“Tiempo al tiempo, todo llega en su momento”, reza el dicho popular, que le cae como guante de seda al esperado -más aún, ¡anhelado!- Crisis de amor, último disco del dúo electro-pop Ibiza Pareo. Acostumbradas a agitar pistas de baile de Argentina, Chile, Uruguay, México, España, Estados Unidos, por mentar solo algunos países donde han girado con sus celebrados álbumes de estudio anteriores (el epónimo Ibiza Pareo, de 2015, y Bailemos juntas, de 2018), Ani Castoldi y Marina La Grasta vuelven al ruedo con ocho tracks marcados por esta época tan convulsa, turbulenta, donde urge pensar nuevos modelos.
“No quiero cantarle a un amor al que no le creo. No quiero decir que sin tus besos, me muero, me muero”, revela la dupla en Cancionero. Y frente a la apatía generalizada, el sufrimiento naturalizado, canta fuerte y claro en Tanta desconexión: “Salvemos al mundo de nosotros mismos”, a la par que se interroga: “¿Cuánto tiempo más voy a estar sentada sin hacer nada?”. Con temas envolventes que sumergen en moods distintos, desde el sugerente Noche porteña hasta el explosivo Aquí y ahora, Crisis de amor encuentra el justo equilibrio entre la reflexión y el hedonismo, refrescando el siempre invitante repertorio de Ibiza Pareo.
Propia, por cierto, la producción del álbum, disponible en todas las plataformas streaming, editado por el sello Geiser. Que irán presentando en sucesivas fechas, a chequear en sus redes (hoy viernes 18 tocan en Mar del Plata; en marzo, lo harán en Villa María y Córdoba Capital; también en Uniclub, en CABA, donde presentarán el disco el próximo 23 de marzo. Y serán parte del line-up del festival Quilmes Rock, a celebrarse el 30 de abril y 1 de mayo). Sobre el flamante largaduración, lo mucho que han hecho estos últimos años, y dos álbumes inéditos -a punto de caramelo- que tienen bajo la manga, conversan con Las12 las decididamente gozosas Marina La Grasta y Ani Castoldi.
Lanzaron Aquí y ahora, primer adelanto de Crisis de amor, en abril de 2020, cuando arrancaba la cuarentena ¿Cómo fue el proceso durante estos últimos años, hasta finiquitar el álbum?
A: Por esas fechas ya teníamos algunos demos sueltos, de los que solo quedaron la mitad. Muchos volaron, otros cambiaron contenido y continente. Aquí y ahora nos había salido de taquito y, de ansiosas que somos nomás, lo sacamos creyendo que íbamos a tener el disco listo en 4 meses más…
M: … algo que evidentemente no pasó. En principio, porque había temas a los que les faltaba trabajo a nivel compositivo. Y luego, porque se complejizó el panorama por el mismo contexto, al volverse imposible grabar, ir a estudios…
A: Todo se fue demorando mientras flotábamos en una especie de limbo. Y mutaba la energía: no es lo mismo componer pensando en compartir la música en vivo, en fiestas con contacto estrecho, que hacerlo cuando esa chance se ve lejana, los tiempos se estiran…
Nuevas formas, canción que abre el disco, deja sentado el tono general del LP buscar nuevas formas de amar, de ver la realidad, “ojos nuevos, oídos frescos, otra sensibilidad”. “Todo lo que fue hasta ahora, no va más”, reza el track.
M: De primera, alguien que lee “crisis de amor” puede pensar en “crisis de pareja”, pero de lo que hablamos es de un paradigma que caducó, que está agotado, que ya no da para más y necesita dar paso a nuevas alternativas. Respecto al amor en sentido amplio, ¿eh?, no estrictamente entre personas: el amor por una misma, por el universo, por la naturaleza, por todos los seres vivos…
A: No somos panfletarias, pero tampoco caretas; las letras bajan nuestras charlas cotidianas sencillamente, sin sermonear a nadie. Y en un momento en el que mucha gente se hace las mismas preguntas, atraviesa frustraciones parecidas, comparte dudas, incertidumbres. Por eso, hablamos de reformular, de plantear nuevas formas en todos los niveles. De hecho, hay temas románticos pero sin reclamos, sin despecho alguno. Tanta desconexión, otra de las canciones, refiere a esa contradicción de un mundo donde pasan cosas horrorosas (incendios, violaciones, femicidios, granjas porcinas, extracción de petróleo de los mares…) y, a la vez, no pasa nada: todo sigue igual. Ya no son errores: es el cinismo del mundo.
Toca la pregunta ingrata, especialmente en estos tiempos de influencias cruzadas respecto a géneros musicales y estilos: ¿qué etiqueta le pondrían a Crisis de amor?, ¿cómo lo definirían?
M: Es bailable, housero; también es canción y es medio rockero. Variopinto, digamos (risas). Podemos ser muchas cosas, pero si hay que definirse iría por “pop electrónico”.
A: ¡Pop sudaca! Para mí hay algo de estos lares que nos influye muchísimo, toda una escena y un sonido que nos envuelve de Argentina y América Latina.
M: En cierto modo sintetiza nuestros dos discos anteriores. Tiene algo de lo experimental y viajado de Ibiza Pareo, y de la fiesta y la frescura de Bailemos juntas. Con el desprejuicio y la espontaneidad que cruza todas nuestras composiciones.
Hay que decir que “Tecnovia” habla de otra forma de amor: puntualmente, a La Plata, adonde ustedes se mudaron a fines de 2020 ¿Profecía autocumplida?
M: Fue muy loco, porque al mes de terminar esa canción, firmamos y nos vinimos a Villa Elisa, en el partido de La Plata, actual residencia de las instalaciones de las Ibiza, que brinda piletita, jardín para les perrites, estudio… No queríamos que nos pescara otro confinamiento en Capital y, como hacemos tantas cosas juntas, así fue que emprendimos la mudanza. The dream came true (risas).
Evidentemente, lejos de paralizarse frente a la adversidad, tomaron envión…
A: La pandemia cambió el juego ciento por ciento, y tuvimos que resetear. Veníamos tocando de jueves a domingo, sin parar, con una vida que giraba en torno a lo social, tanto a nivel económico como creativo, y de repente, de la noche a la mañana, esa realidad ya no existía. En ese “¿ahora qué?”, le dimos para adelante. Personalmente, empecé un emprendimiento de comida vegana, que dejé cuando volvieron las fechas, en especial como DJ. De todas maneras sigo colaborando con un proyecto familiar de cocina que se llama Yamani Alimentos, de pastas veganas, donde hago pruebitas, pienso nuevas combinaciones; por caso, quesos de cajú con hongo roquefort.
M: Fueron años de mucho autoconocimiento y aprendizaje. Yo me recibí de instructora canina, ¡diploma incluido!, tomando clases virtuales, haciendo los exámenes prácticos con Cosqui, uno de nuestros tres perros. También me puse a estudiar para terapeuta floral… Había que encarar y le pusimos onda, aún teniendo momentos de ansiedad, ¡de pánico! Un clásico cuando se transitan tantos cambios personales, algunos radicales, que piden período de adaptación. Como diseñadora de imagen y sonido, pasé de trabajar en relación de dependencia a ser freelance, imaginate la sensación de abismo… Pero es como sucede con las buenas canciones: si se hacen desde el corazón y tu espíritu te guía, ¿qué puede salir mal? Habrá palos en la rueda, pero la intuición también es una voz que hay que aprender a escuchar. Sonará un poco esotérico, algo místico, pero si la vida que tenemos en la Tierra es una sola, ¿vamos a repetir modelos por miedo o por una falsa sensación de seguridad? Nah, nos tiramos a la pileta.
¿Fueron de la partida que se volcó a preparar pan casero, tendencia global en los primeros meses de confinamiento?
A: Obviamente, ¡y de masa madre, mi amor!
M: Llenamos todos los casilleros: clases de gimnasia online, yoga, cardio…
A: Hasta me puse a hacer cremas para la piel. Y como mi mamá me regaló una máquina de coser, empecé a confeccionar mi propia ropa… Fue un Do It Yourself extremo, deliramos una revolución desde la autogestión. También me anoté en un curso muy piola de mix y máster con Brian Iele, donde aprendimos un montón. Y después le pedimos que mezclara Crisis de amor; estuvo buenísimo el desafío de entendernos con alguien con quien no habíamos trabajado antes.
La portada de Crisis de amor, una caracola marina que lagrimea, ¿es obra de ustedes?
M: No, es de Ale Ros. En un comienzo, nosotras habíamos pensando en un ojo -mitad de Ani, mitad mío- pero abandonamos esa idea porque no nos convencía. Entonces delegamos la tarea en Ale, que nos conoce mucho, al que le hicimos una síntesis de lo que tratan las canciones: el planeta en jaque, la humanidad y las relaciones en crisis... Y se le ocurrió esta caracola, que plasma lo sintético y lo natural, y es una polisemia total: una concha que llora, o que emite alguna forma de fluido, y de algún modo conecta y cierra con la propuesta original del ojo.
Según la época, en las artes la concha marina ha representado el nacimiento, la buena fortuna, la resurrección, muy a tono con el mensaje de cambio de modelo que propone el álbum.
A: Qué lindo, desconocíamos. Y muy escorpiano, ¿no?
En una interviú reciente, ustedes contaban que habían pasado por un período signado por el silencio, al que le siguió una época lúdica, pletórica de experimentación sonora.
A: Al principio de la pandemia sentíamos que no había música para ese momento completamente inexplorado, tan inédito ¿Qué canciones le podían quedar bien?
M: Entonces empezamos a escuchar canales de YouTube con música en frecuencia de 432 hercios, que es la frecuencia en la que vibra la Tierra, y te hace súper bien: para dormir, para bajar la ansiedad…
Se dice que tiene efectos terapéuticos, que disminuye el ritmo cardíaco, la presión arterial, que relaja sobremanera.
M: A nosotras nos flasheó; aparte la música ambient nos encanta. Y jugando, jugando, salieron composiciones que son un viaje hermoso. Se convirtieron en un disco instrumental afinado en frecuencia 432 (la mayoría de los álbumes está en 440), que fue el que nos acompañó estos dos años.
A: Coincidió que justo habíamos hecho una pequeña inversión, comprado una máquina de ritmos y un sintetizador, pensando en renovar nuestro sonido después de Bailemos juntas. La fórmula “tiempo libre + juguetes nuevos” fue un gran disparador, nos la pasamos investigando.
¿Planean lanzar ese trabajo en algún momento?
M: Sí, va a salir, todavía no sabemos cuándo. De momento descansa en el mismo “cajón” que otro disco que también tenemos listo, de covers, ¡que nos da una emoción que ni te cuento!
¿Algún espóiler, adelanto…?
M: ¡Contale, Ani, contale todo!
A: (risas) Son canciones -algunas más lentas, otras más rápidas- que nos gustan mucho, parte de nuestra educación sentimental, que de pronto -casi sin buscarlo- terminaron proponiendo un recorrido parecido al que armamos en nuestros discos originales. Algunas ya las hemos tocado en vivo, como Puerto Pollensa, de Marilina Ross. Está Tu juego, de Miranda; Presente, de Vox Dei; Encuentro en el río musical, de Virus; Una sola vez, de Sandra y Celeste; Para Hacer Bien El Amor hay Que Venir Al Sur, de Raffaella Carrà… Bien, bien ecléctico.
En años todavía más lozanos, ¿armaban mixtapes como declaraciones, regalos de amor?
A y M: ¡Por supuesto!
M: Con la casetera, a la vieja usanza. Las baladas de Madonna eran infaltables. También temas muy ochenteros, en la onda de REO Speedwagon o George Michael.
A: Lo mío iba más por Olivia Newton-John, Al Green, Sam Cooke, el reggae romántico, unas cancioncillas de Jennifer Lara…
¿Tienen un disco o una canción que sea una suerte de talismán?
A: Love Songs, un compilado de canciones de amor de los Gipsy Kings, sin lugar a duda. Cuando me siento perdida y necesito de una música que me sostenga y me balancee suavecito, voy de cabeza a ese álbum.
M: Somos muy fans de ese disco. Es tremendo porque, por un lado, te rompe el corazón en mil pedazos pero, a la vez, te arenga… La verdad, no se me ocurre algo más moderno…
A: A mí solo me viene a la mente Atahualpa Yupanqui, Mercedes Sosa… Si estoy en casa y tengo ganas de poner algo bien arriba, aprovecho para hacer investigación de músicas que acaban de salir, me pongo manija con el tecno.
M: A Róisín Murphy la escuchamos a full. También la obra de Jorge González, a la que le encuentro muchos puntos de contacto con Ibiza Pareo. Y estuvimos oyendo Regresa, álbum de Buscabulla; Claridad, disco de remixes de Antonia Navarro, donde reversiona temas propios…