*Por si alguien no lo sabe, el yuan es la moneda oficial de la República Popular China, el país más poblado del mundo: 1800 millones de personas, o de clientes, según lo miremos con perspectiva humana o de mercado, que no es lo mismo, ni es igual.
Quiero comenzar, queride lectori, por compartir con usteda un asombro más, que, si usted sigue estas columnas, sabrá que se suma a una larga fila de estupores, sorpresas, pasmos, extrañezas, conmociones (no es para tanto), inesperadeces (si se me permite el neologismo), confusiones, sobresaltos e incluso chuscos (palabra que me prestó un diccionario de sinónimos; gracias, Gugl) que vengo anunciando, enunciando y casi denunciando en las últimas semanas en este mismo espacio.
No se trata, esta vez, de una angustia lingüística como la de hace dos semanas o vinculada a aquelles que proyectan la angustia en su perro, o a su perro en su angustia, sino de una nueva, que en este caso compartí con otras muchas personas, a las que voy a representar en una sola: la mismísima vocera presidencial, Gabriela Cerruti, quien, interpelada en rueda de prensa acerca de si nuestro actual presidente o su gobierno iba a virar al comunismo por haber visitado China, "no supo qué contestar". Y "no lo supo" porque no había respuesta posible a tamaño desbarajuste ideológico disfrazado de pregunta.
La vocera respondió con una sonrisa irónica e hizo cierta alusión a la imposibilidad de respuesta. Y no porque se tratara de una pregunta demasiado profunda o filosófica o antropológica, ¡todo lo contrario!
De todas maneras, aunque no por defender lo indefendible, voy a decir que hay una vieja tradición argentina de no entender nada de lo que tenga que ver con China. Y no solo eso: también se le atribuyen a China cosas que no entendemos y provienen de otras partes del planeta. Así, decimos “esto es chino básico” cuando algo es muy difícil; llamamos "chinos" a japoneses, coreanos, vietnamitas o criollas (la china del gaucho, o aquella de “te acordás, mi chinita, del puente Pexoa” [sí, es con "x"], de Tránsito Cocomarola y Armando Nelli). También creemos que el idioma chino es el más difícil del mundo –aunque algunos eruditos me han dicho que el japonés es “como si fuera el chino, pero más complicado”– y que muchos y muchas creen que les hablan en chino si alguien les dice algo en coreano, árabe, hebreo o farsi, jeringoso, lunfardo o rosarigasino.
Cierto es que algunos puntos en común tenemos, por algo Mao dijo (o así nos lo tradujeron) "si yo fuera argentino, sería peronista", pero, más allá de eso, las historias son diferentes.
Sugerir que si el presidente visita China, lo conquistan y nuestro país se vuelve comunista, es como si uno pensara que, cuando un presidente visita Estados Unidos, lo conquistan y su país queda sumergido, vasallo, subdesarrollado, súbdito, deudor a cien años y tantas cosas más. A veces ocurre, pero no se debe a ninguna visita de ningún mandatario: históricamente, si te querían conquistar, eran ellos los que te visitaban a vos. Ahora, simplemente te prestan plata, y a lo sumo te mandan un e-mail, un dron o una “inversión” sin moverse de su country.
Quizás quienes hacen esa pregunta desean que el gobierno “fantasee” con virar al comunismo. Esa fantasía les alcanzaría a ellos y a los medios enfermónicos para pedir ayuda, no psiquiátrica, sino militar, a los freedom fighters de mercado.
Dicen por ahí que el actual sistema chino es más bien un “capitalismo regulado por el Estado”. “Caramba, vaya coincidencia”, dirían Les Luthiers. Y agrego por mi cuenta: “¿No será que China se volvió peronista?". ¿Se imaginan 1800 millones de peronistas cantando la marcha en chino? ¡Sería la pesadilla de nuestros primates vernáculos y sus medios enfermónicos!
Sugiero al lector acompañar esta columna con el video El Fondo te presta guita, de RS Positivo (Rudy-Sanz).