“El siglo, ya lo ves, resultó complicado, ¿En qué anda esa canción que nunca terminamos?”, canta el músico porteño Martín Elizalde en su nueva canción, “Amigo”, que retrata con dulce melancolía el paso del tiempo. “La canción es como un encuentro posible con algún amigo de la infancia pero también podría ser una charla frente al espejo con uno mismo”, explica el pianista y compositor que se encuentra celebrando veinte años de canciones. “Cuando arrancábamos a tocar con los Falsos Profetas todavía estábamos en el siglo pasado y sacamos el primer disco en 2001… y cómo nos imaginábamos que iba a ser el siglo y cómo resulta que es”, apunta Elizalde, que se presentará junto a su banda este miércoles 16 a las 20 en Lucille, Gorriti 5520, con invitados especiales como el cantor Cucuza Castiello.

“Amigo”, una canción pop comandada por el piano, es el primer adelanto de su sexto disco, A la hora del calor, que se publicará a mediados de año. El disco tendrá diez canciones y ya está terminado. Pero Elizalde, atento a los tiempos que corren, lanzará primero algunos adelantos antes de mostrar el material completo. “El título del disco hace referencia a ese momento del día que podría ser el de la siesta, cuando la gente se mete adentro y las calles están vacías. Viví hasta los cinco años en Viedma y en el verano íbamos a unas playas desiertas de la zona. Y ahora de grande volví a ir con mis hijas”, cuenta. El disco fue compuesto, producido y mezclado por el propio Elizalde en La Siesta, su propio estudio.

Dolores Solá, de La Chicana, estará de invitada en una canción que se llama “Historia de un matrimonio”. “Y después hay un tema medio ska, medio Cadillacs. En los primeros discos uno trata de demostrar más de lo que sabe. Y la verdad es que yo ahora no quiero demostrarle nada a nadie, entonces siento que fluye todo mejor. Me cuesta mucho llegar a la simplicidad, porque soy rebuscado. Pero este es un disco con lenguaje directo, simple, y las canciones tienen aire”, define Elizalde. 

En cuanto al sonido, continúa la línea estética de los anteriores: una canción pop-rock con la melodía, el piano y la voz como protagonistas. “El sonido pop es algo que me gusta, pero siempre con una veta cercana al rock. Me considero un solista de rock y este disco tiene una búsqueda diferente en el audio. Pop es una palabra muy amplia y puede llevar hacia distintas lugares. Pero me parece que es un pop-rock más de la década del setenta que actual”.

-¿Qué tan importante es la palabra en tu música?

-De nada sirve tener una gran letra si la música es una porquería. Y al revés también. Me parece que la canción es un equilibrio. Hay pocos temas en la historia de la humanidad, lo que cambia es la manera de contarlos. Pero mi gran obsesión es abordar temáticas que quizás visito con cierta frecuencia pero siempre de manera diferente. No me gustaría sentir que me estoy repitiendo. En cuanto sienta que eso pasa dejaré de hacer canciones. Tiene que ver con la música que escucho desde chico. El tango con la poesía tremenda que tiene; Andrés Calamaro, que es el primer autor de rock con el que me enganché. O Serrat, Sabina, Bob Dylan y Tom Waits. Me preocupan mucho los detalles en las canciones, contar historias a través de diálogos, algo que Dylan hace muy bien. Una de las cosas que me gusta de la música urbana, por ejemplo, es el lugar en el que se pone a la palabra. La palabra siempre va a estar en la música. Pero si vas a poner palabras en una canción más vale que digan algo.

-Y en este momento de la industria musical, donde imperan otros géneros y sonidos, ¿es una proeza apostar a la canción?

-Creo que lo peor que puede hacer alguien que hace canciones es enojarse. Y yo la verdad es que nunca me enojé. Y eso que nunca me invitaron a un festival ni tuve rotación en radio y me parece que está bien. Pero porque intencionalmente yo nunca busqué hacer esa música. Siempre uno tiene el deseo de llegar cada vez a más gente, pero sé que tengo una manera de frasear que puede parecer extraña y tengo canciones en las que no repito la letra en ningún momento del tema. Pero lo que hago tiene una búsqueda estética intencional y es eso algo que charlábamos desde el comienzo con los Falsos Profetas, porque nunca nos interesó seguir una corriente artística…

-¿La búsqueda de la originalidad siempre estuvo presente?

-Empezamos a ensayar en la década del noventa, que era la época del grunge, y se escuchaba otra música. Nosotros agarramos el rock y empezamos a sumarle las cosas que pasaban alrededor nuestro o que nos gustaban, como el tango. Y no lo digo como algo heroico, sino que cuando me siento a hacer una canción el objetivo principal es la pregunta "qué música me gustaría escuchar a mí"; no qué música le gusta a escuchar a la gente. Casi todos los artistas que me gustan siempre fueron súper genuinos con lo que a ellos les pasaba, y cuando en los ochenta todos se fueron a surfear las nuevas olas ellos se quedaron en otro lado, en la orilla, haciendo sus cosas.