Un grupo de músicas amigas, y amigas de amigas, que coinciden en recorridos, edades, experiencias y deseos artísticos decide empezar a juntarse para darse apoyo y sostén, dialogar, descargarse. Durante algún almuerzo informal de esos tempranos encuentros, surge la idea de un taller transversal, un lugar al que llevar canciones y mostrarlas para, entre todas, trabajarlas y hacerlas crecer, en un gesto que transformaría la manera de plantarse frente a procesos creativos que hasta ahora todas venían atravesando en soledad. El resultado de esas reuniones es Canciones en el Parque, un concierto íntimo y colectivo que forma parte del ciclo Somos Pop Up y que se llevará adelante este domingo a las 19, en el Anfiteatro del Parque Centenario. Un recital tipo fogón, living, ronda, en el que ocho mujeres compartirán el escenario, cantarán y se acompañarán mutua y alternativamente con diferentes instrumentos.
“Inicialmente no fue un taller, era más juntarnos a charlar, ver en qué estaba cada una. La propuesta era una consigna para cada encuentro. Cada una traía canciones, que a veces tenían que ver con la consigna y, otras, quizás más con el momento que atravesábamos. Las mostrábamos y se armaba un intercambio sin una dirección específica, y sin nadie que estuviera enseñando, tampoco”, recuerda Sol Mihanovich. “Éramos pares y presentábamos canciones para escucharlas entre todas. El mecanismo de tener que llevar una canción a un grupo de gente ya te desafía de una manera linda: ver qué piensan, qué te dicen… Nuestros caminos son muy similares y se armó como un espacio seguro”, rescata Silvina Moreno y Luli Pizarro agrega: “Fue algo maravilloso, porque nos dimos cuenta de que no estábamos solas. Es muy lindo sentirse acompañada y eso te empodera un montón. Te das cuenta de que, cuando soltás el miedo y corrés a un lado el ego, aparece el grupo. Y el grupo tiene una energía que transmite esa polenta, ese empuje. Nos acompañamos mucho cada una con sus canciones, su trayectoria, su carrera, desde el ser mujer y las vicisitudes que se nos presentan”.
Mostrarse esas canciones fue, entonces, la manera de exhibir una desnudez y, al mismo tiempo, de construir una red donde antes había hilos dispersos: “Es que el camino del solista, como dice la palabra, es solitario. Y nosotras somos muy autogestivas. A mí personalmente me pasó que no nos conocíamos demasiado y de repente bajé esos prejuicios de tener que estar compitiendo, porque de alguna manera alguien nos enseñó que somos competencia. Entonces decís, ¡no!, empujar en grupo es mucho mejor. Ir todas juntas es hasta más fácil. Hay una bajada de línea sobre la competencia entre las mujeres que no tiene nada que ver con la realidad. Se va destruyendo esa idea”, sostiene Sonia Z. Las cuatro artistas participaron de la charla con Página/12 antes del show que las tendrá como protagonistas junto a Cata Raybaud, Lola Cobach, Sofía Macchi y Olivia Viggiano.
-A partir de su recorrido en la música, ¿cómo creen que fue evolucionando la situación de las mujeres en los últimos años?
Sonia Z: -De a poco te empezás a dar cuenta cómo una viene con una estructura de antes. Que de repente se empiezan a deconstruir o a visibilizar ciertas cosas que pensabas que estaban bien, o que no cuestionabas. Como, por ejemplo, ir con mi novio a una fecha y que las cosas se las pregunten a él, que no tiene nada que ver. O que asuman que él es el que toca la guitarra. Gracias a todo lo que está sucediendo y a las redes y los movimientos en grupo, de charlar entre nosotras, contarnos, avisarnos, cuidarnos, empezás a darte cuenta de las cosas que sucedían que no estaban para nada bien.
Silvina Moreno: -Yo tenía totalmente naturalizado que me trataran siempre tipo 'ah pero vos tocás muy bien la guitarra, eh' ¡‘como para ser mujer’, faltaba que me dijeran! Esa cosa de infantilizarte, como ‘ay la nena qué bien que toca’… Por suerte las cosas van cambiando.
-¿Sienten que, como mujeres, la industria les exige más, además de las cuestiones de apariencia, delgadez, juventud, en aspectos de carácter técnico o de formación?
Sol Mihanovich: -Yo lo siento mucho más con lo estético. Como que si sos mina y cantás tenés que estar buena. O mostrar el culo o las tetas. ¿Y por qué, si yo lo que quiero es hacer música? Si querés jugar con eso, obvio que está bien. Pero no necesariamente tiene que ser así.
S.Z.: Lo dijo Emma Thompson hace poco: a las mujeres nos enseñaron a odiar nuestros cuerpos. ¿No vieron el meme de JLo a los 50 y Axl Rose a los 50? La exigencia a la mujer es siempre feroz.
Mihanovich: -Es que no tiene que ver especialmente con el arte, está en todas las mujeres. Esa mirada sobre los "cuerpos imperfectos".
Luli Pizarro: -Igual en este último tiempo al menos hay una conciencia, se empieza a señalar ese tipo de miradas sobre nuestros cuerpos y que está bueno cuestionarlo, que hay otras opciones estéticas. No cambió totalmente, obvio. Pero sí empezamos a ver algunas cosas. Y esto te hace volver al tema del grupo. Porque al final, como artistas o en lo que decidamos hacer con nuestras vidas, el último juez es uno, a todo lo que te dicen vos le podés dar valor o no. Ahí elegís tu caminito. Lo que a nosotras nos ayuda y nos saca de la jungla de esos paradigmas culturales es decir listo, yo voy por acá, es lo que quiero, lo demás no tiene sentido ni valor, vamos a honrar la música que en definitiva es lo que tenemos cada una.
-Este espectáculo reúne artistas identificadas con el pop. ¿Piensan eventualmente expandirlo a otros géneros musicales?
Moreno: -Es que el pop es recontra amplio y a veces las propias etiquetas pueden ser contraproducentes, porque en este grupo hay proyectos que yo no sabría cómo definirlos. El común denominador es que son canciones. A mí cuando me preguntan qué hago digo eso: canciones. Es un concepto que se va agrandando, el de cantautor, que es nuestro lugar. Yo me siento más cómoda ahí.
S.Z.: -El ciclo se llama Somos Pop Up, que es un proyecto que iniciamos con Olivia Viggiano, pero que no era por el género, sino por ese pop up itinerante y efímero que va por todas partes, pero en realidad nace de la idea de juntar cantautoras. Estamos abiertas a todas las voces femeninas. Y también a las masculinas que quieran sumarse. Lo que nos pasó con Somos Pop Up es que se transformó en algo exclusivamente femenino porque al principio convocamos a un montón de artistas y las únicas que respondieron fueron mujeres. Y ahí fue que nos dimos cuenta de que las mujeres necesitamos un espacio y tenemos muchas ganas de cantar. De esa manera continuamos construyendo esa red que hoy se transformó en esto y que esperamos que siga creciendo.
-Son músicas con estilos particulares, pero hay un tema que atraviesa la obra de las cuatro: el amor. ¿Cómo es hablar de amor en esta época?
Mihanovich: -A mí como compositora me gusta ser libre 100% y componer desde diversos lugares. A veces ser autorreferencial y a veces buscar otras cosas. Estoy en pareja hace mil años así que hablar de amor desde ese lugar… ¡llega un momento en que me aburro si sigo diciendo lo mismo! Siento que se abrió el abanico a escribir sobre distintos tipos de amor. Hay mucho feedback de la gente, además, que se apropia desde sus lugares particulares de lo que ponemos en las canciones.
Moreno: -A mí la referencia a esta época que hacés me hace pensar en la comunidad LGBTIQ+. Desde mi lugar de mujer cis heterosexual, la música me hizo pensar, me ha abierto a conceptos que hace diez años no conocía, y acercarme a todas estas personas que están ganando su lugar y sus derecho a amar libremente. Y no sólo eso: en mi público he encontrado pañuelos verdes y celestes. Entonces creo que la música es capaz de derribar barreras políticas, barreras de racismo, de discriminación. Yo quizás hablaba de, no sé, el pibe que no me daba bola, y de repente se te acerca alguien que tuvo toda una historia de lucha para lograr expresarse como se quiere expresar, y me dice que mi música le permite algo de eso. Eso me abre la cabeza. Me hace muy feliz. A mí la música de los últimos años me ha regalado eso y lo agradezco.
-El ciclo nació a partir de una necesidad de espacios donde desarrollarse. ¿Cómo ven iniciativas como la Ley de Cupo Femenino en eventos musicales?
S.Z.: -Cuando empezamos Pop Up en 2018 la ley todavía no había salido. Para mí está buenísima, pero al mismo tiempo a veces me enoja que tenga que existir una ley para algo tan lógico como que tiene que haber mujeres en los escenarios: ¡que pongan en la balanza qué artista les gusta más, que no sea por obligación! En su momento me generó esa contradicción, pero ahora creo que está buenísimo. La ley habilita un lugar.
Mihanovich: -Es que fijate que una dice ‘ah no, eso no puede ser’, pero hasta hace unos años nunca se había dado un Gardel de Oro a una mujer, hasta que se lo dieron a Marilina (Bertoldi). De hecho, recién cuando hubo cupo en los Gardel es que muchas empezamos a poder votar.
Moreno: -Lo que se habilita, además, es visibilidad. Cuando yo estudié música éramos tres mujeres y veinte varones en la clase. Y así era el ambiente de la música en general. ¡Parecía que no había mujeres! A mí en un comienzo me dio bronca lo de la ley, porque también tengo esa mirada más romántica de pensar que hacer bien las cosas debería ser suficiente para acceder, pero hoy esa imposición nos permite ver la cantidad de mujeres que hay. Y la visibilidad es inspiradora: una chica de 15 o 16 años que se está planteando que quiere ser música ahora lo ve más posible porque tiene un montón de referentes mujeres que están teniendo un lugar.
-¿Cómo influyeron la cercanía con el medio y las posibilidades de formación y de recursos en su desarrollo como artistas? ¿Se consideran más privilegiadas que otras mujeres? (Sol es la sobrina de Sandra, Sonia es hija de la trilliza María Emilia, Luli fue la ganadora del reality Escalera a la Fama en 2003 y Silvina estudió en Berklee).
Moreno: -Claramente vivimos en un país en el que está todo centralizado en Buenos Aires, así que ser de acá nos da cierta ventaja. Yo no me olvidaría de que la Argentina es gigante y que hay un montón de talento desparramado por el país, que nos encantaría incluir, invitar a que se sumen.
Mihanovich: -Todas tuvimos distintas carreras y oportunidades y las seguimos teniendo. En mi caso, creo que venir de una familia de músicos me ayudó un montón. Eso te puede abrir puertas, sí. Pero no siento que sea mucho más que eso. Después cada una tiene que hacer su camino. A mí me hablan de mi tía o de mi abuela y es un orgullo total, porque tengo la suerte de tener una familia que es reconocida por su trabajo y no por otra cosa. No reniego ni lo separo, pero son caminos distintos.
S.Z.: -En mi caso, todo el mundo piensa que para mí es más fácil, pero tuve que hacer el trabajo de que no me sucedieran cosas solamente por ser hija de una de las trillizas. ¡Muchas veces llegaba a una nota y lo primero que me preguntaban era si podía diferenciar cuál de las tres era mi mamá! (Risas). Pensaba "bueno, después de eso puedo hablar de mi música", y lo aprovechaba. Hasta que me empecé a dar cuenta de que eso no me servía porque la gente quería saber solamente sobre ellas. Entonces mi camino fue, no voy a decir que el doble de pesado ni nada, pero de tener que separar todo el tiempo las cosas, de vivir con que haya gente que piense que las puertas se te abren cuando en realidad se abren porque quieren saber de tu familia y lo que hacés no les importa. Mi mamá, que lo tuvo re fácil y que fueron muy privilegiadas porque además las tres cantaban, siempre me lo dijo: es muy difícil el camino del artista.
L.P.: -Mi experiencia con Escalera a la Fama fue hermosa, hice un montón de cosas re lindas, pero después llegó la quietud y ahí fue como volver a arrancar de cero. Y es lo que hablábamos recién: en definitiva, lo que a vos te hace pararte firme sobre tus pies tiene que ver con tu trabajo y con el estudio. Lo que vos sabés y lo que hiciste. Lo que cultivás y sabés que nadie puede venir a quitarte. Porque eso también genera mucho respeto en los pares y los colegas, porque todos sabemos que no es tan fácil, que hay que remar, que hay que meterle, ensayar, como en todas las cosas de la vida. Eso es lo que te hace estar en un lugar genuino de querer contar algo.