Entre historias tan sórdidas y violentas como las que presenta la cuarta temporada de El Marginal (y donde frecuentemente el sexo es sinónimo de sometimiento, tortura y abuso), no parece casual que la relación amorosa y erótica entre el presidiario Bardo (Ariel Staltari) y el guardia cárcel Osmar (Diego Gallardo) haya adquirido protagonismo e ilumine los siniestros pasillos del penal Puente Viejo.
De Roberto Arlt a El marginal
Bardo y Osmar están destinados a formar parte de una tradición literaria y cinematográfica de amantes carcelarios y convertirse en esos personajes inmortales de la ficción a la altura de los presos malditos y floridos de Genet, los enamorados de Plata quemada de Ricardo Piglia, Jordi y el asesino Falconer en la novela homónima de John Cheever, o la Loca Molina y el guerrillero Arregui de El beso de la mujer araña de Puig.
Por un lado, en Osmar está representada una paradoja argentina: el policía gay en donde conviven la represión y la libertad. Y en la expresión del actor Diego Gallardo -los ojos y pómulos huesudos, bella y trágicamente pasolinescos- hay adicción y homosexualidad: dos características que la sociedad reaccionaria suele aunar y asociar. La escena en la que se lo convierte en un "Cristo gay" lo muestra como el reverso de la expresión franquista y fascista ("Que viva Cristo rey").
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"Sabés los fachos que tuve que bancarme como vos Coco, a mí me van a respetar", pronuncia antes en medio de un baño de sangre, un acuchillamiento en versión gay ("penetrado" en carne, como un ritual sadomasoquista o como castigo divino). Pero Osmar resiste.
Por el otro, Bardo, se define rebelde, homosexual y cristiano (al igual que Pasolini). Su estampita de San Sebastián es rechazada por su amante que paradojalmente tendrá el destino de ese soldado romano. Antes Bardo le dice a Osmar una frase que puede devenir himno orgulloso sin música para la comunidad gay: “Si te da la nafta para amarme, te tiene que dar la nafta para poner el pecho. Cuando uno ama de verdad, se la juega por el otro, aunque te vaya la vida”.
¿Cómo describirían a sus personajes?
Diego Gallardo: Osmar es un tipo al cual la vida lo llevó a estar en lugares que no quiere estar. Por un lado, un trabajo que no lo apasiona y lo obliga a hacer cosas que van contra tus principios. Hay una escena filmada que no se incluyó en la edición final en la cual él le explica a Emma (Martina Guzman), que entró al servicio penitenciario por una imposición del padre y ese fue el fracaso de su vida.
Ariel Staltari: Las personas son los que son en acuerdo al contexto que les toca. Bardo es una persona dura que está castigada por la vida y está pagando sus delitos en la cárcel. Tiene un matrimonio heterosexual con una ley de cabecera como el misticismo católico. Para él es doblemente peligroso salir del closet. Ya lo suele ser fuera del contexto de encierro. Si estás en una cárcel donde está mal visto ser homosexual y pertenecés a una familia católica, ya es demasiado (risas). A pesar de eso, Bardo se las arregla bien para poder contar su verdad con coraje y decir “esto yo soy, estoy enamorado de otro tipo y voy hasta las últimas consecuencias”. De Bardo me conquistó esa valentía y su ternura porque en el fondo es un niño enamorado con un caparazón duro.
¿Cómo compusieron sus personajes?
A.S: Fue un proceso difícil de creación hacerlo de una manera creíble porque a veces la gente tiene estereotipada en su cabeza las formas de amar o de ser, en acuerdo a su identidad. En Argentina hay una tradición de asociar al homosexual como al mariquita y en este caso se trata de dos varones a los que la vida endureció, que se enamoran y que sienten sienten un amor muy profundo. No es tan sencillo tampoco para el personaje de Osmar porque él también es un preso vestido de policía. Están presos los que están detrás o delante de la reja. Ambos son víctimas del sistema y para los dos significa lo mismo jugárselas por amor a un hombre.
D.G: Yo venía de hacer Los siete locos y el personaje de Remo Erdosain con su alienación en el trabajo tiene mucho de Osmar. A la vez actualmente estoy ensayando una obra de teatro que se llama En Alta Mar del dramaturgo polaco Slawomir Mrozek donde mi personaje es un náufrago que se sacrifica para que los otros lo coman y puedan sobrevivir. Osmar tiene mucho de sacrificio por el bien común, en este caso, motivado por su amor.
¿Cómo les parece que ayuda esta historia para la lucha por la igualdad de derechos de las sexualidades no heteronormativas?
A.S: Ayuda desde el momento en que ves a un tipo con un dolor y un misterio ocultos que decide poner el pecho a las balas y hacerse cargo de lo que le está sucediendo. Si a un espectador le pasa algo similar y está en su casa mirando El Marginal en Netflix y ve a Bardo puede ser un buen disparador para levantarse del sillón y decir “si este tipo lo hizo en un contexto de encierro rodeado de depredadores que se lo quieren devorar, quizás yo pueda hacerlo".
D.G: El teatro y la televisión bien hechos buscan iluminar esos costados ocultos de la vida que no te plantearías. Es una escuela para adultos para que puedas reflexionar. Está muy bien que desde una ficción se naturalice el amor y el sexo entre varones. Y que se denuncie que hay avances pero que la homofobia y los crímenes de odio siguen existiendo dentro y fuera de las cárceles.
Personalmente, ¿qué les transmitieron sus personajes?
A.S: Yo creo que Bardo termina haciendo honor a su santo que es San Sebastián y que devino figura homoerótica y patrono de los gays. Según la leyenda, era un soldado romano y se peleó con el líder de la milicia por no querer combatir contra los cristianos y fue atado a un árbol y herido con flechas. Una fiel lo llevó a su casa para curarlo y luego lo mataron a pedradas. Fue el único santo al que mataron dos veces. Otra leyenda cuenta que tenía una relación con el jefe de la milicia y que éste se sintió despechado y lo mandó a matar.
D.G: Lo hablábamos con Ariel, lo que queríamos nosotros era reflejar este amor en un ambiente tan hostil. Como escribió Chantal Maillard: “es una flor que nace en un cráter después de que cayó una bomba”. Me encanta esa metáfora para dar cuenta de que puede haber belleza y amor y felicidad en lugares áridos. Esa es la esencia de lo que queríamos hacer con los personajes
Las cuatro temporadas de El marginal están disponible en Netflix.