La chica de antes (reciente estreno de HBO Max) engorda el –muy en boga- subgénero de relatos sobre mujeres atrapadas en su propio hogar. Aunque a diferencia de propuestas agorafóbicas como La mujer en la ventana o Kimi, la producción original de la BBC apela a otras herramientas típicamente hitchockianas. ¿Cuáles? La de los doppelgangers y la narrativa centrada en crímenes imitativos. En definitiva, este thriller psicológico cuenta con dos damas hermanadas por las tragedias, líneas temporales que se entrecruzan y el enigmático dueño de la residencia de One Folgate Street. La serie es una transposición de un bestseller escrito por J.P. Delaney quien aquí también ficha como showrunner.

La chica a la que se refiere el título es Emma Matthews (Jessica Plummer), primera inquilina de esta casona minimalista y de última generación a la que se mudará con su novio, Simon (Ben Hardy). “Parece una galería de arte”, suelta la mujer mientras un agente inmobiliario le especifica los requerimientos para vivir allí. Tres años después quien aparece en ese mismo espacio, y pasando la misma rutina, es Jane Cavendish (Gugu Mbatha-Raw, de Loki). Las semejanzas entre las dos morenas no sólo pasa por el look, también se intuye que en sus pasados habita un trauma sin cauterizar.

El tercer personaje fundamental es quien diseñó la casa: Edward Monkford (David Oyelowo). Él mismo se encarga de elegir a los moradores y estableció una lista de mandamientos a cumplir: no pueden tener niños ni llevar sus libros, menos colgar cuadros, posavasos o chucherías. El cuarto ariete es “la casa con humores”, tal como se sugiere en el piloto. A partir de un software, la residencia se encarga de mejorar la experiencia del usuario en tiempo real. “Nada que Google o Facebook ya no sepan de ti”, asegura este perfeccionista arquitecto eyectado de un episodio de Black Mirror.

El eje del argumento, y gran parte del juego transversal, es descubrir qué fue lo que aconteció con la primera de las residentes. Durante los cuatro episodios de La chica de antes el mecanismo es similar. El relato se desdobla gracias a un sugestivo y permanente montaje en paralelo con vueltas de guion y misterios que van develándose lentamente. Las trayectorias de Jane y Emma convergen, tensión mediante, en ese lugar de ensueño que se convertirá en su peor pesadilla. “Para mí era clave que la casa fuera capaz de ser austera, bella, amenazante, claustrofóbica y acogedora en diferentes momentos”, dijo su máximo responsable. Vale destacar la puesta en escena que se luce por el hormigón de las paredes y el distanciamiento de la cámara.

Otra peculiaridad de la entrega es el subtexto sobre cuestiones ligadas al universo de la mujer. “Solo podría haberse hecho desde una perspectiva femenina. Y a su vez, eso es parte de la tradición gótica: siempre es la mujer la que llega a la casa. El hombre casi es una presencia inquietante”, explicó Delaney. La chica de antes, en ese sentido, reserva algunas habitaciones a cuestiones como la maternidad, la violencia de género y las relaciones tóxicas. La directora de la ficción lo dijo con claridad. “Esta es la historia sobre dos amigas que nunca tuvieron a chance de conocerse”, subrayó Lisa Brühlmann.