La señorita Delia escribió en el pizarrón las palabras alegría y tristeza. Las escribió en cursiva, con letras que parecían las ramas de una enredadera, enroscándose unas en otras, la A con la L, la E con la G. Lara apoyó la cara en las manos, y los codos sobre el pupitre despintado. Sustantivos, dijo con desgano cuando la señorita Delia preguntó qué tipo de palabras eran. ¿Concretos o abstractos? Y la mayoría contestó al unísono que eran abstractos, y la señorita Delia agregó que no se podían ver o tocar como la silla o la ventana. Luego, la señorita Delia invitó a varios compañeritos a dibujar la alegría y a dibujar la tristeza, y dibujaron helados y monstruos y caritas sonrientes y caritas de decepción, y días nublados, y un nene dibujó la copa que acababa de ganar su equipo. Y entonces, la señorita Delia elevó la apuesta, e invitó a todo el cuarto grado a escribir una redacción contando qué era la alegría y la tristeza para ellos. Lara tomó la birome, sacó de la carpeta una hoja en blanco, puso su nombre y apellido en imprenta en el margen izquierdo, y escribió:
La alegría son los jueves a la tarde que mi padrastro sale con el camión y entonces nos quedamos solas mi mamá y yo. Comemos fideos con salsa que me hace para mí porque sabe que me gustan. Ella me pregunta sobre mis cosas, y yo le cuento de la escuela y de mis amigas, y después pasa el heladero y compramos palitos de frutilla -que mi padrastro siempre dice que no gaste pero ella se guarda los vueltos para los helados- y los comemos sentadas en la vereda. Después vamos para adentro y nos acostamos las dos en la cama grande -que a mi padrastro no le gusta que yo entre a la pieza-, pero cuando estamos solas nos acostamos y vemos la novela en la tele y después el programa de juegos. Y yo apoyo mi cabeza en su pecho y mi mamá me acaricia el pelo y la cara y me dice que soy la nena más linda del mundo. Y a mí me gusta que me lo diga porque por más que sé que es mentira me siento linda un ratito y siento que me quiere mucho y que todo está bien.
Pero el viernes a la tarde viene mi papá a buscarme y mi mamá me arma el bolsito con un pijama y una campera y una calza y me voy con él en la chata. Cuando mi mamá me despide, siempre sonríe mucho más de lo habitual, y a mí me parece que lo hace para no mostrar que está triste. Y mientras la veo alejarse por la ventanilla del auto siento algo en la panza que me hace mal.
Cuando llegamos a lo de mi papá, él me hace dejar las cosas en una piecita que tiene atrás de la suya que está llena de cosas y se va a trabajar a la computadora. Yo le digo que me aburro pero me dice que busque algo para hacer. También le digo que por qué no vacía la piecita así yo tengo más lugar para jugar, pero dice que no tiene tiempo. Él está en la compu y yo me voy al patio y me imagino cosas para no aburrirme. A la noche comemos pollo con papas fritas que lo vamos a comprar a una rotisería a tres cuadras, y cuando caminamos de ida y de vuelta yo le cuento cosas de la escuela y cosas que imagino, pero el siempre me dice “Ah, mirá” y sigue caminando sin mirarme, como si quisiera estar en otro lado y conmigo no. Comemos y me manda a dormir al cuartito, y el se queda en la compu hasta después que yo me duermo.
A la mañana me despierta y me da mate cocido con leche, que a mi no me gusta pero me lo tomo igual. Y después vamos en la chata al parque, que está a siete cuadras de su casa: lo sé porque yo las cuento. Me tiro del tobogán pero él no me mira porque está mirando el celular, y le pido que me levanté y me baje el otro asiento en el subibaja pero lo hace dos o tres veces y se cansa. Y después juego un par de cosas más y me voy al cordón de la vereda y empiezo a hacer equilibrio a ver si me reta y me dice que pasan los autos, como me dice siempre mamá, pero no me dice nada. Después cruzamos la calle y vamos a los jueguitos electrónicos y siempre me compra tres fichas y se compra una para él porque juega a un juego de lucha de cuando era chico. Y me dice que después de esas tres fichas no hay más. Y yo siempre quiero jugar a un juego de realidad virtual que vale cuatro fichas pero no me alcanza, así que juego a cualquier cosa para pasar el rato. Pero la música está muy fuerte y hay mucho ruido como de rayos láser de los jueguitos y muchas luces, y a mí me marea un poco. Y le veo la cara a mi papá y pienso que quiero estar con mamá y que él quiere estar en otro lado y no quiere estar conmigo, y pienso en cómo me gustaría que él sea feliz conmigo, pero no sé cómo hacer. Y eso, eso es la tristeza.