Es la serie más vista de Netflix en Argentina y la segunda de habla no inglesa con más visualizaciones en todo el mundo. El Marginal captura la atención de todxs pero es posible que lo más extraordinario de su trama, y de su sensibilidad, no se haya discutido todavía. En esta cuarta temporada la diversidad asoma en romances y personajes. Entre otras historias, se sumaron a la tira dos esposas trans. María Pía Martignoni y Valentina Avila debutan en la ficción televisiva como dos Harley Quinn's criollas que exudan tanta violencia como sensualidad.
Cielo y Alelí, las superpoderosas de El Marginal
Entre otros aciertos de la nueva temporada de El marginal, SOY se detiene en la incorporación de Cielo, interpretada por María Pía Martignoni, y Alelí, encarnada por Valentina Avila. Ambas son parte de la banda de Coco -Luis Luque-, y por lo tanto “siempre estamos a su mando, a la orden de él. Cada vez que aparecemos es porque aparece él. Somos como sus escoltas, sus perras guardianas”, dice Pia sobre estos dos personajes de alto voltaje, con mucha presencia escénica pero muy pocas palabras en el nuevo escenario que ofrece, ya no San Onofre, sino una nueva carcel, Puente Viejo.
La "celda de privilegio" de los nuevos personajes que funcionan como una suerte de fuerza de choque del Director del Penal, Rodolfo Ranni, con Coco -Luis Luque- a la cabeza, es como un loft tumbero. Y la banda reproduce los lugares comunes de un clan tradicional italiano: el ritual de las comidas en familia, bautismos, estampitas, recriminaciones a la hora de la cena y cosa nostra. Alelí y Cielo son las nueras del patriarca.
¿Cómo compusieron sus personajes?
María Pía Martignoni: "Fue complejo, empezando por la apariencia que tiene que ver son su contexto y su personalidad. Yo nunca en mi vida me había pelado… Y esta cosa punk que tiene mi personaje fue todo un experimento. Todo su look, su caracterización, que no tienen nada que ver conmigo. Cuando hice el casting, te hacen hacer escenas que no están en la historia, pero que son de los personajes, entonces ahí un poco más conocí la historia de Cielo. Y de pronto me di cuenta de que no estaba tan alejada de mí. Tengo que aclarar que yo no soy violenta ni apuñaló, ni voy prendiendo fuego (risas). Pero lo que pude ver es que era una persona que por su apariencia física y por su identidad le había tocado lidiar con el machismo en todas sus expresiones. Cielo tiene mucha ira, a veces en su soberbia. Yo nunca estuve presa pero sé lo que es la clandestinidad. De esa manera de a poco sentí con este personaje cierta empatía. También una mirada melancólica".
-Y también es alguien muy fiel al clan…
M.P.M.: Claro. Hay una fidelidad hacia Coco. Y una la empieza a entender cuando te das cuenta de que encontró la mejor forma de llevar la cárcel, de sobrevivir. En un momento tuvo que decir: Este es mi marido, este es mi suegro. Son dos criminales pero yo acá me tengo que acomodar. Si yo hago caso, la voy a pasar mejor. Desde ese lado lo construí sin juzgarla, sino viéndola como una sobreviviente y como alguien que a pesar del contexto siempre se defendió.
¿Y en el caso de Alelí?
Valentina Avila: Mi personaje, Alelí, es una chica muy de barrio y muy “tradicional” en cierto sentido. Como se decía antes: “una chica muy de su casa”. Todo el tiempo en la cocina o curando heridas de las peleas que los miembros de la familia tienen con otros presos. Mitad cocinera, mitad enfermera. Pero tiene la particularidad de que cuando hay un motín o hay peleas, pelea. Como esas dos caras de las heroínas. La verdad es que fue difícil componer el personaje porque me era difícil identificarme con alguien así. A ella se le asignaron los deberes del pabellón. Una especie de ama de casa que cuando tiene que matar… mata.
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Vos, María Pía, ya tenías algo de experiencia en los escenarios…
M.P.M.: A través del drag. Soy de Aguilares, una ciudad que está a 6 km de la Capital de Tucumán, al sur de la provincia. Cuando terminé la secundaria me mudé a San Miguel de Tucumán y ahí conocí el ambiente lgtbi, en especial un boliche que se llama Diva. Conocí por primera vez a una drag queen en ese escenario. Las drag en provincias son muy diferentes a las de acá, es todo mucho más exagerado, ropas estrambóticas, y yo pensaba: me encantaría hacer eso. Ese fue mi primer enamoramiento. Empecé entonces a experimentar con un personaje drag en ese lugar. Era muy precario todo. Porque yo no tenía los medios, mi familia no me apoyaba. Me armaba con lo que podía, cosas prestadas. Pero el drag es un ambiente de mucha solidaridad. Me enseñaron técnicas, a maquillarme y a medida que iba creciendo mi expresión artística, también iba creciendo en mí la necesidad de expresarme en otros sentidos.
Se podría decir que tu transición fue de la mano con tu relación con lo escénico…
M.P.M.: Fui descubriendo que eso que yo hacía en el escenario ya no tenía por qué seguir sucediendo sólo ahí, sólo en el boliche, sólo de noche. Acá, al llegar a Buenos Aires, también seguí estudiando teatro. Conocí a mi maestra Daniela Ruiz, la reconocida activista trans. Hicimos durante varios años la obra que se llamó Si me querés, quereme trans. Esa compañía hizo también La casa de Bernarda Alba. El teatro fue siempre mi salvavidas.
¿Y a la televisión cómo llegaste?
M.P.M.: Mi primera conexión para la tele fue hacer un trabajo para Corte y confección, el reality de moda. Era modelo del staff general. Iba de lunes a viernes en un canal en el horario principal de la tard. Yo no estaba haciendo un papel gracioso, ni tenía que mostrarme como una bomba sexual, como está todo el mundo acostumbrado a ver cada vez que ve una trans en la tele, sino con mi rol de modelo. Trabajé ahí dos años. De allí conozco a la gente de Underground, que fueron quienes me invitaron a hacer el casting para El marginal, para el personaje que finalmente hago.