Cuando el lunes 13 de diciembre de 2021 los titulares de espectáculos anunciaron la muerte de Verónica Forqué su gracia de chica Almodóvar y su don de actriz con cuatro premios Goya (dos ganados en un mismo año, en 1987) quedaron en pausa. El morbo salió a escena más rápido. Verónica se había suicidado unos meses después de haber dicho “no puedo más” en un reality de la televisión española (MasterChef Celebrity 6).

Tras la noticia de su muerte las mismas redes que durante el programa se habían reído de ella y habían hecho memes diciendo que sus reacciones violentas en la cocina eran dignas de El juego del calamar o de Chucky, salieron de caza mayor, la presa esta vez desenterraba la cara de Christof (el de Truman Show) y de los simulcops de ocasión que rondan según la temporada y hacen negocios con el entretenimiento. 

Su suicidio era un crimen y un revuelto de imágenes editadas con los momentos “célebres” de la actriz cocinera eran la prueba. Verónica estaba cansada y lo decía frente a la cámara, cansada de todo, hasta de los cuatro Goya y de la Verónica Forqué que los había ganado. Su catarsis doliente daba rating, acumulaba likes, su cara y sus gestos sobreactuados eran un álbum completo de memes y tendencia en twitter. ¿Ese desconsuelo era parte del show? ¿Un libreto que el esperpento mundo Truman repite desde hace años para que la audiencia no apague el televisor? Si no era una escena guionada, ¿qué se hace con la risa del pasado cuando el presente la muestra irresponsable? Se la juzga. 

Es un error salir a buscar un culpable, dijeron los psiquiatras consultados que los medios enfrentaban con la lectura crítica de los profesores universitarios de comunicación que explicaban que “los reality show basan su éxito en una especie de espiral de transgresión creciente que les obliga a ir siempre más allá de lo que pueda haberse hecho antes para así sorprender y mantener el interés del público” (Ferran Lalueza) y con la producción de MasterChef que aseguraba que Verónica decía estar “feliz y agradecida”.

"No doy más, yo no soy de tirar la toalla, pero hay que ser coherente, procuro serlo, humilde y si no puedo más no puedo más. Mi cuerpo y el universo me estaban diciendo necesitás parar", dijo Verónica entregándoles al jurado su delantal, fetiche de la competencia, y doblándolo a lo Marie Kondo ante una audiencia dispuesta (cuando Verónica murió) a convertir en trending topic dos palabras: salud mental y suicidio. ¿Cuánto tiempo tiene que pasar para que La Forqué deje de ser el prototipo de la "fragilidad mental” que analizan voces expertas en los programas de televisión mientras muestran escenas de las “celebrities” en apuros (puede ser porque se les quema una bechamel o porque la receta que están preparando la hacían sus abuelas y eso las hace llorar) y a todo vapor para que el televisor no se apague? ¿Cuánto tiempo para que dejen de triturar su corazón roto? 

Verónica en Kika, de Almódovar

“Era toda luz (…) entiendo que atraiga a tantas generaciones porque era maravillosa (…) no reconozco a esta mujer en ese final. No es la Verónica que yo he conocido”, dijo Almodóvar en la capilla ardiente que la despedía en el Teatro Español de Madrid y culpó a su modo a quienes no pudieron ayudarla. “Era un ángel, es un mito y su muerte una llamada a la reflexión y un detalle del mundo en que vivimos” dijeron otras voces para acallar tanto ruido. No alcanzaba. ¿Cuánto tiempo tiene que pasar? Por ahora la mezcolanza emocional que la nombra sostiene debates cachivaches sobre la depresión crónica, la desilusión amorosa, el protagónico que no llega, las arrugas y algunos homenajes como el que se vio hace unos días, en la alfombra roja de los Goya 2022, cuando la actriz Macarena Gómez y su pareja, el productor Aldo Comas, posaron de espaldas para que todos fotografiaran y leyeran el mensaje estampado en sus camperas coloridas diseñadas por Juan Avellaneda (que también participó en una temporada de MasterChef Celebrity): "Verónica eterna, mágica" se leía en la espalda de él y "La Forqué", en la de ella. 

La actriz Macarena Gómez y el productor Aldo Comas en la última entrega de los Goya, en homenaje a la Forqué

 ¿Cuánto tiempo hasta que brote ese yuyo verde del que habla el tango de Homero Expósito, “de tu país ya no se vuelve/ni con el yuyo verde/ del perdón…” y aparezcan Cristal, Monique, Ana, Kika, Silvia, Irene, Chusa y todas las mujeres (más de cien) que Verónica creó? En la sala de espera alguien da el nombre de cinco películas imprescindibles para recordar o descubrir a La Forqué, la actriz de cine y series, la actriz y directora de teatro y cuando lo está haciendo, alguien se suma, se anima y duplica la apuesta: ¿Qué he hecho yo para merecer esto? (1984), El año de las luces (1986), La vida alegre (1987), Bajarse al moro (1988), Eva y Adán, Agencia matrimonial (1990), Kika (1993), ¿Por qué lo llaman amor cuando quieren decir sexo? (1993), Pepa y Pepe (1995), ¿De qué se ríen las mujeres? (1996), Clara y Elena (2001).

En ese popurrí de Verónica con su “qué heavy eres, Juana” y sus mujeres de voz aguda y pestañas atávicas volverá la acción que la literatura (en sus múltiples versiones) saborea en generosa orgía y dará las respuestas y también las palabras justas, esas que dan en el blanco sin interrupción pendular y sin esa retórica de mala calidad obstinada en explicar lo que no entiende ni quiere entender.