ANUNCIARON TORMENTA - 7 PUNTOS
España, 2020
Dirección, guion y edición: Javier Fernández Vázquez
Duración: 87 minutos
Se exhibe exclusivamente en la plataforma Mubi.
A medida que la conciencia planetaria avanza, la cultura contemporánea profundiza cada vez más en las raíces, fundamentos e historia de explotación y depredación producida por el hombre blanco a través de milenios, que ha puesto al planeta entero en vilo. Surgen pruebas y testimonios de esa historia por todos lados, desde los cipayos de la India a las poblaciones exterminadas de América, desde la desertificación del Amazonas hasta las micropartículas de plástico que ingiere la fauna ictícola en los mares del planeta (micropartículas que pasan a los humanos), desde la ocupación de tierras mapuches por parte del grupo Benetton hasta la falta de techo, comida y trabajo entre pobladores de amplias zonas del conurbano bonaerense.
La colonización y explotación de Guinea ecuatorial por parte de la Corona Española a lo largo de dos siglos (1778/1968) es como una “pariente pobre” de los estudios coloniales, largamente desconocida hasta el presente. Es de esta “misión evangelizadora” típicamente hispana, que se extendió hasta tiempos de Franco, de la que se ocupa el documental Anunciaron tormenta, escrito, dirigido y editado por Javier Fernández Vázquez, ex integrante del colectivo “Los hijos”, a quienes el Bafici les dedicó un foco unas ediciones atrás.
En el primer plano, una imagen encuadrada en formato pequeño se va definiendo muy de a poco, proveniente del blanco y rodeada a su vez de un encuadre blanco que ocupa el total de la pantalla. En ese plano queda claro que el de Fernández Vázquez no será un documental convencional. Pero tampoco queda atado a alguna clase de estética programática, sino que va desplegando discursos visuales diversos, en contrapunto con una columna sonora que tampoco responde a lo convencional. Como si se tratara de un pariente lejano del Manuel Puig de Boquitas pintadas (que en este caso no mima informes oficiales, sino que los transcribe), el sonido diegético de Anunciaron tormentas está en buena medida ocupado por un locutor que con fraseo imperturbable lee actas, memorias, expedientes, leyes e investigaciones de la época (la época es aquí la que va de fines del siglo XIX a comienzos del XX, bajo el reinado de Alfonso XIII). El locutor aparece en cámara mientras lee sus materiales, en un estudio de grabación.
Esa serie de escritos burocráticos, que quieren pasar por impersonales, es confrontada por relatos de descendientes de aquellos habitantes originales (los bubis), quienes cuentan las historias que vivieron, o les llegaron por transmisión generacional. Esas voces no sólo cuentan una historia “otra”, sino que vienen a llenar los vacíos que la papelería imperial deja de lado: la existencia de nativos, sojuzgados por los “legítimos” representantes de la ley. Que no es La Ley: es la ley blanca. No importa demasiado que a un rey rebelde herido se lo haya destinado a un sanatorio o a unas mazmorras, donde finalmente murió. Lo que importa es que hubo un líder local que se alzó contra el poder imperial. Y eso es lo que sus descendientes a la distancia recuerdan. Así como recuerdan su propia lengua, esmerilada por siglos de colonialismo y catequización.
Mientras en el off se libran esas sordas batallas,
las imágenes dejan ver, como si se tratara de álbumes de época, imágenes fijas
o en movimiento, que muestran la vida cotidiana de Malabo, capital guineana. Todo
transcurre en calma, como en un eterno domingo, con escasos paseantes sobre las
calles de tierra. Con la misma naturalidad y mientras el off proclama las
virtudes del catequismo, un fragmento documental de 1946 muestra a un
funcionario colonial avanzando por un paso selvático, precedido por tres
porteadores locales. La imagen está totalmente naturalizada. Si el espectador
no se da la oportunidad de releer el plano, no se cuestionará nada: es la vida,
como todos los días. En su llamado a la reflexión, que no es explícito, sino inducido
por un tempo narrativo que insta a
pensar, Anunciaron tormenta permite devolver
la lógica de esa imagen a lo que es: un icono del colonialismo blanco.