaran el nombre. Allegra Byron, como pasó a llamarse, fue internada por su padre en un convento en Italia, para escándalo de Claire. La niña murió de malaria a los cinco años.
Los años siguientes
Para entonces, ya hacía su camino Frankenstein o el moderno Prometeo, aparecido en 1818. Ese mismo año se publicó Sobre Frankenstein, el ensayo laudatorio de Percy Shelley, en el que definió a la novela de su esposa como “una de las más originales producciones de nuestro tiempo”. De 1820 es el que Shelley consideró su mejor poema, Prometeo liberado, una relectura de Esquilo cuyo título remite al subtítulo de Frankenstein.
La tragedia envolvió a los Shelley cuando fueron a Italia a entregarle a Allegra a su padre. Mary perdió un embarazo y Percy registró como propio y de su esposa un bebé de dos meses que habría tenido con Claire y que murió a las pocas semanas. El 8 de julio de 1822, Percy Shelley murió ahogado en Viareggio, en el naufragio de un velero.
Casi un año antes, el 24 de agosto de 1821, el que murió fue John Polidori. Envuelto en la depresión y con deudas de juego, ingirió ácido, pero se omitió el suicidio como causa de su muerte. De forma póstuma se publicó su poema La caída de los ángeles. No llegó a conocer a su sobrino, el poeta Dante Gabriel Rossetti, que protagonizó una historia fantasmal, digna de la velada en Suiza: su esposa, Elizabeth Siddall, se suicidó en 1862, despechada porque él la engañaba. Rossetti colocó en el ataúd los sonetos inéditos de La casa de la vida. Años más tarde logró exhumar el féretro, al solo efecto de recuperar los poemas y publicarlos.
Byron partió a Grecia para luchar en la guerra de independencia contra el Imperio Otomano. No halló la muerte en el campo de batalla: sufrió un ataque de epilepsia y la sangría que le practicaron agravó su estado. Murió el 19 de abril de 1824. Diez años después se estrenó la sinfonía Harold en Italia, de Héctor Berlioz, inspirada en la obra más famosa de Byron. Incluye una parte solista para viola, ya que fue encargada por el virtuoso Niccolò Paganini, de quien se decía que tenía un pacto con el diablo. Eso y el comienzo necrofílico de una carta de Paganini al compositor hubieran hecho las delicias de los contertulios de 1816: “Beethoven está muerto y solamente Berlioz puede revivirlo”.
Cuando Byron murió, dejó una hija legítima, fruto de su matrimonio con Anne: Ada. Tenía ocho años cuando perdió a su padre. Casada con el conde de Lovelace, Ada fue una matemática de fuste y desarrolló el primer algoritmo para ser procesado por una máquina, con lo que en pleno siglo XIX (murió en 1852) se convirtió en una pionera de la programación de computadoras.
Un tumor cerebral acabó con la vida de Mary Shelley en 1851. Claire Clairmont, última sobreviviente de la cita de 1816, falleció en 1879 a los 80 años. La correspondencia que mantuvo con su cuñado y con Byron fue el disparador para una de las grandes novelas de fines del siglo XIX: Los papeles de Aspern, de Henry James.
Frankenstein, convertido en un clásico, llegó al cine en varias ocasiones. La reunión junto al lago de Ginebra fue la base de Gothic, la película de Ken Russell estrenada en 1986.
Un siglo después de aquel encuentro literario, por la Ginebra de Byron, Polidori, los Shelley y Claire, andaba un joven argentino. Quizás haya pasado cerca de la mansión de Villa Diodati. Dos décadas después, en 1937, en un año con verano, y durante una noche que se presume lluviosa y ventosa, Jorge Luis Borges comenzó a mencionar, junto a sus amigos Silvina Ocampo y Adolfo Bioy Casares, los mejores relatos fantásticos que habían leído. Derivó en la Antología de la literatura fantástica, que no incluyó a Frankenstein por su extensión, pero quizás sintieron alguna conexión con ese otro encuentro.