“¿Qué hacen tanto tiempo las mujeres en el baño?”. Desde esa pregunta, Mariela Asensio construyó el material que da forma a su espectáculo musical Mujeres en el baño, un clásico del off estrenado en 2008 y que vuelve quince años después con una versión aggiornada a la actualidad de la agenda femenina. Con humor, ironía y mucho rock, cinco mujeres exponen sus fragilidades, sus fantasías y también sus certezas acerca de diversos tópicos como el amor romántico, los cuerpos hegemónicos, la masturbación, el deseo y los mandatos.
Con dirección de Asensio, la renovada puesta está interpretada por Maida Andrenacci, Laura Conforte, Laura Cymer, Iride Mockert y Esther Goris. Juntas se ponen en la piel de estas cinco protagonistas -Virginia, Alfonsina, Alejandra, Alicia y Patricia- que hacen catarsis colectiva, cantan, bailan, se tocan, se cuestionan y se divierten. Las funciones se realizan en el Teatro Picadero (Pasaje Enrique Santos Discépolo 1857) los viernes y sábados a las 22.
“En la primera versión que hice eran seis las actrices y todas eran de la misma generación, de entre 25 y 30 años, pero en esta ocasión escribí la obra para cinco actrices de generaciones diferentes y ya eso interpela desde otro lugar. Por otro lado, ahora incluí tres personajes que antes no estaban y que forman parte de una obra mía posterior que se llamó Vivan las feas. Me interesaba ver qué pasaba al fusionar esos mundos”, cuenta la directora y autora respecto de las transformaciones que tuvo la pieza. “Otra diferencia sustancial es que en la obra original no había personajes sino energías puestas en juego en diversas situaciones, y ahora cada una encarna un personaje definido de principio a fin. Y por último, antes la temática de las relaciones sexo afectivas tenía un protagonismo mayor y ahora es sólo un tema más entre otros”, amplía la teatrista que está involucrada en otros tres proyectos que están en cartel (Perdida Mente; La Casa Oscura y Cosa de minas 2).
“Mujeres en el baño es una obra poderosa. Es para todo el mundo, pero tiene un universo muy femenino”, apunta Iride Mockert, una de las integrantes del quinteto explosivo. En su caso, encarna el personaje de Virginia, la voz más contestataria del grupo. “Ella es la que cuestiona todo. Es un cuerpo en contradicción que discute los estereotipos femeninos, y se hace preguntas a ella misma y al resto”, comenta la actriz que pronto retomará funciones de su unipersonal Turba, donde la protagonista tampoco se calla nada.
-La agenda social cambió, y los temas de debate se fueron renovando. ¿Cómo interpela la obra al público de hoy?
Iride Mockert: -Creo que la obra, a lo largo del recorrido que hace, plantea las pequeñas revoluciones que hemos logrado en el último tiempo, y por eso el público se identifica tanto. Lo maravilloso del teatro y el humor es que atraviesan ciertas fibras y hacen que bajes la guardia para que la flecha entre en tu zona débil. La obra no plantea una revolución utópica, sino algo tangible de la realidad cotidiana.
Mariela Asensio: -Los tiempos son distintos. Hace 15 años, las cosas que en la obra eran disruptivas hoy son naif, y a su vez la versión que hacemos hoy hubiera sido indigerible en 2008. Siento que a veces vivimos en una suerte de burbuja de progreso y avance que no coincide con la realidad, y que en un punto es un poco burguesa y clasemediera. Para mí hay temas que están súper digeridos, pero hay personas en la platea que quizá se sienten interpeladas por cosas que quizá a mí hoy no me interpelan, aunque yo no soy la medida de las cosas. Es como cuando se dice que la mujer ya se liberó, y ahí me pregunto: “¿Dónde se liberó?”. Por eso me parece importante trascender la autorreferencialidad, y no hacer un teatro para nosotros mismos. Es verdad que hubo avances en la sociedad, y se legisló mucho, pero hay cosas que en la estructura fuerte siguen igual.
-Precisamente, en una de las escenas de la obra hablan de masturbación femenina. A pesar de los avances, esa es una temática que, en cierta medida, sigue estando invisibilizada.
I.M.: -Sí. El placer de la mujer no aparece en el debate público. Es algo tabú, y por eso ese fue uno de los ejes que discutimos cuando reclamábamos el acceso al aborto legal.
M.A.: -Para la cultura patriarcal, el goce de las mujeres tiene que girar en torno a la mirada y el deseo masculinos. Y la obra revierte eso porque ahí el deseo femenino aparece simplemente en función de la mujer.
- Iride, ¿qué te atrajo de esta obra?
I.M.: - Yo la había visto cuando se estrenó, y luego la volví a ver y en ambas ocasiones me voló la cabeza. Siento que entre la versión anterior y la nueva hubo un crecimiento y ahora se ponen en cuestión un montón de cosas que nos suceden sobre todo a las mujeres, pero también a los hombres y a las personas no binarias. Y eso le da un peso y un barro diferente al material.
-Mariela, ¿por qué te interesó el disparador de lo que hacen las mujeres en el baño?
M.A.: -El baño es una hermosa metáfora del lado b de las personas. Pienso que hoy estamos en un momento muy jodido respecto de la autoexplotación, con una necesidad constante de ocupar un lugar, y muy atravesados por la mirada del afuera, y eso nos hace entrar en terrenos de mucha estandarización. Y el baño es el único lugar en el que realmente podemos relajarnos y dejar de forzar esa imagen, al mismo tiempo que nos iguala y nos humaniza. Por eso me interesaba pensar en el baño como espacio político y poético.