“Las políticas mundiales son criminales: matan, explotan. Y cuando ‘los pueblos en camino’, como llamamos a los grupos migrantes, escapan de la violencia o el hambre, los rechazan de manera violenta”. Tal es la descripción del médico italiano Ugo Zamburro, activista de derechos humanos hoy dedicado a concientizar sobre los derechos de los pueblos migrantes. Y avanza en una reflexión sociopolítica: “si la violencia es global, la resistencia también debe serlo”, sentencia este psiquiatra, quien a fines de la década del ’90 se vinculó en Argentina con las Madres de Plaza de Mayo.
La explicación de Zamburro fundamenta su inminente viaje a México, el que realizará para unirse al movimiento de Madres Migrantes Centroamericanas, que lidera la hondureña Ana Enamorado, en una caravana que saldrá el 17 de febrero desde Hermosillo, para finalizar el 4 de marzo en Tijuana. Recorrer el noroeste mexicano con militantes locales a los que se suman activistas y prensa internacional implica plantar una bandera en reclamo de justicia en el país con mayor cantidad de personas “no localizadas” de América, según Amnistía Internacional.
“Taty ya envió un video de adhesión y fue reenviado a Ana” comparte Zamburro. Habla de Taty Almeida y de Ana Enamorado, la madre de Oscar, desaparecido en México en 2010 en su proceso migratorio a Estados Unidos, quien lo compartió a través del Movimiento Migrante Mesoamericano. Zamburro habla de ellas con una particular familiaridad. La que cultiva como activista político. Su objetivo es “aprender de la historia y compartirlo” especifica ante Página/12 cuando se le consulta por el motivo que lo guía. Así enlaza luchas actuales como la guerra contra la privatización del agua, o por la libre circulación de los pueblos desplazados de sus territorios en caravanas migrantes.
La pelea diaria que da “cada madre en distintas partes del mundo” por encontrar a sus hijos desaparecidos o por encontrar justicia en memoria de esos hijos que, ya saben, han sido asesinados, son los desafíos ante los que se posicionan y batallan las nuevas vanguardias sociopolíticas, anarquizadas en su perfil estructural pero organizadas en la tendencia a una integración que las fortalece. Así lo define Zamburro: “la unidad de los pueblos humildes del mundo”, frente al carácter global del capitalismo salvaje.
“La llamada”
Zamburro llegó a la Argentina “de casualidad”. Hizo escala en Buenos Aires en un viaje al Uruguay para un campeonato de fútbol amateur, entre médicos, en 1998. “Yo estaba en el banco, pero quería conocer América latina, la tierra del Che”, recuerda. Llegó un jueves y fue a Plaza de Mayo, donde conoció a las Madres. “Y empecé ayudar a Madres y a HIJOS, desde entonces” repasa. Esa fue “la llamada”. Así nombra el momento en que se conectó con los organismos de DD.HH. y comenzó a recaudar fondos para su funcionamiento. Trasladó a Italia la experiencia de Madres, como ejemplo de lucha y de sanidad mental de una sociedad: “una historia de mujeres que no habían sido militantes y no tenían organización pero sí tenían una fuerza capaz de hacer cambiar el mundo”.
El poder de las mujeres es central en cualquier organización, sostiene. El de las Madres “se respiraba en el aire”. Su primera Marcha de la Resistencia fue en 1999. A partir de ahí su relación con los organismos de DD.HH. se intensificó: participó de “un escrache a un genocida”, hizo “amigos” entre los militantes, incluso compró un departamento en el porteño barrio de San Telmo que todavía utiliza en sus viajes a la ciudad. “Me gusta Buenos Aires y me atrapó la historia de estas mujeres que luchan --puntualiza-- no por cada uno de sus hijos sino por los hijos de todas”. En el carácter colectivo, la fuerza se potencia. Esa es una de sus mayores “enseñanzas” reflexiona.
“No hay lucha sin alegría”
Italia estaba bastante bien en los ’90, repasa Zamburro. “Era un momento donde lo burocrático funcionaba”, y él lo utilizó para difundir “las lucha de las Madres”. Sobre todo el concepto rector de esa gesta: “No hay lucha sin alegría”. Ese fue el salvoconducto para promover en Europa primero, "luego en el norte del África y en Mesoamérica el modelo de Madres en la pelea por los jóvenes desaparecidos”.
La evaluación del proceso en la conflictiva frontera entre México y Estados Unidos es emblemática para afrontar “la lucha”. “Hay que preguntarse qué hicieron los gringos --señala-- y observar las consecuencias: hicieron un muro y pagaron al gobierno mexicano para que frene a los migrantes de Honduras, Guatemala o El Salvador”. Habla de dispositivos que van desde hospedajes a barracas de atención temporaria, alrededor del camino de “la bestia”, el demencial tren de carga que cruza México de sur a norte, cargando migrantes que buscan llegar “al sueño americano” en forma clandestina.
“Cuando dos amigos italianos visitaron al cura (Alejandro) Solalinde --quien trabaja con los migrantes en México--, y quisieron ayudarlo, le preguntaron: ¿qué podemos hacer?, y él contesto: Nada. Vayan a su país que hay muchos migrantes y mucho por hacer”, recuerda. Así nació el movimiento de Caravanas Migrantes en Italia. En 2014 recorrieron el país “juntando toda semilla de resistencia: contra el tren de alta velocidad, contra la privatización del agua, contra la policía que maltrata a los migrantes”.
“Unir las luchas de la gente humilde”
“El propósito --grafica Zamburro-- es unir estas luchas, de la gente humilde, si no tenemos ni personería jurídica. Y no queremos ni un mago de ninguna institución. Pero en esa primera caravana invitamos a una madre de Honduras y al padre Solalinde”. La propuesta es que los migrantes sean protagonistas también de la pelea. Y que esas madres puedan unirse y dar pelea. Luego sumaron testimonios de madres del norte de África: Túnez o Argelia, que recibieron de este movimiento apoyo logístico y un fuerte respaldo político y conceptual: “¿Para qué sirve llorar en un rincón? Hay que unirse ¡y luchar!”, explicaban las madres de Honduras a las madres de Túnez, trasladando a las costas del Mediterráneo “la lucha de Madres de Plaza de Mayo” refiere Zamburro.
Al modo de Argentina, también en Italia se comenzó a armar un Banco de Datos Genéticos con familias del norte de África, especialmente de Túnez. Y en 2008, Caravanas Migrantes participó del Primer Encuentro Mundial de Madres en busca de sus hijos migrantes desaparecidos: se reunieron de Túnez, Argelia, Mali, Honduras, Salvador, México, Estados Unidos. Se sumó España con el movimiento “Abriendo fronteras”, otro hito en las organizaciones que luchan por la igualdad de los pueblos, dando acogida a los migrantes, facilitando su inserción, también reclamando justicia.
“Nuestra tarea es política: que nunca más otra madre tenga que sufrir por esto, es el lema”, define. “La senda de los activistas de DD.HH. se encuentra siempre” sintetiza. “Y hay que visibilizarlos, porque como no tienen estructura, son muy vulnerables”, subraya.
“La manta de la memoria”
La unión de las madres de migrantes desaparecidos fue tomando cuerpo poco a poco. “Y en pandemia comenzaron reuniones en línea” que sistematizaron los encuentros: hoy se reúnen cada lunes, las mujeres de Caravanas Migrantes y las Madres de Túnez. Sacaron fuerzas de su cariño, se organizaron y gestaron ideas, como antes gestaron hijos. Entre las ideas nació la de “una manta de la memoria, donde cada una borda el nombre de su hijo desaparecido” relata Zamburro.
El efecto produjo conmoción: “fue un milagro”, señala el psiquiatra, por la reacción que se evidenció en las mujeres que buscan a sus hijos migrantes. La manta, confeccionada por idea de la activista italiana Daniela Gioda, reveló en las madres otras fuerzas, nuevos modos de sostener la búsqueda de sus hijos en un paisaje donde la burocracia de los estados se posiciona como uno de los mayores obstáculos.
“En Croacia, Europa invirtió 131 millones de euros en tres años para frenar las olas migrantes. En Bosnia: 88 millones de euros. Y en Turquía, se llevan invertidos 6.000 millones de euros, una cifra exorbitante, que pagamos entre todos y no modifica la realidad de los migrantes” se exaspera Zamburro. Al corazón de Europa los migrantes llegan desde Siria, Irak, Afganistan. “Por los bosques de la ex Yugoslavia con temperaturas bajo cero, pasaron en 2021 unas 4.000 personas. En 2018 fueron 25.000”. En México, se estima que mas de 90.000 personas han desaparecido en procesos migratorios en búsqueda de mejores condiciones de vida.
En México 2022
En torno a esta lucha se concreta en México, esta semana, la primera brigada internacional de búsqueda de migrantes desaparecidos. Bajo la coordinación de Ana Enamorado, quien dejó su destino de ama de casa y se hizo migrante para buscar a su hijo, unas 250 personas, entre militantes, madres y familiares de migrantes desaparecidos, realizaran el recorrido desde Hermosillo hasta Tijuana, buscándolos.
“Hay un trabajo previo --señala Zamburro--, porque no es azaroso el recorrido, que incluye desde hospitales y hospedajes hasta burdeles, pasando por fosas comunes”. La búsqueda de personas migrantes desaparecidas impone el trabajo en red: “nos unimos para ir a las fronteras a buscar a estos jóvenes, a rescatarlos de las organizaciones delictivas de trata de personas para la prostitución o el trabajo esclavo” especifica. Ya lo han hecho en las costas del Mediterráneo. Y han recuperado a decenas de personas en situación de esclavitud, tras el sueño migrante.