I. El psicoanálisis se ocupa de la roca viva de la castración, de la cosa freudiana --el das ding--. su ónix primordial, su piedra preciosa, su pedrería ligada a los fenómenos del inconsciente.
Como todo fenómeno de disrupción, se presenta como no identificado, como auténtica sorpresa. Un OVNI.
Un cierto tipo de fenómeno evanescente que guarda relación con la roca por las facetas determinantes que allí perviven, perseveran, se trasponen en piedra preciosa o alineación de objetos de joyería por las palpitaciones de magma desde esa roca viva primordial.
II. En las postrimerías de la roca y de sus vetas transgeneracionales, encontramos también ese carácter gravitatorio que tiene una condición negativa, del mismo modo que los electrones se comportan en los alrededores de la estructura del átomo. Giran produciendo saltos, son las vicisitudes de esas partículas --onda que el psicoanálisis tal vez delimitó, en el plano dela experiencia clínica, como objeto “a”-- tal como Lacan lo nombró e inauguró-, que es a un tiempo el “a” pero no precisamente “a”, no sólo eso.
Es más bien un devenir de las partículas de memoria ligadas a la conciencia como fenómeno cualitativo, más afín al principio de incertidumbre, y de los que el objeto “a” sería uno de sus componentes, entre otros.
En el aparato psíquico, este carácter evanescente, entre el comportamiento de la materia y la relación en que las partículas de memoria se ligan y entrelazan, allí mismo rige el principio de incertidumbre, sin poderse establecer un absoluto ni de la memoria, ni de la materia, ni de lo que creemos propio y relevado al nombrar “sujeto” en la experiencia de occidente.
III. Allí la transferencia psicoanalítica tiene algo que enseñarnos, en ese espacio que es una combinación entre escucha y tiempo.
La escucha se vuelve así una variante de los campos gravitatorios, esos que han apantallado el ónix de la materia y de cómo esta relación con lo real de la cosa y del síntoma hacen al desenvolvimiento de una cura.
De cómo en el significante se sitúan las partículas de goce cuerpo, de cómo la escucha hace entonces campo --gravitatorio-- y hace al espacio de la relación con el cuerpo deseante y el goce, en su dimensión real con lo real del cuerpo.
En esta tensión sutil se desenvuelve la transferencia psicoanalítica: por una parte, hace con la gravedad como espacio diseminado y transformado, por otra parte, hace al espacio por su condición de escucha temporalizada.
La escucha psicoanalítica se comporta de este modo como un campo gravitatorio.
IV. Un paciente relata un sueño que nombra “originario”. “Estaba jugando en mi habitación con mi padre, hacíamos volar unos avioncitos. Estábamos felices, disfrutando. Tenía tres o cuatro años cuando lo soñé. De pronto se abrió un agujero en una de las paredes de la habitación. Entraron unos hombrecitos y a mi papá se lo llevaron a otra dimensión, a través del agujero. ¿Por qué estaba tan contento de verlo desaparecer? El agujero se cerró y yo me quedé solo. Me desperté llorando y corrí a la habitación de mis padres para buscarlo. Era domingo por la mañana. Los domingos eran los únicos días que papá estaba en casa. Papá me dijo ese día al borde de su cama: si hubieras tenido este sueño cualquier otro día habrías tenido una de tus crisis respiratorias, habrías pensado que nunca más iba a volver”.
Este sueño de angustia se desenvuelve entre la desaparición, propia del deseo de muerte concomitante a la angustia de castración, y el padre incierto, el padre que no está en casa salvo los domingos, como si se tratara de un auténtico fenómeno en el que los electrones saltan entre posiciones del espectro en la estructura del átomo. Si ese sueño hubiera acontecido cualquier otro día, su padre augura que podría incluso haberlo dejado “sin respiración”, en una dimensión en que la muerte “salta” hasta el cuerpo real en la vigilia misma.
¿El padre, y tal como lo precisa el psicoanálisis, el padre muerto y el padre incierto, no son acaso un fenómeno OVNI por excelencia, como resultado de esos saltos?
Un OVNI: entre el efecto de pantalla del quehacer fantaseador --y onírico- - y las implicaciones --proyecciones-- sobre la posición del desvanecimiento subjetivo --faiding-- que posibilita situar la posición del sujeto del significante respecto de la división subjetiva. Entre la indeterminación de la partícula y el colapso de onda de la posición del hablante por efecto del significante, tal como lo presenta este sueño en el que el padre tanto está muerto como reaparecido, en una gama diversa de posiciones en el espectro.
Confirma, posiblemente, un principio de funcionamiento OVNI: más allá del viviente, y también en relación con las pulsaciones/palpitaciones de la roca viva en los alrededores del agujero desaparecedor.
V. ¿De qué testifica este sueño? No sólo de la preeminencia del padre para el psicoanálisis como fenómeno de lo muerto aparecido, como auténtico OVNI, sino de su más allá en ciernes, su lance en la cultura --por los efectos del sujeto del inconsciente-- hacia otro espacio.
Ese otro espacio se encuentra en la cultura y más allá de ella. Ese más allá no es inhumanidad, sino precisamente la constatación de que, en la estructura de lo humano y por efecto de su posición deseante que es excéntrica, es posible atravesar la fantasmática de los horrores de los que no fuimos advertidos.
Cristian Rodríguez (Espacio Psicoanálisis Contemporáneo. EPC). Este artículo forma parte de un texto en preparación sobre “Las perturbaciones de los campos gravitatorios en psicoanálisis”, para “NaturePhysics”.