Hace exactamente un año, inicios del 2021, se conocía la noticia de que una corte superior de Lahore, la ciudad más pujante de Pakistán, prohibía ¡por fin! una práctica degradante, cruel, vejatoria, largamente instalada: los tests de virginidad a los que eran sometidas las víctimas de violación tras denunciar, durante el proceso penal. Este fallo advertía que la prueba “de los dos dedos” -como se le conoce vulgarmente- era “humillante”, “altamente invasiva”, “ofendía la dignidad de la mujer”. Hacía hincapié además en cómo desviaba la atención de la violación y del acusado, echando un manto de sospecha injustificado, gratuito sobre la mujer que había sufrido violencia sexual. También subrayaba que los mentados tests ni venían a cuento ni tenían basamento legal por su falta absoluta de validez científica.
“Las barreras existentes para que las mujeres denuncien casos de abuso son insuperables, pero este pronunciamiento contribuirá, y mucho, a desmantelar esas barreras”, se manifestaron entonces activistas feministas pakistaníes, echando flores a la persona detrás del histórico veredicto, asimismo elogiada por Shireen Mazari, ministra federal del área de derechos humanos (que aclaró vía Twitter que la prohibición de la prueba solo era válida en la provincia de Punyab, de la que Lahore es capital). Detrás del histórico fallo, una jueza que -por esos días- se ocupó de explicar con pelos y señales las razones por las que los tests de virginidad eran lisa y llanamente aberrantes, discriminatorios hacia las mujeres. Una jueza llamada Ayesha Malik.
Pues, pocas semanas atrás, Malik (Karachi, 55 años) volvía a despertar entusiasmo y esperanza por hacer, una vez más, historia: tras prestar juramento, se ha convertido en la primera mujer en ocupar el alto rol de jueza de la Corte Suprema de Pakistán, un país donde las defensoras de los derechos de la mujer lamentan que la ley muchas veces se utilice en su perjuicio. De ahora en más, se sentará junto a 16 varones en el tribunal superior, a tal punto la disparidad.
“Este es un paso sumamente importante para mejorar la diversidad de género en el poder judicial del país, donde, del total de jueces, solo el 17 por ciento son mujeres, y representan menos del 4,4 por ciento en los tribunales superiores”, celebró el nombramiento la Human Rights Commission of Pakistan vía comunicado, aclarando igualmente que el desbalance es tan arraigado y estructural que requiere mayores esfuerzos gubernamentales para equilibrar el asunto: “más mujeres competentes -que ciertamente no escasean- en puestos de toma de decisión; más recursos invertidos para que la profesión legal esté al alcance de todas, independientemente de su clase social o la región en la que viven”.
"La designaron por ser mujer"
Nacida en 1966, Malik completó sus estudios primarios y secundarios en colegios de París, Karachi, Nueva York, Londres. Estudió leyes en la Facultad de Derecho de Lahore, también en Harvard; además de formarse en comercio y economía en la Universidad de Karachi. En su país, laburó en reputados bufetes de abogados antes de llegar, en 2012, al Supremo de Lahore. Donde, según The Indian Express, se forjó una reputación intachable de integridad y profesionalismo. También ha enseñado derecho bancario y mercantil en varias universidades, se ha desempeñado como asesora pro bono para ONGs que combaten la pobreza. Y en varias ocasiones ha sido convocada por tribunales de Australia y Reino Unido como testigo experta en casos de derecho familiar, protección constitucional y derechos de las mujeres pakistaníes.
“Por encima de todo, creo en tres cosas: trabajar duro, ser justa y perseverante”, decía años atrás esta mujer, que pasó buena parte de su juventud leyendo novelas policíacas, del abogado criminalista Perry Mason, personaje de Erle Stanley Gardner. Decía además de que su meta era “cambiar la narrativa y la mentalidad imperantes, hacer que la justicia sea más inclusiva y sensible a las necesidades de los sectores más vulnerables”.
“Su práctica legal se extiende a todos los niveles judiciales”, anota Ángeles Espinoza, corresponsal en Dubái para El País. Y suma que “en todo este tiempo la jueza ha mantenido un discreto silencio, continuado con su trabajo sin hacer ruido. Casada con Humayun Ihsan, un profesor de Derecho con el que tiene tres hijos, apenas se conocen datos de su vida privada. Ninguno de los dos tiene perfil en redes sociales”. Observa, por cierto, cómo el presidente de la Corte Supremo, Gulzar Ahmad, echó leña al fuego tras tomarle juramento a la magistrada: expresó que Ayesha era “lo suficientemente competente” para el cargo, pero agregó que fue nombrada "únicamente por ser mujer”.
Señalada por los sectores mas conservadores de su país
Sucede que, para sorpresa de nadie, su designación no estuvo exenta de controversia. A pesar de sus tantas credenciales, Malik fue acusada por sectores ultraconservadores de pasar por encima de colegas varones más calificados, con más experiencia. Y escaló tanto el encono que, el pasado enero, el Colegio de Abogados de Pakistán amenazó con ir a huelga de confirmarse su nombramiento. Para la respetada abogada y activista Nighat Dad, Malik ha probado una y otra vez su idoneidad haciendo un excelente laburo; su nuevo cargo, añade, “abre infinitas posibilidades para otras mujeres en el campo legal”. Allanando el camino, en primera instancia, y ayudando a impulsar reformas más igualitarias, inclusivas en un sistema claramente patriarcal.
Desafíos no le faltan: en Pakistán, donde muy
pocas mujeres se animan a denunciar abuso sexual, solo el 3 por ciento de las
violaciones termina en condena. Y solo en las últimas semanas, una mujer de 26
años, Aneeqa Ateeq, fue condenada a pena de muerte por presuntos mensajes
blasfemos contra el profeta Mahoma, enviados por whatsapp. Además, acaba de ser
absuelto Waseem Azeem, que había sido sentenciado a perpetua tres años atrás por
asesinar a su hermana -la modelo e influencer Qandeel Baloch- en 2016. El caso
fue notorio: la estranguló porque el contenido que posteaba en redes era
demasiado “sugerente”, demasiado “transgresor”, y mancillaba el honor de su
familia. Nunca mostró una pisca de arrepentimiento.