Quienes afirman que bajar rápido la inflación es una tarea sencilla confunden a sus interlocutores, además de ignorar la historia y las características de la economía argentina.
Una tasa de inflación anual del 50 por ciento exige conocer cuáles son los motivos de semejante aumento de los precios de bienes y servicios. A esta altura, con varias décadas de variaciones de dos dígitos elevados, las explicaciones simples y recetas mágicas deberían descartarse.
La inmensa legión de economistas ortodoxos ofrece fórmulas únicas e infalibles para reducirla. Está probado que no funcionan, y para encontrarse con varias de esas experiencias fallidas no es necesario hacer un esfuerzo de memoria: el gobierno de Macri con las Metas de Inflación del Banco Central, el ajuste fiscal y la emisión monetaria cero terminó con una tasa de inflación arriba del 50 por ciento anual.
Las vías heterodoxas tampoco tuvieron éxito para domar los aumentos de precios, navegando entre el 20 al 25 por ciento durante los dos mandatos de Cristina Fernández de Kirchner.
La diferencia sustancial entre uno y otro ciclo político fue que en este último los ingresos de los sectores populares no perdieron poder adquisitivo por el alza de precios, mientras que el saldo de cuatro años de macrismo fue de una caída promedio de 20 por ciento en salarios y jubilaciones.
¿Qué es un régimen de alta inflación?
Tantos años de convivir con una inflación de dos dígitos requiere un poco de prudencia en los economistas al momento de ofrecer soluciones inmediatas, que es necesario eludirlas para no caer en trampas regresivas como la propuesta de dolarización plena.
Cada ciclo de elevada inflación tiene sus particularidades, lo que no significa que no haya iguales factores operando sobre los precios, pero sí aparecen relevancias diferentes en el impacto que provocan.
Un aspecto importante para abordar el actual contexto de elevada inflación es que cada crisis que atraviesa la economía local agudiza su rasgo bimonetario.
Esto hace cada vez más complejo atender el problema de los precios puesto que la disponibilidad de dólares no sólo influye sobre el ritmo de crecimiento. También lo hace sobre las expectativas de devaluación que es uno de los canales más fuertes de transmisión de presiones inflacionarias.
Transitar un régimen de alta inflación significa que la economía se adapta a funcionar con variaciones de precios elevadas; esto es, se naturaliza aumentos del 2 al 4 por ciento mensual cuando no es lo habitual en otras economías.
Cada uno de los actores económicos toma como dato innegable que habrá alta inflación y acomoda comportamientos a esa perspectiva. Como se mencionó antes, en los años del kirchnerismo se movía entre el 20 al 25 por ciento y en el período macrista-radical se duplicó, dejando ese umbral inquietante como herencia para el gobierno de Alberto Fernández.
¿Cuáles son las principales causas de los aumentos de precios?
La cuestión inflacionaria se vuelve cada vez más compleja puesto que ahora se ha instalado con una tasa anual del 50 por ciento en una economía bimonetaria, endeudada en dólares, con fragilidad monetaria y fiscal, limitado acceso al financiamiento y condicionada por un acuerdo con el Fondo Monetario Internacional.
En este complicado panorama resulta importante detallar las principales causas de la inflación:
1. Política.
Es habitual y lógico que el análisis convencional concentre las explicaciones de los motores de la inflación en factores económicos. Sin embargo, para brindar un contexto amplio se requiere inicialmente abordar el aspecto político de este fenómeno macroeconómico.
En la economía argentina la inflación no es solamente por razones económicas; es también política. Es una definición que muchos economistas rechazan. Pero las señales en ese sentido son tan transparentes que no considerarlas constituye una ingenuidad asombrosa teniendo a mano enseñanzas de experiencias traumáticas.
Ese escenario se ordena de la siguiente manera: el ministro de Economía, Martín Guzmán, anuncia que la proyección de inflación para el 2022 incluida en el Presupuesto es de 33 por ciento, para que al instante las consultoras de la city difundan que esa variación será el doble.
De ese modo se instala la disputa política sobre la construcción de las expectativas de inflación. Las proyecciones de esos economistas son evidentemente políticas con escasa rigurosidad técnica.
Los actores económicos entonces ajustan precios de acuerdo a esas proyecciones de subas porque pasan a ser dominantes en el espacio público de esa pelea política.
Es una disputa que queda al descubierto cuando se comprueba que durante el gobierno de Macri esos mismos economistas siempre estimaron una tasa de inflación más baja que la efectivamente registrada.
Esta construcción de expectativas no es solamente una cuestión técnica derivada de la incomprensión acerca del funcionamiento de la economía, sino que es un posicionamiento eminentemente político e ideológico.
2. Inflación inercial.
Es un mecanismo de indexación de los precios simple de identificar. Los aumentos se definen por lo que sucedió antes (inflación pasada) y, de ese modo, quienes registraron alza de costos o perdieron ingresos en el pasado con la suba de precios buscan compensar ese retroceso relativo.
Así se va realimentando la indexación de contratos, precios y paritarias. Se instala la idea de que los precios subirán 50 por ciento –en esta instancia interviene la cuestión política mencionada en el punto anterior-, y sobre ese nivel se empieza a mover la economía. Esta conducta se basa en la memoria histórica de convivir con condiciones económicas de alta inflación y, por lo tanto, se incorporan esos porcentajes como piso para los aumentos.
El primer paso para encarar la inercia de la inflación es lograr la estabilización macroeconómica. Este es uno de los mayores desafíos, más aún cuando a partir de ahora estará presente la auditoría permanente del Fondo Monetario.
En esa tarea, resulta fundamental conseguir una coordinación virtuosa de la relación tasa de interés, inflación y tipo de cambio. Es una meta bastante ambiciosa definir tasas de interés positivas, evitar el atraso cambiario y lograr una desaceleración gradual de la inflación, para de ese modo empezar a debilitar el factor inercial de la inflación.
3. Inflación importada I.
Si suben los precios del trigo, maíz, girasol, soja y carnes en el mercado internacional, ese incremento se traslada a los precios locales, siendo así un impulsor de la inflación doméstica.
Esta inflación importada adquiere mayor intensidad porque la economía argentina exporta los mismos productos que integran la canasta de alimentos básicos de consumo de las familias. Además, la dieta en Argentina es más variada y compleja que la existente en otros países de la región.
No es un problema exclusivamente local puesto que las tensiones por esas subas son generalizadas. El índice de precios de los alimentos de la FAO registró un promedio de 135,7 puntos en enero de 2022, un 1,1 por ciento más que en diciembre de 2021 y casi 20,0 por ciento en relación a un año atrás.
4. Inflación importada II.
Otro impacto negativo externo sobre la inflación proviene de la crisis en la cadena global de suministros provocada por los efectos distorsivos de la pandemia en la actividad productiva.
Gran parte de la economía mundial, en especial la de las potencias, está registrando un rápido repunte con el consiguiente aumento de la demanda y una oferta que no puede responder al mismo ritmo.
Esto está generando un alza de la inflación en la mayoría de los países (en Estados Unidos se triplicó al anotar 7,3 por ciento interanual), obviamente desde niveles muchísimo más bajos que en Argentina.
También se están registrando fuertes aumentos de los precios internacionales de insumos difundidos (aluminio, metales, vidrio, plásticos, acero, papel, cartón, entre otros) necesarios para la producción de bienes.
Se suma el aumento de la energía que, además de presionar sobre los costos de producción, impulsa al alza el precio de los combustibles y de las tarifas de luz y gas (en el caso local, la dimensión del traslado de esas subas dependerá de cuál será la magnitud de los subsidios).
Para completar este cuadro internacional complicado para los precios se agrega el incremento de los costos de logística y transporte (fletes) que se cuadruplicaron en el último año.
5. Pandemia.
La crisis económica provocada por el coronavirus derivó en alteraciones en el funcionamiento de la economía. Luego de la caída vertical de la actividad, a medida que se fueron flexibilizando las restricciones, los sectores que comenzaron a operar emprendieron una rápida recomposición de los márgenes de ganancias.
En estos meses de verano se puede observar esa respuesta en el rubro turismo (hotelería, gastronomía y entretenimiento) con el consiguiente impacto en los precios de ese sector.
En general, las diferentes actividades productivas y de servicios que padecieron la pandemia y la profunda crisis de rentabilidad en los años del gobierno de la alianza macrista-radical han acelerado la recuperación de los márgenes de ganancias. Los balances de esas empresas que cotizan en la Bolsa reflejan este comportamiento.
Ahora bien, recuperadas las habituales tasas de ganancias, la presión de costos que se está dando por el lado de fuertes aumentos de los precios internacionales de insumos difundidos, como se mencionó en el punto anterior, pone esa rentabilidad bajo tensión. La respuesta que tuvieron ante estos incrementos, para preservar utilidades, fue acelerar las remarcaciones.
6. Economía bimonetaria.
En una economía en la cual el precio del dólar tiene cada vez más importancia, las expectativas de devaluación y la dinámica de la demanda de dinero de moneda local juegan un papel clave en la formación de precios.
Con un problema estructural del sector externo de la Balanza de Pagos por la escasez de dólares, la capacidad de intervenir de la política económica es frágil para desalentar la dolarización del ahorro y de los excedentes producidos en la economía real.
Uno de los objetivos oficiales del acuerdo con el FMI reside en disminuir las presiones en el mercado cambiario y, por lo tanto, en las expectativas de devaluación.
En esa tarea resulta clave la coordinación entre tasa de interés, tipo de cambio e inflación. El Gobierno quiere evitar un salto abrupto en el tipo de cambio oficial que acelere la inflación, al tiempo que quiere impedir su apreciación real (atraso cambiario).
Esto significa transitar un estrecho desfiladero, puesto que uno de los pilares del acuerdo consiste en definir una tasa de interés real positiva para incentivar la demanda de dinero doméstica, que permita reducir la brecha cambiaria. Son muchas metas al mismo tiempo en variables muy sensibles.
7. Inflación de costos.
Los tradicionales factores que presionan sobre los costos de producción no estuvieron operando en 2021, aunque sí lo empezarán a hacer en este año.
Desde marzo del año pasado hasta principios de éste, la paridad cambiaria estuvo cuasicongelada, las tarifas de servicios públicos tuvieron una leve alza de 9 por ciento y los salarios de trabajadores formales apenas le ganaron en promedio a la inflación
8. El canal financiero.
El último informe de la consultora del economista Emmanuel Álvarez Agis explica que para el FMI una tasa de interés positiva y una reducción de la emisión monetaria para financiar el déficit constituyen factores antiinflacionarios que contribuirían a desinflar gradualmente la economía.
Agis señala que "una tasa de interés real positiva puede ser la clave para estabilizar la demanda de pesos y, de esta manera, cortar la presión sobre las reservas".
Explica que el canal de transmisión de la tasa de interés de la política monetaria en Argentina es pequeño en comparación con el canal del tipo de cambio. Para agregar que, sin embargo, una vez que el tipo de cambio real formal encontró un valor compatible con el equilibrio de la cuenta corriente, y que el tipo de cambio paralelo es a todas luces excesivo, una tasa de interés real puede contribuir a apuntalar la demanda de pesos y, con esto, generar un desarme de pasivos remunerados endógeno gracias a la recuperación del crédito.
9. Puja distributiva.
¿Qué significa esta definición? La corriente de economistas estructuralistas entiende a la inflación como resultado de un conflicto que surge a partir de cómo se define la distribución del ingreso entre los asalariados y las empresas.
Se vuelven necesarias entonces regulaciones para pautar la velocidad de crecimiento de los ingresos de asalariados y capitalistas con el fin de domar la tasa de inflación, asociada a la escalada de la tensión distributiva.
El conflicto surge cuando las firmas trasladan a precios el incremento de sus costos para mantener o aumentar sus márgenes de ganancias. Adquiere centralidad, por lo tanto, la dinámica de la negociación paritaria anual donde intervienen los dos actores principales (empresa y sindicato) con el Estado involucrado en esa tensión en función a su posición respecto a la distribución del ingreso.
En el caso argentino, a diferencia de otras economías, existe una elevada conflictividad distributiva por la mayor presencia relativa de organizaciones de trabajadores (sindicatos), más aún cuando existen niveles de inercia inflacionaria de dos dígitos.
10. Emisión monetaria y déficit fiscal.
A esta altura, con varias experiencias ortodoxas fallidas, se sabe que, además de la decadencia teórica de esa corriente económica, la emisión y el déficit no son los principales motores de la inflación.
Sin embargo, en la economía argentina (bimonetaria y sin acceso a un fluido financiamiento) la emisión y el déficit intervienen en forma indirecta en la presión sobre los precios.
En un artículo publicado en El Dipló, el economista Eduardo Crespo lo explica del siguiente modo: "La monetización del déficit alimenta el exceso de demanda de un activo financiero fundamental: el dólar. El canal de transmisión a la inflación sería los costos de insumos importados, los costos de oportunidad de exportadores y los contratos dolarizados de una economía bimonetaria".
Crespo agrega que la monetización de excedentes, por su parte, responde a motivos que se realimentan: un nivel de inflación elevado genera expectativas de devaluación y presiones para "sincerar el tipo de cambio" que incentiva la compra de dólares. Propone entonces "la creación de instrumentos financieros que remuneren adecuadamente a quienes optan por quedarse en pesos y en la obtención urgente y prioritaria de divisas promoviendo las exportaciones y la sustitución de importaciones".
¿ Y…entonces?
Luego de enumerar diez causas de la inflación doméstica aparece la exigencia de las soluciones. Pero no hay recetas mágicas para bajarla en la particular economía argentina.
Mientras tanto, es necesario saber que el análisis de la inflación tiene que ser completo: además de observar las fuentes de tensión que impulsan los aumentos de precios se debe evaluar al mismo tiempo qué sucede con los salarios y las jubilaciones.
Si se aborda de ese modo se puede llegar a la conclusión de que no es solamente que los precios están elevados, sino que, en especial, los ingresos están bajos.