A Joseph (Joe) Lewis, que dice buscar el bajo perfil, pese a ser un billonario británico con un patrimonio, según la revista Forbes, de 4.700 millones de dólares, se diría que en Argentina por lo menos, le va mal.
En una de las pocas declaraciones que se le conocen sostiene que uno de los privilegios de ser rico es gozar de la propiedad en paz y tranquilidad. Las 12.000 hectáreas en la provincia de Rio Negro que adquirió, aparentemente a precio vil, causan indignación local porque Lewis impide el acceso a Lago Escondido desde hace unos 15 años. Otros lugareños se indignan alegando que el activismo contra Lewis viola la propiedad privada.
En Inglaterra Lewis no podría impedir el paso por su propiedad. Muchos terratenientes británicos han tratado y fracasado en impedir acceso y paso. Una organización, los Ramblers, fortalecidos por una ley sancionada en 1979, patrocinada por un diputado conservador, Edward Leigh, promueve caminatas para preservar el derecho de paso. Dicha ley prohíbe sembrar u obstruirel acceso. La legislación además protege el acceso a lugares de reconocida belleza. Lewis en su país no lograría ese goce con paz que busca. Lo que hace o pretende Lewis en Argentina sería impensable en el Reino Unido.
Autores de la teoría de la dependencia que eran bibliografía en la facultad, tanto en Argentina como en Cambridge, Inglaterra, decían que así es con casi toda inversión extranjera. Theotonio dos Santos, el economista brasileño, de la misma escuela, escribió que los inversores extranjeros buscan hacer aquello que ni en sueños podría hacerse en su país. Lewis prueba estas aseveraciones.
Circula en Argentina, donde sus naturales suelen cultivar asiduamente el disparate, el rumor de que una norma consuetudinaria británica determinaría que toda tierra propiedad de un británico pasaría a ser territorio británico. Fuentes fidedignas informan que el gobierno británico no lo tiene a Lewis, ni a la controversia en Patagonia, en su radar. Es decir, no harán nada.
Se diría que siempre fue así. Historiadores como Charles Jones de la Universidad de Cambridge que, tras investigar escribieron sobre inversiones británicas en el siglo diecinueve en nuestro país, escriben que hay carradas de solicitudes de inversores británicos haciendo lobby por una activa intervención del gobierno británico. Según el Dr. Jones, la renuencia del Foreign Office era muy marcada. No lograban las intervenciones que buscaban.
Lewis, que ni siquiera reside en el Reino Unido, sino que reparte su tiempo entre propiedades en las Bahamas, en Florida y nuestra Patagonia, revestiría, a ojos de estado británico, el carácter poco prestigiante de exilado impositivo. No debe extrañar que un gobierno como el de Boris Johnson, que quiere reconstruir las relaciones comerciales rotas con todos los países del mundo por el Brexit, tenga otros temas en la agenda de su relación con Argentina.
¿Pero quién es este personaje que, pese a cultivar el bajo perfil, no hace más que causar revuelo por lo menos en Argentina?
Nació en Londres en un pub propiedad de su padre que pasó a tener otros. Vendió estos negocios a poco de heredarlos a buen precio. Junto con Soros, pasó a especular en monedas extranjeras. Apostó contra la libra en 1992. Ahí sí le fue muy bien. Se hizo de 2.500 millones de dólares.
Sus inversiones están diversificadas. Las maneja a través de Tavistock Holdings, domiciliada en “guaridas fiscales”, como las denomina Nicholas Shaxson, autor de “The Finance Curse”. Además de propiedades en Florida y las Bahamas con complejos turísticos y extensos campos de golf, deporte del que es fanático, adquirió un equipo inglés de primera división, el Tottenham Hotspur. Se rumorea que además compró participaciones minoritarias en varios clubes europeos.
Tiene un yate espectacular con cancha de tenis incluida que costo U$S 151 millones donde recibe amigos y a los jugadores del Tottenham Hotspur.
En sus relaciones personales, Lewis se asoció con Sean Connery, también fanático del golf, y Tiger Woods. Este último opera como consultor de Lewis.
Aparte de sus extensas propiedades, Lewis es propietario del quinto corredor de bolsa en EE. UU., Bear Stearns, pero no se mete en el día a día. Prefiere estadías en sus propiedades rodeado de seguidores, en su mayoría famosos por ser famosos. Se diría entonces que su goce es divertirse con amigos jugando al golf y paseando en su yate que alcanza la alta velocidad de 23 millas por hora.
Siguiendo la teoría de la dependencia, mal vista por neoliberales desde los 80, de haber habido una activa implementación de la legislación argentina sobre la venta de propiedades a extranjeros en zonas fronterizas, hubiera sido fácil impedirle a Lewis comprar propiedades en Patagonia.
También sería fácil, de haber voluntad política, impedir los abusos del personal de Lewis. En cambio, argentinos no han hecho más que favorecerlo. También se dice que lo apoyó otro célebre amigo de Lewis, el expresidente Macri, que pasa varias de sus frecuentes descansos en la mansión de Lewis, a orillas del lago Escondido al que Lewis no quiere que lleguen más que sus invitados.
De esos polvos estos lodos.
Guillermo Makin: Doctorado en Cambridge, escribe sobre política argentina, Malvinas y política británica.