El Cairo Cine Público reabre sus puertas con una programación notable, donde incluye películas argentinas e internacionales. Entre las primeras, destacan Jesús López de Maximiliano Schonfeld, con guion de Schonfeld y Selva Almada; y Piedra Noche de Iván Fund, a partir del guion de Sebastián Loza y la adaptación de Fund y Martín F. Castagnet. Preciosas coincidencias. No sólo por lo que significan las participaciones de Almada y Castagnet, ambos provenientes de la literatura, sino por la matriz fantástica que las une. Con funciones previstas para esta y la próxima semana, en el día de hoy Jesús López podrá verse a las 18, y Piedra Noche a las 20.30.
Vale la introducción circunstancial para situar al film del santafesino Iván Fund (Vendrán lluvias suaves, Toublanc, Los Labios), que viene de ganar el premio de la industria en el Festival de San Sebastián, tuvo su estreno mundial en el Festival de Venecia, y participó en el Festival Internacional de Cine de Mar del Plata. Protagonizado por Maricel Álvarez, Mara Bestelli, Marcelo Subiotto, Alfredo Castro y Jeremías Kuharoa, Piedra Noche narra los días extrañados en la vida de una pareja que sufre la pérdida de su hijo en un pueblo costero. El abordaje es intimista y por lo menos bellísimo, habida cuenta de la manera desde la cual Fund se acerca a sus personajes, para habitar el dolor pero con una pátina fantástica; así como lo hizo Ray Bradbury en ese cuento maestro que es La sirena, donde un monstruo antediluviano emergía de las profundidades oceánicas ante el llamado de un amor fraguado. “Como director, yo necesitaba volver a la narración con los elementos del cine que vimos cuando éramos chicos, que todavía nos conmueve y nos define, para hacer soportable lo triste de esa historia. Para mí, la idea de lo fantástico es el cine mismo, el cine nos abre esa posibilidad, la de transitar el día a día y levantarnos con ganas de asombrarnos, de curiosear, de aprender a mirarnos entre nosotros”, comenta Iván Fund a Rosario/12.
-Como cuando se era un niño y la película vista se metía en uno para siempre.
-Viendo a los grandes maestros, eso es algo que uno recupera, pero cada tanto aparecen películas que nos hacen sentirlo, como si las películas fuesen mucho más grandes, como si lo que uno viera fuese sólo una parte de lo que nos va a acompañar fuera de la sala y que nosotros tenemos que seguir completando y descubriendo. Eso es lo que busco en una película y ojalá lo que haga pueda tener esa dimensión.
-Al ver cómo el padre (Subiotto) vuelve a la habitación del hijo o cuando construye su carpa, pensaba también en ese niño que él alguna vez fue; más allá de la tristeza, me parecían situaciones alegres.
-Los personajes habitan la mirada de este niño y a la vez se relacionan con la propia mirada de la infancia. Al decir esto no hablo solamente de la nostalgia, sino de recuperar la posibilidad del asombro, de creer que el mundo es un lugar bueno, que hay cosas más amplias que se nos escapan, de creer que hay una suerte de magia, pero desde la experiencia del adulto, entendiendo esta complejidad.
-El guion original es de Santiago Loza, ¿cómo fue el trabajo de escritura y adaptación?
-Era un guion que Santiago tenía escrito hace como diez años, que leí hace mucho tiempo. El original tenía un mínimo sesgo fantástico, más atmosférico, implícito y bocetado en la mirada de los personajes, pero no evidenciado en la diégesis. Por un lado, sentía que era una historia tremenda y triste, que yo podía contar pero entrando por el lado de este elemento fantástico, expandiéndolo y haciéndolo evidente, para que se manifestara no solo como parte de la historia sino también en relación al lenguaje que iba a usar, al tono, a las referencias; siendo fiel al corazón original de la historia pero corriéndola un poco de la zona más oscura que tenía. Lo hicimos junto a Martín Castagnet, adaptamos el guion con mucha libertad, enfocándonos en expandir la parte fantástica y volviendo a la mirada del niño, para permitirnos ese cruce entre la épica de lo que representaba ese cine para nosotros y el drama íntimo de los personajes.
-El complemento con actrices y actores se revela fundamental.
-La película son ellos. El trabajo que hicieron fue de muchísima confianza, se entregaron a la mirada de la película, a construirla en el día a día. No tuvieron nunca un guion. Castagnet escribió un cuento cortito, en el que se condensaba un poco la historia y se dejaba ver el clima, y con eso ellos entendieron el tono y de qué iban los personajes y la historia. Por la mañana yo bocetaba las escenas, lo pensaba y hablaba con ellos; rodábamos a la tarde, con luz natural; y a la noche montaba la escena para ver cómo seguíamos. Todos tenían en la cabeza la historia y el tono, y eso para mí es un logro de ellos, hacer que se sienta que ese momento frente a la cámara es parte de algo mucho más grande, que la historia tiene muchas capas y densidad, que la complejidad del registro vivo no consiste en un trazo narrativo donde se indica cómo mirar para significar tal cosa, sino que está pasando algo ahí, con todas las fisuras y complejidades. Fue un proceso muy interesante, y el trabajo con Lorena Moriconi, la montajista, consistió en ir descubriendo todo eso.