La aceleración de los precios minoristas a nivel internacional sigue siendo uno de los puntos que más preocupa a economistas de los países desarrollados. Lo que empezó interpretándose como un aumento de corto plazo producto de los cuellos de botella generados en la pandemia, ahora parece tener condimentos distintos que hacen a analistas e incluso a las autoridades de política económica de ese país pensar en un problema de mediano y largo alcance.
En los principales portales de opinión pública donde plantean sus puntos de vista referentes de la arquitectura financiera internacional y en los informes financiados por las grandes corporaciones de inversión de Estados Unidos la inflación es el principal tema de discusión.
La economista jefe del Banco Mundial, Carmen Reinhart, escribió en Project Syndicate sobre el regreso de la inflación global y la encrucijada en la que se encuentra la economía estadounidense. El Instituto Internacional de Finanzas dedicó un informe exclusivo para analizar los riesgos del rebote de los precios.
Se trata de lecturas que muestran la incertidumbre del mercado sobre cuán potentes serán las subas de las tasa de interés de la Reserva Federal y qué impacto efectivo tendrá sobre las acciones y otros activos bursátiles.
Las cifras de inflación de Estados Unidos sorprenden en la medida que se acercan al 10 por ciento anual. La tendencia de los precios para los próximos años es compleja de adelantar al igual que las consecuencias que generará el desequilibrio productivo al que se enfrenta la economía de Estados Unidos.
Crudo y arena
El ejemplo del petróleo es uno de los más simples para observar acerca de las dimensiones del desajuste. En estos días el precio del crudo volvió a superar los 100 dólares por barril, cifra que resulta asombrosa cuando se recuerda que en el primer trimestre de 2020 coqueteaba los 20 dólares (y que en los mercados de futuro se había llegado a operar con precios cercanos a cero).
Los productores de petróleo no convencional de Texas y Nueva México, en lugar de festejar estos valores que vuelven rentables la explotación con la técnica de fracking, están desesperados porque no consiguen arena suficiente para asegurar la operación.
La escasez hizo que los precios de este recurso -clave para el proceso de fractura hidráulica utilizado en la explotación de crudo no convencional- tuvieran un salto fenomenal. La tonelada de arena ahora cotiza entre 50 y 70 dólares, cuando el año pasado costaba entre 20 y 25.
Se trata del mismo fenómeno observado en otras industrias clave como la electrónica de consumo con el faltante de chips. También en la logística portuaria o incluso en el mercado de trabajo estadounidense en el que las empresas tienen cada vez más dificultades para conseguir nuevo personal.
Las tensiones de precios atraviesan a todas las actividades y es por ello que no suena improbable que la inflación siga en alza.
En este escenario la posible respuesta de la Reserva Federal de subir más rápido o más fuerte las tasas de interés reforzará el impacto en la economía real. Con consecuencias para Estados Unidos pero también para el resto de países, entre los que los emergentes figuran como el grupo más vulnerable.
La economía mundial lejos de estar terminando la pandemia para poder concentrarse en su recuperación parece estar ingresando en una nueva etapa marcada de incertidumbre y limitada idea de su rumbo.